Siento en Madrid una generalizada sensación de desconcierto, de falta de un liderazgo claro, de improvisación... de andar a tientas. Es decir, siento el latido, aún lejano, pero acercándose del miedo y el miedo no necesita razones, es suficiente con la verosimilitud de su representación.
El miedo siempre se las arregla para crear su propia causa.
Hace pocos días aquí no iba a pasar nada; hoy aquí puede pasar... ¡vete tú a saber qué! Hay quien se consuela porque la muerte se ceba en los viejos, que es una forma muy rastrera de encontrar consuelo.
En las épocas de estabilidad tendemos a creer que llevamos las riendas de la naturaleza y que esta va quedando progresivamente en un segundo plano. ¿Qué es el progresismo sino la convicción de que es posible imponerle una lógica a la naturaleza e, incluso, una moral? Pero las épocas de estabilidad son sólo el paréntesis que se extiende entre dos alborotos de la historia. Así que, tarde o temprano, nos vemos enfrentados a nuestro verdadero tamaño.
Vistas desde hoy, las imágenes de las manifestaciones de ayer sólo se explican por la frivolidad de olvidar la naturaleza.
Mire. A mí cada vez me parece más apropiado el título de un libro que recopila artículos publicados por Albert Soler, del Diari de Girona. Ese título reza así: "Estábamos cansados de vivir bien". Él se refiere a los acontecimientos de Cataluña con todo el "procés" y lo que cuelga. Cada vez estoy más convencido, no sé si equivocado, de que nos tenemos que inventar cosas para pasar el tiempo.
ResponderEliminarPues va a ser que sí...
EliminarJosé