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miércoles, 17 de enero de 2007

Entre amigas

De la correspondencia entre Hannah Arendt y Mary McCarthy extraigo dos pasajes de dos cartas de 1964.

De Mary a Hannah (París, 9 de junio de 1964):

Tengo la impresión, acaso subjetiva, de que el gusano de la igualdad está devorando no sólo los viejos cimientos económicos y sociales, sino también la estructura misma de la conciencia, está echando abajo las ‘diferencias de clase’ entre lo sano y lo insano, lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo. Concretamente, me doy cuenta de que me siento culpable y rara en presencia de un psicótico, como si yo, en aras de la igualdad, tuviera que ocultar mi salud mental. Lo mismo me sucede con alguien que es estúpido; me mortifica hablar con una persona así, tengo miedo de decir algo que pueda sacar a relucir su estupidez.

De Hannah a Mary (New York, 23 de junio de 1964):

Hablemos del asunto de la igualdad; de lo más interesante. El vicio principal de toda sociedad igualitaria es la Envidia: el gran vicio de la sociedad griega libre. Y la gran virtud de todas las aristocracias es, a mi juicio, que todos saben quiénes son y, por consiguiente, no se comparan con otros. Este compararse constantemente es realmente la quintaesencia de la vulgaridad. Si no incurres en ese hábito espantoso, inmediatamente te acusan de arrogante, como si al no compararte te estuvieras situando por encima de todos. Un malentendido fácil de comprender.

12 comentarios:

  1. Menudas, ambas dos.
    La biografa de Hannah cuenta que tardaron años en hablarse después de un primer encontronzo: Mary había hecho un sarcasmo con el tema de los exilados judíos y Arentd contestó de malos modos.
    Se iban encontrando en lugares públicos, y al cabo de los años, coincidieron de noche en una estación de metro, solas frente a frente, y Arendt se ácercó a Mary y le reconoció que, siempre que la oía hablar, estaba de acuerdo con ella. El principio de una gran -y aristocrática- amistad.

    Lola

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  2. Al mismo tiempo que mi mujer leía la autobiografía de la Arendt yo estaba liado con esta correspondencia. Interesante experiencia.

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  3. Y dos puntos de vista coincidentes en un plano. Ambas poracticaron la aristocracia intelectual y dejaron huella profunda.
    Es en la correspondencia de estas personas que intelectualmente tienen un nivel enorme, donde puedes asomarte a su faceta humana. La Harendt no defrauda ni pizca. Probablemente me hubiera llenado de orgullo conocerla y hablar con ella. Y algo más: mis amigos judios, cuando se la nombra, no sonríen con enorme alegría, evaden el comentario.

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  4. Luis: El peso de "Eichmann en Jerusalén"

    Sobre esta cuestión le dice a Mary (N.York, 20 de sep. de 1963): "Dices en tu carta que uno duda en reivindicar el derecho a explicar mis ideas. Tal como lo veo, no hay 'ideas' en este Informe, sólo hay hechos y algunas conclusiones (...). Yo diría que todo este furor se ha desencadenado por los hechos, no por las teorías ni las ideas. La actitud hostil hacia mí es un acto de hostilidad contra alguien que dice la verdad en el plano de los hechos, y no contra alguien cuyas ideas están en contradicción con las comúnmente admitidas".

    Fue -¿es aún?- exactamente así. Hubo quien se lo dijo directamente a la cara a Arendt: El hecho de que lo que digas sea cierto no significa que sea oportuno. No es una objeción menor. Pero no creo que suficiente.

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  5. Exactamente, Luri. Lo que molesta a mis amigos y creo que en general a los judios, es que en "Eichman en Jerusalén" (un libro para mi impresionante: sus crónicas del juicio son una revisión total de todos los aspectos del holocausto y de sus antecedentes y consecuencias) explica la verdad con todas las contradicciones que afectaron a 1/ los judios y 2/ el estado de Israel.
    La Arendt fué una intelectual de una honradez a prueba y como tal no deformú nunca su visión en función de su origen. Y hay que tener en cuenta que ella, desde su juventud en Alemania, fué siempre sionista, nunca asimilacionista.

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  6. Me parece que no hay excusas para no leer Hannah Arendt. Ya tengo lectura para rato...

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  7. Claudio.

    Al leer historia de la Grecia antigua, me ha impresionado el ostrakon, siempre aguardando a los triunfadores, a los mejores (no sólo a ellos, claro). ¿Será por la envidia que menciona Arendt?
    Hay cómo un eco de ello en el destino de muchos políticos actuales de éxito, a los que parecemos buscarles un motivo para aborrecerlos (Thatcher y Blair serían un ejemplo)

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  8. Claudio: Justo cuando he leído tu texto acababa de leer este otro: "El macartismo fue un molvimiento (o un momento) fundamentado en el resentimiento populista contra las clases dirigentes" (Frances Stonor Saunders, Who Paid the Piper?). No estoy afirmando que ese momento vergonzoso de la historia reciente de los Estados Unidos se pueda explicar por este resentimiento popular contra la burguesía culta. Pero tampoco lo niego, porque me parece verosímil.

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  9. Creo que no hay que subestimar el peso de esa mezcla de envidia y desprecio que es una las miserias universales del hombre. Rostovtzeff achacaba la crisis del siglo III en buena medida al odio de un ejército de campesinos contra las ciudades y las elites que las regían y que eran la savia del imperio -una visión a buen seguro modelada en su propia experiencia de la revolución rusa. La ciudad y los tipos humanos asociados (el "burgués", el "judío", etc) a ella tienen un largo catálogo de odiadores, desde los milenaristas medievales hasta los Jemeres Rojos y los yihadistas.

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  10. He leído recientemente Eichmann en Jerusalén
    y estoy de acuerdo en lo que decís todos. Ana Harendt era desde hace tiempo , en mis viajes a la librerías una estrella en el firmamento, pero hasta hace poco no la he leído.

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  11. Decididamente...

    Y pensar que yo tengo esos mismos miedos.. que cosa :)

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  12. Al leer, "El vicio principal de toda sociedad igualitaria es la Envidia", de manera instintiva he recordado "La envidia igualitaria" de Fernández de la Mora. Interesante obra, que si no me equivoco en catellano se encuentra descatalogada, pero está disponible en otros idiomas, en inglés sin duda.
    C.

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