Una anécdota magnífica cuenta que Sócrates poco antes de morir se empeñó en aprender a tocar un aire de flauta que le había traído a su celda, desde la calle, la brisa de la mañana. Quizás esa misma mañana su carcelero había madrugado para ir preparando la cicuta. En cualquier caso sus discípulos se sorprendieron mucho al encontrarlo en semejante actitud en el umbral de la muerte.
- ¿Cómo es –le preguntó uno- que dedicas tu sagrado tiempo a estas cosas?
- Porque quiero aprender a tocar esta melodía antes de morirme –dicen que les contestó.
Sobre la relación maestro discípulo, no me resisto a traer hasta aquí al entrañable Mairena, gran lector de Heidegger, por cierto.
Mairena, era, como examinador, extremadamente benévolo. Suspendía a muy pocos alumnos y siempre tras exámenes brevísimos. Por ejemplo...
-¿Sabe usted algo de los griegos?
- Los griegos..., los griegos eran unos bárbaros...
- Vaya usted bendito de Dios.
-¿...?
- Que puede usted retirarse.
Era Mairena -no obstante su apariencia seráfica- hombre, en el fondo de malísimas pulgas. A veces recibió la visita airada de algún padre de familia que se quejaba, no del suspenso adjudicado a su hijo, sino de la poca seriedad del examen. La escena violenta, aunque también rápida era inevitable.
-¿Le basta a usted ver a un niño para suspenderlo? -decía el visitante abriendo los brazos con ademán irónico de asombro admirativo?
Mairena contestaba, rojo de cólera y golpeando el suelo con el bastón:
- ¡Me basta con ver a su padre!
Antonio Machado, Juan de Mairena
Me he levantado melancólica y me has hecho sonreir.Sigo sin merecerte.
ResponderEliminarLa melancolía debe ser propia del enero pamplonés; la sonrisa, de la calma benigna del Maresme, comarca en la que, por cierto, querida Maga, ya hemos alcanzado los 400.000 habitantes. Y tu no eres (¿aún?) uno de ellos.
ResponderEliminar"En la vida todo depende apenas de una década: entre los 23 y los 33 años de edad (...) Lo que durante la carrera se lea y estudie por cuenta propia, crea unos alvéolos de comprensión insustituibles que amplían sin darse cuenta uno la capacidad de mayor información, cultura y síntesis ya para siempre.. Y esto no se puede suplir con lo que después se lea o estudie, una vez doctorado o licenciado. Pues al parecer hay un imprinting del momento de estar siendo estudiante o aprendiz, que pasa y se hace irrecuperable; así que nunca se vuelven a poder asimilar las materias y los conocimientos de igual modo fundante y arraigado. ¡Y estos años se los pasa la gente joven perdiendo el tiempo y la salud: de marcha -drogándose, bebiendo, trasnochando y teniendo un desorden total en sus horarios!"
ResponderEliminarLuís Cencillo, "Guía de perdedores, perdidizos y perdidos (la felicidad sustantiva)" (2002), p. 53.
No dudo en recomendar la lectura de Cencillo, aunque advirtiendo que no es un autor políticamente correcto (Vds. ya me entienden).
Y ya que se hablaba de D. Antonio Machado, contaré la anécdota que oí en Baeza, donde fue catedrático de francés. Al llegar en tren a la ciudad, preguntó dónde podía encontrar a D. Fulano, que le iba a facilitar alojamiento. Le respondieron:
ResponderEliminar-D. Fulano está en la agonía.
Cuando D. Antonio Machado pudo recuperarse de la impresión (recuérdese que venía de enterrar a su joven esposa, Leonor), le explicaron que "la agonía" era el nombre de una de esas tertulias de café del pueblo, y que D. Fulano a quien buscaba estaba en la tertulia, reunido...
Parece que a Don Antonio no le entusiasmaba precisamente dar clases; es más, se escabullía con cierta facilidad. En el archivo de un instituto guardan un telegrama suyo recibido un lunes: "Perdido tren. Hoy y mañana". Me encanta. Es más, alguna vez lo he adaptado y adoptado.
ResponderEliminarEso de Cencillo, de los 23 a los 33... Yo diría, por propia experiencia incluso, que los años clave son los de bachillerato. El bachillerato mismo es fundamental. Alguien decía, "Uno es de donde haya cursado el bachilerato". Y apelo a la autoridad de Joyce y de Musil.
Lola
Buena anécdota, Joaquín. No la conocía.
ResponderEliminarLola: Por eso me he referido a Mairena y no a don Antonio, que parece que, efectivamente, no era aun modelo profesional. Mairena representa buena parte de lo que Machado sabá muy bien que nunca podría ser como profesor de iinstituto.
En la vida todo depende de lo que hagas,o dejes de hacer en cada instante.
ResponderEliminarUn día mi padre le dijo algo a una profe terrible de matemáticas, Señor Luri...
ResponderEliminarLa profesora me llamó imbécil y dijo que le tenía engañada y entonces él le contestó algo así como que le bastaba mirar a una persona para ver dónde estaba la incompetencia, y que ella lo era...
La tía no volvió a mandarme un examen para firmar. Así que yo suspendí toda su asignatura mucho tiempo y ella se despreocupó completamente de mí. En realidad nunca pude aprobar matemáticas... Era incapaz de comprenderlas :)