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viernes, 26 de enero de 2007

Las sombras del hombre

Pensaba dedicar el post de hoy al comentario de Heidegger del mito de la caverna de Platón, pero me ha parecido conveniente detenerme un poco en el mito de referencia antes de acudir a la exégesis, porque no en vano tratamos con el gran mito fundador de la metafísica occidental (República, VII 514 a517 a).

Cuando Sócrates comienza a relatar este mito, aclara a sus interlocutores que su intención es representar la naturaleza humana en relación a su educación (paideia) y su falta de educación. Para ello es adecuado imaginarse una morada en forma de cueva donde se hallan los hombres no educados encadenados a su origen, es decir, a su ignorancia. Están atados de pies y manos desde su nacimiento, sin poder ver nada más que lo que tiene en frente, esto es, una pared en la que se reflejan las sombras de diferentes objetos artificiales proyectadas por la luz de una hoguera. Así pues, no ven más que proyecciones evanescentes de simulacros. Todo, dentro de la caverna, es vicario de otra cosa.

- Extraña es esa imagen y extraños son esos encadenados - le dice Glaucón, el hermano de Platón.

- Pues son como nosotros - le contesta Sócrates.

La ignorancia consiste en este encadenamiento complaciente a un conocimiento precario de entidades vicarias. El conocimiento, por lo tanto, exige la liberación de las cadenas (de la ignorancia) que es, también, una curación de la habituación acomodaticia a lo dado.

Pero hay que tener presente que Sócrates no es ningún Espartaco filosófico cuyo objetivo sea la liberación de todos los encadenados. Más bien considera un afortunado azar que uno de ellos pueda, no se sabe muy bien cómo, librarse de sus ligaduras, ponerse de pie y, sobre todo, plantearse la posibilidad de buscar la salida a la luz natural, disponiendo de la fuerza de voluntad necesaria para ir superando las muchas y diversas dificultades con las que se irá encontrando.

Cuando, finalmente, el liberado sale al aire libre, es capaz de percibir el sol tal como es en sí y por sí, sin mediaciones, y de esta manera comprende que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de todas las cosas que había visto en el interior de la caverna. Es decir todo con lo que estaba familiarizado hasta ahora no era sino un simulacro de la realidad. El conocimiento del sol da sentido y coherencia a todo cuanto sabe y, sobre todo, a su biografía.

Dios sabe –concluye Sócrates, como siempre, precavido- si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida ha de concluirse que es la causa de todas las cosas bellas y rectas. No hay que asombrarse de que quienes han llegado allí no estén dispuestos a ocuparse de los asuntos humanos, sino que sus almas están siempre ansiosas de pasar el tiempo arriba.

El ascenso hacia la luz es un recorrido semejante al de algunos que han ascendido desde el Hades hasta los dioses. Es un volverse del alma desde un día nocturno hasta uno verdadero. El método dialéctico es el único que puede provocar este cambio, porque saca suavemente el ojo del alma cuando está como enterrado en el fango, y lo eleva a las alturas. Un poco más adelante Sócrates ofrece la mejor definición del filósofo que conozco: "ho dialektikós, synoptikós" (el dialéctico es un sinóptico).

14 comentarios:

  1. ¿No es adquirir conocimiento caminar hacia la virtud?
    En ocasiones he pensnado que el cine es la moderna versión de la caverna y el cinéfilo el ignorante que desprecia la luz del sol, o la vida propia.

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  2. Luis: Adquirir conocimiento es liberarse de todas, TODAS, las cadenas. Este es el claro mensaje del texto platónico: la vida superior, que es la del hombre teórico, no está sujeta por nada. La ceverna es la ciudad y la virtud es siempre política, como la religión.

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  3. O sea, Luri, si me permites la broma, el que tenga una hipoteca no puede hacer filosofía.

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  4. Joaquín: Efectivamente y sin ningún género de dudas: El que tenga una hipoteca ha de contentarse con (y limitarse a)ser profesor de filosofía, que es algo muy distinto a ser filósofo. ¿Por qué crees que Sócrates presenta su pobreza como argumento en su defensa ante el tribunal ateniense? La libertad de pensamiento absoluta (que implica, evidentemente, la libertad para callar lo que se sabe: recuerda las reticencias del hombre liberado de la caverna para regresar al antro) no puede estar hipotecada más que a sí misma. Por eso -entre otras cosas- el filósofo cabal es tan rara avis.

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  5. Me interesa tu Platón, Gregorio, ya lo sabes. Entonces, pregunto: La crueldad extrema de obligar al filósofo a descender al antro y liderar (que no liberar, eso ya lo veo) la caverna, ¿no responde a una hipóteca-compromiso moral? O, tal vez, visto lo visto con Sócrates, es la única posibilidad de supervivencia del filósofo: tomar las riendas del poder para poder seguir siendo filósofo tan ricamente (más o menos).


    Lola

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  6. Claudio.

    Copiado, pegado, impreso, leído y subrayado.
    Muchas gracias.
    ¿Para cuándo la continuación con H?

    PS: su comentario sobre filósofo/profesor de filosofía me ha hecho pensar en Hadot y la filosofía como modo de vida.

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  7. Lola:
    1) No olvides, primero, que en la República platónica no se está construyendo una ciudad EN la historia, sino EN el logos, y, segundo, que esa construcción tiene por objeto descubrir en los grandes rasgos de la ciudad los pequeños rasgos del alma, porque para Platón la emergencia categorial de las imágenes de la ciudad se da en analogía con la emergencia categorial de las imágenes del alma. Creo que ha sido Georg Simmel quien con más claridad ha visto esto.
    2) ¿Quién es el filósofo en este texto de la República? ¿El que diseña la ciudad en el logos o el filósofo diseñado dentro de logos?
    3) Si es el primero, aquí se acaba el debate. Pero vamos a suponer que es el segundo. En este caso lo que hay que resaltar es la enorme dificultad que supone obligar al que ha salido de la caverna el volver a ella. No lo hace de manera autónoma sino impuesta, a la fuerza, con lo cual el carácter ético del regreso ha de entenderse entrecomillado. Fíjate lo que se dice de este filósofo desenclaustrado:
    - 516 c: Si se acordara de sus compañeros de cautiverio no sentiría lástima por ellos, sino alegría por estar lejos de ellos.
    - 516 d: ¿No le pasaría como al Aquiles de Homero y 'preferiría ser siervo de un hombre pobre', o soportar cualquier otra cosa, antes que volver?
    - 517 c: No hay que asombrarse de que no estén dispuestos a ocuparse de los asuntos humanos. Es natural que no lo quieran (es decir lo conforme a naturaleza es que se nieguen, con lo cual si se les fuerza se está yendo contra natura y la ciudad del logos sería menos natural de lo que aparentemente es).
    - 519 b: Se consideran a sí mismos como si ya en vida estuviesen viviendo en la Isla de los Bienaventurados.

    ¿Cómo conseguir entonces su regreso? La respuesta es clara (519c-d): Porque "nosotros, los fundadores de este Estado" somos quienes programamos tanto su ascenso como su descenso.
    Glaucón se sorprende de estas palabras (519 d): "¿Seremos injustos con ellos y les haremos vivir mal cuando pueden hacerlo mejor?". La respuesta de Sócrates es afirmativa. Y esta afirmación se convierte en paradoja cuando sostiene que lo mejor para una ciudad es que gobiernen en ella los que no quieren gobernar (521 a-b).

    ¿Cómo forzar al filósofo al hacer lo que no desea?
    En realidad no hay manera humana. Por eso se reserva Sócrates el último argumento, el del Mito de Er. Pero claro, si el filósofo ha de ser convencido por el mito del premio más allá de esta vida, ¿es un verdadero filósofo? Así que la pregunta nos devuelve al anterior dilema: ¿Quien es aquí el verdaderamente filósofo, el que diseña la ciduad en el logos o el que mora en ella?
    La pregunta puede formularse de otra manera: ¿Es la República el primer programa del utopismo político o la rimera vacuna contra todo utopismo político?

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  8. Claudio: A ver si esta tarde tengo un ranto y vuelvo con H.
    En Hadot y, sobre todo, el último Foucault.

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  9. Es muy interesante, Gregorio. Parece consistente esa "primera vacuna contra todo utopismo político". Con frecuencia, leyendo directamente los textos platónicos, he tenido esa impresión antiutópica (desde luego cierto cinismo es evidente; lo que pasa es que siempre lo encuentro en todos los diseños utópicos, con lo cual, a veces llego a sospechar que está en mí).

    En Platón, esta interpretación es posible y es potente. Añadiría algo que no la contradice (con mi tendencia "ad hominem"): el "pathos" político le era muy propio, se palpa en sus textos, al igual que el erotismo (los textos de Platón laten, están a rebosar de vida) y que, sin él, no se hubiera podido obligar a sí mismo en las aventuras filosófico-políticas en las que, literalmente, se embarcó. Ya entiendo que Siracusa confirma precisamente el modelo del filósofo-demiurgo que diseña en el logos desde fuera, pero, caramba, qué arrojo.

    Lola

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  10. Lola: Platón es, sin duda, antes que otra cosa, un filósofo político. Y lo es -creo yo- porque ha sido capaz de comprender las diferentes manifestaciones de esa fuerza antropológica básica que es Eros. Todo está sustentado sobre Eros, desde la ciudad hasta la razón.

    Con respecto a la "Seducción de Siracusa", las cosas son más complicadas. Ningún filósofo parece vacunado contra la tentación de susurrar a los oídos del rey.

    A ver si puedes ayudarme. No consigo recordar quién era el filósofo que se encontró con Heidegger en el tranvía de Friburgo, en 1934, tras el rectorado de éste, y le preguntó aquello, tan certero, tan cruel y tan terapéutico de "Señor Heidegger, ¿de vuelta de Siracusa?".

    Te añadiré que tengo mis dudas sobre la autenticidad de la Carta VII. Se las comenté a Luc Brisson y me contestó que sus dudas eran más grandes que las mías.

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  11. Genial, el sarcasmo. Mis referencias biográficas de H. se limitan a Safranski. No creo que explique esta anécdota (la he buscado ahora y tampoco la encuentro) porque me acordaría; otra posibilidad: mi alzheimer avanza con más celeridad de la que admito.
    Si recordaba la siguiente línea de diálogo (de imposibilidad de diálogo, más bien) con Jaspers:

    "¿Cómo puede ser gobernada Alemania por un hombre de tan escasa formación como Hitler?", pregunta desconcertado Jaspers a Heidegger con ocasión de su última visita en mayo de 1933, Y Hewidegger responde: "¡La formación es indiferente por completo..., mire usted solamente sus preciosas manos!".

    Qué patético. Me salen, directos de las entrañas, una gran colección de improperios, a lo capitan Haddock de Tintín, que van directos al hombre. Pero también pienso en el fondo nihilista y antihumanista de su grandioso pensar.

    Lola

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  12. Lola: Creo que fue Gadamer. Pero no tengo manera de confirmar la sospecha.
    Mark Lilla ha escrito en "The Reckless Mind: Intellectuals in Politics": "Dionysius is our contemporary. Over the last century he has assumed many names: Lenin and Stalin, Hitler and Mussolini, Mao and Ho, Castro and Trujillo, Amin and Bokassa, Saddam and Khomeini, Ceausescu and Milosevic - one's pen runs dry."

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  13. Horrorizados, luego miramos, como enseña Platón, en la buena dirección, a nuestros contemporáneos que pueden considerarse humanistas: Arendt, Camus, por ejemplo.
    Un amigo, católico fervoroso, me dice, diría que en relacion al islam: Pasaremos de un humanismo ateo a un teísmo antihumanista.

    Lola

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  14. Lola: Creo que lo que la postmodernidad ha puesto de manifiesto es que la dicotomía verdadero-falso no se corresponde con la de salud-enfermedad. Si Heidegger tuviera razón, esta razón sería la del hombre verídica y auténticamente desconsolado. La salud, en el hombre, se alimenta de algún tipo de encantamiento del mundo que es necesario preservar. Y esa puede ser la gran empresa de la razón para el presente.

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