Tras leer en el blog de Lola, Paraules, el post titulado "Educació i política a Hannah Arendt",
Según
Y lo más preocupante es que el meollo de la cuestión no se encuentra en la desazón provocada por los males presentes, sino en la sospecha más o menos explicitada de que no hemos tocado fondo y de que, por lo tanto, más pronto que tarde, acabaremos recordando el presente con nostalgia.
Lo que la realidad está poniendo en tela de juicio no es tal o cual estrategia educativa, sino las convicciones esenciales de la pedagogía “progre”, que es la que ha sostenido nuestro discurso educativo en las últimas décadas, fundamentalmente la convicción de que no hay instancia superior a la palabra ni en eficacia no en bondad. Por lo tanto, si no hay problema que no pueda resolver por medio del diálogo, todo problema debe resolverse por medio del diálogo.
El dogma de la beatería pedagógica imperante sostiene que toda actuación disciplinaria es un fracaso del diálogo y, por lo tanto –aunque no se diga esto explícitamente es lo que parece deducirse del argumento- el mayor responsable de un conflicto es siempre el adulto, porque debería ser el que tuviera mayor capacidad dialogal. El problema es que hay que tener mucha, pero que mucha fe para mover montañas y aquellos a los que el trato cotidiano con la realidad los ha ido haciendo escépticos, se ven fatalmente sobreexpuestos, en primera fila, a la tozudez de los hechos.
La beata teoría de la sacralización del diálogo se reduce a lo siguiente: si todos fuéramos mejores todos sería mejor. Suena un poco ridículo, pero tiene la ventaja de ser sólo una teoría. Lo grave del asunto es cuando se consigue implantar socialmente no como una teoría, sino como un valor, pasando de ser una perspectiva sobre la realidad a ser la perspectiva moral sobre la realidad.
Hoy es evidente que este discurso hace aguas por todas partes. Pero aunque se está comenzado a perder el miedo a ser considerado un cínico por defender otras perspectivas sobre la realidad, aún se necesita coraje para afirmar sin complejos el valor de la autoridad. No va a ser nada fácil –si es que aún es posible- restituir la autoridad de la autoridad. La autoridad se reconoce porque es, legítimamente, la instancia con capacidad para decir la última palabra e imponer el silencio, si hace falta, por la fuerza. Es la instancia inapelable.
La recuperación de la autoridad supondría, por lo tanto, introducir en los centros de enseñanza una separación clarísima entre la discusión y la decisión dejando bien claro que las instancias decisorias son la representación legítima de la autoridad democrática. Y aquí está el talón que Aquiles de todo este asunto, puesto que quienes tendrían que asumir la valentía de la decisión de imponer el silencio (pienso tanto en políticos como en profesionales de la enseñanza) se han educado en la convicción de que la autoridad es esencialmente perversa y que el poder –todo poder- es el enemigo a batir para que pueda aflorar la espontaneidad inocente del ser humano. No pueden optar por introducir la autoridad sin estar dispuestos a impugnar sus propias biografías.
Excelente artículo, que me había perdido en La Vang.
ResponderEliminarCon mi propio hijo he experimentado esa especie de tomadura de pelo, de cinismo inconsciente, que usan los pequeños ante el fatídico "No", y que consiste en ir mareando la perdiz de un supuesto diálogo o razonamiento, cada vez más grouchomarxista. La mayor parte de las veces (no siempre. Siempre tampoco acaba siendo siempre apropiado), he cortado por lo sano, en aras de un respeto a la palabra, al diálogo verdadero.
Entre profesores y ante evaluaciones finales, la cínica frase,"Ya los suspenderá la vida". No hijo, no, es a tí a quien pagan por evaluar, incluso a veces, según qué circunstancias, por aprobar a algún suspendido.
Exacto, justo, lo de no estar dispuestos a impugnar biografías. Es duro hacerlo... Y erámos tan jóvenes, guapos... Divinos.
Pero, la cuestión vuela, efectivamente, más alto: es política, y de calado.
Gracias por el enlace.
Lola
Subscribo la apreciación de lola.
ResponderEliminarPoco a poco vamos a ir siguiendo los pasos de la sociedad francesa, me temo. El crecimiento económico (bastante engañoso) de estos años está taponando las graves enfermedades sociales, a diferencia de Francia (el fin de año han vuelto a quemarse 400 coches).
Al final, todo se reduce a lo mismo: sin principios/valores éticos/morales sólidos, nada bueno puede esperarse para el futuro.
Hoy prima en Occidente el relativismo moral, la banalización. Y en España, estos años, "el buenismo zapateril".
Ya sé que siempre repito la misma cantinela, pero no por ello es menos cierta.
¡Cuánto mal ha hecho a la pegadogía educativa el Emilio de Rousseau!
*************************************
BPT Catàleg General: Gregorio Luri
No hi ha cap registre amb aquestes característiques. Apreti per tornar a cercar.
A ver si lo enmiendo este año.
Maty, Lola: El artículo se titulaba "Recordaremos los males del presente con nostalgia". En LV prefirieron ponerle el más contundente, sin duda de "Hay que recuperar....". Claro: Francia nos marca el camino, para nuestra desgracia.
ResponderEliminarNo estoy muiy de acuerdo con tu apreciación de "El Emilio". Yo casi lo diría al revés: "Cuánto mal ha hecho a "El Emilio" la pedagogía". El educador de Emilio es un auténtico tirano. Si lees las páginas finales verás hasta qué punto Emilio se ha convertido en al voz de su amo.
En España la Educación, a partir de
ResponderEliminarVillar Palasí, no sé si en caída libre, o por la pendiente sin frenos.... Si bien en los últimos años el deterioro, se ha acelerado exponencialmente.
C
C: A veces he dicho que en España, aunque nos gustan las reformas, lo que realmente nos entusiasma es la contrarreforma. Llevamos, sí, al menos desde la famosa ley de Villar Palasí, de contrarreforma en contrarreforma. Pero en los últimos años, la vorágine contrarreformista se ha convertido es rutina. Es decir entre nosotros lo rutinario es la modificación de la anterior normativa educativa, sea la que sea. Cualquiera que conozca el mundo de la educación sabe de qué estoy hablando. Pero esta pasión por la contrarreforma lo que pone de manifiesto es que es el propio poder (que debería ser la representación de la autoridad legítima) no está, en absoluto, seguro de su sabiduría. Más aún que se sabe tonto. Cada contrarreforma es una aspirina para combatir el cáncer de su estulticia. Y así estamos. Podéis ver, también, que no especialmente optimista.
ResponderEliminar"Pero esta pasión por la contrarreforma lo que pone de manifiesto es que es el propio poder (que debería ser la representación de la autoridad legítima) no está, en absoluto, seguro de su sabiduría". Exacto, es
ResponderEliminarcomo si el poder fuera consciente de su potestas, pero también lo fuera de la fragilidad de su autorictas. Lo que provoca una dicotomía de hecho, insalvable entre ambos conceptos, que condiciona su propio comportamiento, y que a su vez explicaría en parte, la diacronía en esta materia de los últimos años.
Excelente análisis. Gracias.
C.
C: A veces tengo la impresión de que El Café de Ocata tiene algo de cerebro colectivo.
ResponderEliminarHola a todos:
ResponderEliminarEn la enseñanza se deberia hacer igual que en el ejercito. Hoy dia es una institucion para defender al Estado, nuestras libertades y la democracia, pero donde no existe la democracia en su interior.
Eso de que los alumnos tengan derechos pero apenas deberes o que sean los alumnos quienes te digan como deberias dar la clase o evaluar o que los inspectores te digan que tienes que aprobar a un porcentaje aunque no tengan la capacidad ...
En ciertas materias, los dos partidos que puenden gobernar, deberian llegar a acuerdos y politicas comunes en temas que son esenciales para mantener la estructura del estado y uno de ellos es la educacion. Asi no tendriamos leyes desde la imposicion de un partido, que en cuanto deja el poder, vera como han sido desmanteladas por los que tuvieron que tragar.
Saludos a todos.
Pienso que el punto débil no está en el exceso de diálogo, sino en la poca convicción con que se practican las reglas del juego del diálogo y la decisión.
ResponderEliminarEn marketing, el diálogo en el seno del equipo es fundamental, de la misma manera que la toma de decisiones se produce por quien tiene esa responsabilidad. Durante muchos años he vivido la situación paradójica del equipo excediendo en el terreno de juego el área de colaboración por el diálogo, con la decisión: todos quieren participar en todos y las decisiones no son democráticas, son por responsabilidad objetiva.
Se puede amar y maleducar, con el simple hecho de enseñar no a dialogar sino a discutir de manera permanente, las decisiones.
Este problema no está solamente en la escuela y creo que es de mayor calado social, aunque evidentemente la escuela es el punto débil de la evolución de la cultura social.
Tienes razón, Luri en que la autoridad no sabe ejercerse de si misma y cree además que no debe hacerlo. Si el comandante renuncia a mandar, la compañía se disuelve y se pierden los objetivos.
Y por supuesto que no creo que Rouseau tenga nada que ver con esto, por lo menos nada malo.
El educador de Emilio es el Estado. No se nace bueno (Rousseau no era tonto),se nace amoral. De aquí que la cuestión tenga tanto calado político.
ResponderEliminarLola
Lei el articulo en LVG, me gusto mucho.
ResponderEliminarUna observacion: la crisis de la que hablas esta magnificada por la masiva transferencia de responsabilidad educativa de los padres a la escuela que , creo, ha sucedido y esta sucediendo. (me han hablado de una tal asignatura de ciutadania...) Esta transferencia me parece terrible y lleva al descuido de la principal funcion de la escuela: la transmision de conocimiento. Pero si se decide dar a los maestros el papel de los padres, lo minimo que se puede hacer es darles la autoridad que se les supone.
Wallenstein: Tu comparación me parece un pelín excesiva. Ya está bien que haya debate y discusión en los centros de enseñanza. Pero el diálogo es un medio, no un fin. La perversión consiste en prolongar los diálogos para evitarse así tomar decisiones.
ResponderEliminarLuis: Claro, cuando la autoridad manda sin creerse a sí misma, las decisiones acostumbran a ser provisionales.
ResponderEliminarLola: Estamos de acuerdo. Ese dogma imperante de permitir que aflore la espontaneidad inocente del niño es un camelo. En una Ikastola de Pamplona el primer punto de su ideario pedagógico decía: "No reprimir nunca el instinto revolucionario del niño". Esto podría ser agustinismo, pero desde luego nada que ver con J.J.
ResponderEliminarRa: La crisis está originada por la masiva transferencia de responsabilidad. Punto. Donoso hablaba de la burguesía como una clase discutidora que cree posible eliminar el momento de la decisión prolongando indefinidamente la discusión. En esas estamos. La pedagogía actual es burguesía para el pueblo. (¡Coño que frase me ha salido!)
ResponderEliminarNo había leído tu artículo, pero mi hijo (que termina Clásicas este año y está haciendo el CAP), me habló de él muy elogiosamente.
ResponderEliminarEn términos generales, estoy de acuerdo con lo que dices.
En lo personal, como profesora en activo, yo siento que la autoridad es algo que se tiene o no se tiene (aunque se puede aprender), y cuya naturaleza es misteriosa. Probablemente, tener autoridad en un aula con 30 chicos es una cosa que insensiblemente se va adquiriendo con los años, aunque haya profesores que no la adquieren jamás. Tiene una parte de intuición, y otra de sentido común.
Aprender en silencio es indispensable, es más, no hay otra forma de aprender. Comprender que el aula no es un salón de juegos es necesario. Rechazar la diversión(entendida como juerga) para entender que existe un placer distinto en la adquisición de conocimientos, es indispensable para que el estudiante consiga concentración. Recordar términos ocmo 'entrega' o 'sacrificio' les cuesta, pero todo conocimiento se adquiere con esfuerzo, todo aprendizaje es y ha sido costoso.
Para mí, el profesor debe ser justo, o tender a la justicia en todo momento. Debe ser ecuánime, tranquilo en sus juicios y en su actitud. Debe ser, por supuesto, solvente en su materia. Creo que con estas características, la autoridad se impone sin que sea sentida como imposición, y por lo tanto, sea rechazada.
Yo creo que sobre estas bases, los estudiantes se sienten mejor. Es falso que prefieran el desorden y el gritoteo. Buscan normas, pero normas consistentes, razonables, coherentes.
Mi propia experiencia me dice que también son necesarios algunos años para consolidar esa autoridad, porque también influyen factores como la 'fama': unos a otros se transmiten la idea de la autoridad de un profesor, sobre la legitimidad de esa autoridad ejercida. Tener autoridad no significa nunca abusar de ella o rehuir el diálogo. Por el contrario, la autoridad se funda sobre su propia justicia, sobre su necesidad de existir.
Creo que muchos colegas carecen de ecuanimidad, se ponen nerviosos, entienden la autoridad como arbitrariedad, incluso entienden su función como confrontación con sus estudiantes. De ahí muchos fracasos.
Es el profesor el que pone en marcha la dinámica de su clase, pero cuando se establece con una base errónea, es muy difícil de cambiar.
Los estudiantes responden bien al buen hacer; al menos, eso he podido comprobar en mi ya larga carrera de profesora, sin que por ello crea que es una verdad universal, porque tal vez yo he tenido y tengo mucha suerte.
Un abrazo, ya de 2007.
Claro Gabriela, yo hablo de autoridad, no de fuerza. El primer requisito de la autoridad es que ella misma crea que tiene algo significativo que decir, que rea en sí misma. La "autoritas" la tina está emparentada con "auctor", es el agente de un proceso creativo. La pérdida de autoridad es preocupante no tanto porque vaya acompañada de indisciplina como porque va acompañada de descreimiento.
ResponderEliminarGracias, Gabriela, por tu comentario.
No soy docente, aunque como muchos hago mis pinitos de enseñante. He leído con mucho interés las opiniones, verdaderamente autorizadas, que figuran arriba. Esta mañana un joven compañero se despedía para enrolarse de profesor en un prestigioso instituto de Sevilla. Además de desearle suerte, y de comentarle mi confianza de que iba a hacer un buen papel, me permití darle un consejo: que la cualidad más importante de un profesor "que se sube a la tarima", es que debe trasmitir seguridad y no ponerse nervioso: seguridad personal, y seguridad y confianza en lo que dice y con el tono con que lo dice. Ahora que leo, por ejemplo, a Gabriela, me alegro de no haberle dado una mala observación.
ResponderEliminarY sigo el hilo de lo que aquí se comenta: la autoridad de un profesor, al 75% se la debe ganar él, pero presiento que ese otro 25% (ó 40% si queréis) se la debe investir "el sistema" (los padres, la dirección del centro, las autoridades educativas...).
Joaquín: creo que apuntas un elemento decisivo. El elemento debe transmitir autoridad y ampararla. Seamos sinceros, desde el hogar lo que llega a la escuela es en muchas ocasiones la íomplicita desautorización.
ResponderEliminarrealmente la autoridad academica se gana con la credibilidad intelectual , personal ..eso lo transmite el profesor .Mi experiencia como alumno ,soy la eterna estudiante , aun en la edad madura sigo asistiendo a clases , me dice que los que asistimos a clase detectamos la ineptitud y la mediocridad intelectual .....
ResponderEliminar