miércoles, 22 de noviembre de 2006

... féminas con cantos de sirena.

En el post anterior, en el que pedía desesperadamente ayuda para librarme de la Paulina, un -quiero creer- bien intencionado pero cruel anónimo me aconsejaba "no entrar en los sitios que provocan éstas "impuras" apariciones de féminas con cantos de sirena". Le respondo con un largo y melancólico suspiro y un cuento perfecto de Kafka.

Edward Poynter
(¿otro falócrata?)
"The Cave of the Storm Nymphs"


El silencio de las sirenas

Franz Kafka

Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. He aquí la prueba:

Para protegerse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con alegría inocente.

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.

En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas, les hizo olvidar toda canción.

Ulises (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él estaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas.

Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.

La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.

15 comentarios:

  1. Don Gregorio: no me diga usted ahora que en su sabiduría no ha conseguido captar la fina ironía (cruel desde la visión anti-cristiana, digo yo) que intenté destilar en mi comentario anónimo en su post anterior.
    Sin más, sólo me queda que agradecerle éste honor que no merezco, como es el que me dedique un post suspirado, ni que sea por un malentendido.
    Por cierto, y ahora sí que se lo digo seriamente: los dioses quieran enviarme cuantos cantos de sirena crean convenientes. De lo que haremos con los cantos y con las sirenas, ya le escribo a usted otro día.
    Un saludo cordial, que no anónimo.

    ResponderEliminar
  2. Querido anónimo: que sí, hombre, que sí; que creo haberle entendido perfectamente.

    ResponderEliminar
  3. Disculpe usted de nuevo, Don Gregorio, más ya le creía preso de una rubia sirena mediterrànea con cola de merluza, a las orillas de su playa.

    ResponderEliminar
  4. El cxanto de las sirenas bien podía ser silencio si nos atenemos a una definición del mismo, creo que es de Compte - Sponville, que dice que silencio es el ruido sin significado (es aproximación, ya que cito de memoria).

    ResponderEliminar
  5. Para eliminar definitivamente este tipo de sirenas horteras (la Paloma, no las de Ulises), se necesita un buen antispyware, es decir, un eliminador de programas espía, un programa que debería tener todo aquél que navega por internet, lleno como está de Escilas y Caribdis. El mejor es éste., gratuito, por cierto.

    La instalación es muy sencilla, siguiendo este tutorial. Ya veréis que la cantidad de "mierdaspia" que debéis eliminar del ordenador es considerable.

    Al final del proceso, puede inmunizarse el ordenador utilizando el icono inmunizar.

    Y ahora ya podréis navegar con tranquilidad, sin necesidad de ataros a algún mástil para evitar los cantos y los impresentables que os espían.

    ResponderEliminar
  6. Ayer cantaba yo aquí, en silencio, de madrugada, Don Gregorio. Queriendo emular virtualmente el canto de las sirenas. Recordando este cuento que había leído hace muchos muchos años... y me ha pasado una cosa curiosa. Porque ayer no lo leí (tarde, muy tarde) y lo recordaba bellísimo. Y es que es de los cuentos que no me conmueve igual. En mi caso es así. Pero sigo estando de acuerdo (por vivencias personales) su silencio es un arma mucho más temible. Pero a condición de que se sospeche o se conozca la hermosa e irresistible condición del canto.

    Recuerdo que aquel día que leí esa historia escribí una carta... que decía las sirenas también lloran (como los ricos... misma época)porque yo me sentí como ellas y a mí me hiciste llorar.

    (era más bonito, más trabajado, más conmovedor.. el cuento me había inspirado mucho... no era mala estratagema pero ahora no soy tan romántica y empiezo a tener memorias de alzheimer y recuerdo eso sí que después me quedé en silencio :))

    Buenos mediodías, Don Gregorio

    Las pinturas... soberbias.

    ResponderEliminar
  7. Muchas gracias por las recomendaciones bibliográficas de ayer.

    Pero, de todas formas, yo esperaba que esos conocimientos fueran esotéricos y secretos, y va usted y los publicita aquí. ¡Menudo neocon de pega está hecho!

    ResponderEliminar
  8. RMF: A salvado usted a un náufrado. Tiene en mi, de aquí en adelante, a una persona dispuesta a lo que sea por usted, padrino.

    ResponderEliminar
  9. Chema: ¿Y si el gran secreto del esoterismo fuera que todo lo relevante ya está dicho en la superficie del texto exotérico?
    No tenga duda de que no hay ningún secreto straussiano que un lector atento (nada común, por cierto, pero este es otro problema)no pueda deducir de la lectura de sus obras. Y si quedase alguno, la correspondencia recientemente editada entre Strauss y Scholem se ha encargado de ventilarlo. Lo azorante, a mi modo de ver, se encuentra en el Strauss de los aos 30, y especialmente em su correspondencia con Carl Schmitt. ¿La conoce uisted?
    Hay muchos straussianos, como usted bien sabe. Si yo, que sólo me considero un lector (eso sí, apasionado) de don Leo, me tuviese que decantar por una corriente, le apuntaría dos nombres: George Anastaplo y Stanley Rosen.

    ResponderEliminar
  10. Kasandra: Sabe usted que es bien venida por el Café de Ocata, pero no me mienta. Las sirenas no lloran, lo que tienen en los ojos no son lágrimas, sino el agua del mar que las envuelve. Aunque... recuerdo ahora que un potea griego decía que el mar es una lágrima de Crono.

    ResponderEliminar
  11. Don Gregorio yo jamás miento del todo :)

    Pero cuando no hay sentimientos por el medio no lo hago bajo ningún concepto.

    Lo que ocurre es que usted no ha sido nunca sirena y no empatiza con ellas. Y así es muy fácil creerse todo eso que largó, entre otros Homero, acerca de sus lágrimas y durante siglos.

    No recuerdo sus nombres, ¿Ligia era uno? Es que no sé por qué me salen los nombres de las furias, al pensar en ellas... tal vez por cronos, sí.

    Yo siempre lloro cuando me adentro en las aguas del mar. Y puede que Cronos tenga la culpa por sus crímenes. Pero en realidad lloro como las sirenas sintiendo las nostalgia de la tierra que nunca se ha tenido. Y no ninguna furia.

    ResponderEliminar
  12. me encanta pasarme por este Café
    Luri, ponme un Suizo con mucha nata, que es lo mejor para escuchar cuentos.

    ResponderEliminar

La Isla de Siltolá

 I Finalmente, después de varios intentos fallidos, el mensajero nos ha encontrado en casa y me ha entregado los ejemplares de Una triste bú...