No sólo Macron se ve obligado a jugar este papel. No sólo él venía a cambiar el mundo y ahora tiene que atender las urgencias de la vida y de la muerte. No sólo él se ve obligado a reconocer que la realidad no está obligada a seguir el cauce que le marcan nuestros proyectos.
La prensa norteamericana habla de "la nueva normalidad". Vería yo más ajustado a los hechos hablar de la inesperada anormalidad. No creo que nos podamos acostumbrar a esto. Aunque dudo que podamos recuperar, al menos a corto plazo, lo perdido. La nueva normalidad es, en realidad, la incertidumbre. Parece evidente que no podemos pagar la factura económica que supondría hacer lo que debiéramos hacer para preservar la salud, pero no sabemos si podremos soportar la factura humana de no poder pagarla.
Toda nuestra confianza está puesta en la ciencia. Esperamos que se descubra pronto un tratamiento, una vacuna, algo que nos permita recuperar la abandonada previsibilidad de nuestras vidas. Es decir, ponemos nuestra fe en las elites cognitivas. Pero actuamos en nuestras instituciones educativas como si el conocimiento fuese una carga que no debiera molestar la estabilidad emocional de nuestros jóvenes.
Ayer fue el cumpleaños de mi nieto Gabriel. 6 años. Él, que siempre está hablando de "la familia", se queja de que "este mes de abril no me está gustando nada, nada". Mi mujer y yo fuimos a visitarlo por separado y a feliciarlo desde la calle, mientras él se asomaba al balcón de su casa. Eso sí, llevábamos un bolso de la compra, por si acaso...
Tres cosas más a las diez en punto.
1. En la panadería a la que voy habitualmente a comprar el pan me han hecho un café con leche. Mi deuda con ella no caducará jamás de los jamases. La felicidad puede ser un café con leche en un día luminoso de primavera.
2. Un diálogo en plena calle:
- Se puede salir de casa tranquilamente porque no hay casi nadie en la calle.
- Pero no hay casi nadie en la calle porque los que se quedan en casa no piensan como tú.
3. En mi corto paseo de casa a la panadería y de la panadería a casa he visto dos puestos de venta de mascarillas. Uno, en una tienda de ropa de niño con la persiana a medio bajar; el otro, en un garaje. En los dos sitios había cola. Sensación de mercado gris oscuro.
Tres cosas más a las diez en punto.
1. En la panadería a la que voy habitualmente a comprar el pan me han hecho un café con leche. Mi deuda con ella no caducará jamás de los jamases. La felicidad puede ser un café con leche en un día luminoso de primavera.
2. Un diálogo en plena calle:
- Se puede salir de casa tranquilamente porque no hay casi nadie en la calle.
- Pero no hay casi nadie en la calle porque los que se quedan en casa no piensan como tú.
3. En mi corto paseo de casa a la panadería y de la panadería a casa he visto dos puestos de venta de mascarillas. Uno, en una tienda de ropa de niño con la persiana a medio bajar; el otro, en un garaje. En los dos sitios había cola. Sensación de mercado gris oscuro.
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