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lunes, 27 de abril de 2020

Días de coronavirus, 63. Albañiles.

"El secreto de la felicidad es encarar el hecho de que el mundo es horrible, horible, horrible", dejó dicho el horrible Bertrand Russell, una depredador afectivo que allá por donde pasaba no dejaba más que corazones calcinados y cenizas (en Alan Wood, Bertrand Russell, the Passionate Sceptic). 

En realidad, el mundo es tal como a uno le va y la manera de como a uno le va algo depende de su voluntad de encontrar belleza incluso entre los escombros. 

Ayer fue un día hermoso, con un sol radiante, cielos altos, la primavera explotando y niños por las calles. Mi impresión es que la gente sabe lo que se juega, aunque no todos con la misma claridad. Mi nieto Gabriel vino a visitarnos y nos encontramos, a la debida distancia, en la calle.

Mi mujer y yo nos pasamos la tarde limpiando a fondo. Alguien dijo que uno no sabe lo que tiene hasta que no se empeña en limpiar a fondo. Pues eso... Pero estábamos obligados a hacerlo porque hoy, lunes, nos venían albañiles a casa -¡ya están aquí!-, que es una de esas cosas que, cuando han de hacerse porque no hay otro remedio, te animan a ver a Bertrand Russell como un paladín de la moderación. Curiosamente, esta mañana me he despertado con la conciencia clarísima de lo que estaba soñando: me había olvidado de hacer un mapa de Inglaterra que la profesora de inglés de la escuela nos había mandado de deberes. Nunca tuve una profesora de inglés en la escuela, pero sí he tenido albañiles en casa. A veces -aunque muy de cuando en cuando-  sueño también que me llega una carta de la facultad diciendo que me falta un examen para que tengan validez mis títulos. Me imagino que son así los sueños de pobre.

Teniendo albañiles en casa es imposible no creer en el desconfinamiento.

10:18: Añado, tras venir de hacer la compra:

¿No os parece que hay demasiada gente esperando, expectante, encontrar en el comportamiento ajeno motivos para escandalizarse, como si creyeran que son tanto más morales cuanto más reniegan? Y cuando no encuentran en la superficie lo que buscan, escarban.

Al escribir "escarbar" he pensado en una moral de mondadientes.



Se me puede objetar que esta actitud es tan antigua como la misma vida en común, pero yo creo que las beatas de antes eran más honestas, porque sabían muy bien que eran las beatas del pueblo. La historia de los últimos 50 años podría explicarse como la de la metamorfosis de las beatas.

5 comentarios:

  1. El neobeato, anticipo del último hombre. Va a ser eso.

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  2. Sobre el neobeaterío, constato que acechar a un político retirado para grabarlo sin su permiso cuando camina deprisa es actividad esencial

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  3. Casi añoro aquellas beatas que ayer, desde la penumbra de las iglesias controlaban a los parroquianos, al cura y hasta al mismísimo Dios, siempre dispuestas a avergonzar al pecador y a castigarlo a cristalo limpio... hoy, las neobeatas son mucho más jactanciosas.

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  4. Si obviamos lo de ayer, que solo ver las fotos se siente miedo por la irresponsabilidad ajena y sus consecuencias compartidas. La gente es envidiosa. ¿Qué daño puede hacer que alguien pasee a su perro siete veces al día si va solo con el animal por la calle? Pues lo denuncian. Envidia, algo inherente a la humanidad.
    SAludos.

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