Día -¡al fin!- de trabajo intenso y productivo. Productivo no significa que haya escrito páginas admirables, ni tan siquiera que haya avanzado en la resolución de algo, sino que me pasé el día ahondando en la complejidad de un problema que tenía entre manos. Digamos que al anochecer su complejidad era mucho mayor que al amanecer. Y eso está bien. Quisiera escribir una defensa del humanismo, escandalizado como estoy por lo que estamos haciendo con los ancianos. Tengo la sensación de que nos estamos derrotando moralmente a nosotros mismos al plantearnos siquiera la cuestión de qué vidas son más o menos útiles. Una vez abierta esta rendija, los fantasmas que se cuela por ahí son incontrolables. Volví a Kojève y me llevé un interrogante a la cama: ¿Y si el poshumanismo ya ha tenido lugar y estamos viviendo en una situación en la que no nos importa a cuánto tenemos moralmente que renunciar para preservar nuestro bienestar material? Agamben parece no dudar de que, efectivamente, esto es lo que pasa. Pero no deja de ser pasmoso que los jóvenes no comprendan que los viejos no son alienígenas, sino, simple y estrictamente, su futuro.
La perplejidad se me hizo explosiva cuando me detuve ante el siguiente dilema moral que nos presenta Saul Smilansky, un profesor de filosofía de la Universidad de Haifa: Lo que somos no es independiente de lo que nos ha hecho, así que o lo queremos todo o lo rechazamos todo. ¿Si pudiéramos hacerlo, qué preferiríamos: eliminar del pasado las circunstancias calamitosas que, sin duda, provocaron enormes sufrimientos a otras personas, eliminando también la posibilidad de nuestra existencia, o elegirnos a nosotros y por lo tanto todo lo que nos ha hecho posibles, incluyendo el sufrimiento ajeno? (Saul Smilansky, “Morally, Should We Prefer Never to Have Existed?” Australasian Journal of Philosophy).
Un dilema, si. Se aplica una medicina de guerra en tiempo de paz. Y la inmoralidad que se consiente en la excepcionalidad de la guerra se aplica como regla procedimental en tiempo de paz (aunque de alarma). Y casi emitido en primer time. Ocultar cifras o imágenes no sirve de mucho contra las redes voraces y una percepción universal de inequidad. A todos hiere el bicho, pero algunos tienen más papeletas para que les mate. Y sobre el es de la epidemia se nos ha plantado un ominoso deber ser o un encogimiento de hombros. Es lo que hay. Dicen. De todas maneras esta es la primera fase del asunto, luego vendrá el examen...
ResponderEliminarLo que se está haciendo con los ancianos, limitarlo en el tiempo de la pandemia, solo nos da una visibilidad parcial. Los ancianos pertenecen a un grupo poblacional que, según la mayoría, ya no aportan nada al bienestar común. ¿Por qué se le presta atención a los niños necesitados? Porque de mayores aportarán a la sociedad y así ésta se cobrará lo invertido. El altruismo no existe. La sociedad en su profundidad es egoísta y siempre espera recibir algo a cambio de lo que hace.
ResponderEliminarMoralmente una vergüenza, socialmente un error.
SAludos.
Querido Gregorio,
ResponderEliminarGracias por estar ahi.
Javier Usero.