Derrida señaló una inquietante similitud entre el animal, el criminal y el soberano.
Ninguno de ellos respeta la ley.
El animal (incluyo aquí al coronavirus), simplemente la desconoce. Vive en la inconsciencia de la ley.
El criminal, la conoce. Tanto es así, que la posibilidad de su existencia como fuera de la ley depende de la existencia previa de la ley. Tiene experiencia de los beneficios que pueden proporcionarle el saltársela. Como se cree más listo que la ley, la amenaza de la pena no lo frena. Es menor que su confianza en sí mismo. Se cree el soberano, pero no lo es. Es sólo su parásito.
El soberano es el que crea la ley y, por lo tanto, vive por encima de la ley. Por eso se cree capacitado para hacer leyes nuevas.
El criminal vive de trampear con la ley; el animal, de ignorarla; el soberano, de crearla.
En situaciones de crisis, como la actual, se sitúan frente a frente el animal y el soberano. El criminal es sólo una anécdota a pie d página. Son los dos primeros los que escriben la historia porque ambos compiten por la creación de lo nuevo.
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