B. me envía un interesantísimo artículo que Bernard-Henri Lévy firma en Le Point ("Hystéro-virus", 9 de abril de 2020).
El filósofo francés comienza repasando dos importantes pandemias de la segunda mitad del siglo XX por las que hemos pasado muchos de nosotros. La primera, la gripe asiática de 1957-58, causó la muerte de entre uno y dos millones de personas. La segunda, la gripe de 1968, conocida como gripe de Hong Kong, se cerró con, al menos, un millón de muertos.
Observa Bernard-Henri Lévy que nadie se acuerda de estas dos pandemias por la sencilla razón de que nadie las consideró dignas de ser rememoradas. En su transcurso, nadie imaginó, tampoco, la posibilidad de un confinamiento masivo o de paralizar la economía. Podemos sospechar, pues, que no son los hechos colectivos los que dejan por sí mismos una huella en nuestra memoria, sino el eco que esos hechos encuentran en los medios de comunicación. Un acontecimiento no es histórico, ni marca la frontera de un antes y un después colectivo si los medios de comunicación no se empeñan en asegurarnos que será así.
Hoy, resalta Lévy, sin darnos apenas cuenta de la relevancia de lo que estamos haciendo, consideramos como algo evidente que la vida tiene prioridad sobre la economía. “Eso es magnífico”. Pero no debemos olvidar que, en contra de lo que frecuentemente se oye, no estamos ante una tragedia sin precedentes, sino ante una histerización mediática de una tragedia, porque los “showcratas de los medios de información” se han empeñado en que así sea.
La pregunta que esta situación le sugiere a Lévy es inquietante: “¿Qué privilegios, qué derechos y libertades estamos dispuestos a sacrificar en el altar de nuestro sueño de un Estado sanitario en el que nos curaríamos de todo, hasta de la muerte?” Al leer esta pregunta he pensado inmediatamente en el "Estado universal y homogéneo" de Kojève, que garantizaría nuestro bienestar colectivo y nuestros pequeños placeres cotidianos a cambio de ir diluyendo en el caldo de la satisfacción corporal la sustancia moral de una democracia digna de su nombre.
Hay dos miradas posibles a la historia, que son también las dos maneras posibles de entenderla. La primera es la que lanzamos desde los valores del presente al pasado y, la segunda, la que lanzamos desde el pasado al presente. Todo se ve distinto según la perspectiva elegida. Por ejemplo, la actual pandemia, vista desde el pasado es una más, y no de las más graves porque nos pilla con un sistema de salud muy sofisticado, pero que puede tener consecuencias importantes por nuestra manera de afrontarla. Vista desde el presente, creemos estar asistiendo al derrumbe de algo indefinido y al nacimiento de no sabemos muy bien qué.
La última frase es lo mejor de un magnífico artículo. Felicidades.
ResponderEliminarAunque lo dijese Hitler es cierto ¿quién se acuerda de los armenios?
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