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viernes, 3 de abril de 2020

Días de coronavirus. 38. Mascarillas

I
Tras asegurarnos que las mascarillas no servían para nada, las "autoridades" nos advierten ahora que no podemos salir a la calle sin ellas. Sin embargo, no hay manera de comprarlas. ¿Dónde las ha conseguido toda esa gente que ha comenzado a llevarlas como bozal de su desconfianza?

II
Nunca he sentido tan evidente como estos días aquella sentencia que, según Leo Strauss, le repetía su abuela: "Te maravillarías, hijo mío, si supieras con qué poca inteligencia está gobernado el mundo". Y la política no tiene reservas de inteligencia a las que recurrir.

III
Hoy he sentido de manera muy viva cómo diferentes personas se alejaban de mí, en la calle y en el mercado, tomando una distancia elusiva que entiendo, pero que no deja de ser la del temor al apestado. ¿Será porque no llevo mascarilla, por ser viejo, porque cada vez hay más miedo... o por todo junto?

IV
He mantenido una larga conversación por zoom con un pedagogo de la República Dominicana. Me ha costado responder a su pregunta por cómo van las cosas en España. He optado por la mentira piadosa.

V
Xavier de Maistre nos asegura en su viaje alrededor de su habitación que se siente "lejos de los inquietas preocupaciones de los hombres e independiente de la fortuna". Definitivamente, mi habitación es muy otra.

VI
Hay otro libro del que se está hablando mucho estos días, La peste, de Camus. Allí encontramos una sentencia que reclama nuestra fe: "Lo que aprendemos en medio de las plagas es que hay más cosas que admirar en los hombres que cosas que despreciar." Me parece a mí que las situaciones de excepción no hacen más que sacar a la superficie, ampliándolo, lo que cada uno ha ido construyendo en las situaciones de normalidad.


VII
Las 20:00, comienzan los aplausos. Dejo esto para unirme. Hoy me apetece más que ningún otro día. Son señales de navegantes perdidos en alta mar. Pero antes les diré que tengo la fortuna de estar leyendo una joya que ha caído casualmente en mis manos:



1 comentario:

  1. Sobre la aparición pública de las mascarillas he llegado a la conclusión de que en España las vírgenes prudentes se ríen junto a las necias del exceso de precauciones, hasta que llegado el caso, y para sorpresa de las necias, sacan el recipiente de aceite que guardaban escondido. Lo dice una virgen necia.

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