Ayer por la tarde, no sé muy bien por qué, viví un fuerte bajón anímico. ¿El primero?
De repente comencé a pensar que el hecho de haber estado protegido hasta hoy no significa que mañana no vayas a infectarte y que el hecho de haber generado anticuerpos positivos no es una garantía de protección y me vi a mí mismo recluido en casa por tiempo indefinido para proteger una fragilidad que la misma reclusión fragilizaba. Al mismo tiempo recibí varios mensajes de amigos que me comentaban que se lo estaban pasando mal, bien porque sus negocios estaban acumulando pérdidas cada día, bien porque estaban hartos de la cuarentena.
Todos los planes que tenía para este año se han visto alterados. Las fechas de entrega de varios textos se han pospuesto sine die y me vi rodeado de proyectos ilusionantes truncados. Me encerré en mi cuarto y sentado en el sofá estuve un buen rato sin hacer nada, sintiendo pasar el tiempo de manera deshilachada y vaga. Pasado un rato, comencé a leer. Me entretuve un poco con La educación de los hijos, de Nebrija y decidí que tenía que escribir algo sobre ese interesantísimo texto, pero pronto pasé a otra cosa, y a otra, y finalmente me fui a la cama dejando varios libros abiertos sobre la mesa. Me costó dormirme. Me sentía recluido dentro de la reclusión y mis pensamientos me llevaban a otra reclusión, la interior, que era como la reclusión de un vacío.
Hoy estoy más animado. Me imagino que no sólo las estadísticas del coronavirus tienen dientes de sierra.
Gregorio querido,
ResponderEliminarKeep on fighting and reading and writing.
We need you here.
El de Estepona.
Esto plancha al más pintado. Va por días. .
Eliminar