Tras varios días grises, vuelve el sol a lucir radiante, para iluminar nuestro desconcierto. Pero esto es la primavera: tiempo variable, como la historia. Ayer en España superamos los 10.000 muertos. Es decir, los 10.000 muertos registrados por coronavirus. ¿Recuerdan cuando nuestro mayor problema por estas fechas eran las alergias? ¡Cómo ha envejecido la normalidad!
Parece que las cifras que se nos dan, tanto aquí como en el resto de países, hay que tomarlas con precaución. Pero es difícil saber qué información es la fiable. En El País se puede leer hoy que sólo en uno de los cementerios de Wuhan han ingresado más cadáveres estos últimos días que el número total de fallecidos en toda China. ¿Es verdad? Si lo fuera, sería una verdad bien paradójica, ya que las imágenes que nos están llegando de esta región nos muestran que, dos meses después del estallido del coronavirus, las tiendas vuelven a abrir y la gente regresa a las calles, parte esencial de nuestro ecosistema existencial.
Uno de los males asociados al coronavirus es la incertidumbre. Es difícil saber a dónde mirar para encontrar información fiable. A las redes sociales, no, que se han convertido en una pugna feroz de ladridos. Pero el auténtico problema es la mirada de escepticismo que dirigimos a las autoridades que nos debieran estar liderando.
Otra flor negra que florece en esta primavera atroz: el paro. En marzo aumentó en España en 302.365. No están registrados los ERTES. Un ERTE viene a ser como el limbo del empleo.
Una curiosidad: En los últimos días se han disparado las visitas de norteamericanos al Café de Ocata. Bienvenidos sean.
Una curiosidad: En los últimos días se han disparado las visitas de norteamericanos al Café de Ocata. Bienvenidos sean.
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