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martes, 31 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 32. Minc

Alain Minc firmó ayer un interesantísimo artículo en Le Figaro: "Frente a la crisis, los estados y las sociedades civiles ofrecen serias razones para la esperanza".

Es un artículo que pone la probidad al servicio de la salud política colectiva, del que extraigo cinco ideas:

La primera: "En nuestra turbia vida cotidiana, es una higiene psicológicamente saludable atender a las razones para ser optimistas. Las autoridades se equivocan al proclamar que estamos experimentando una crisis peor que la de 1929: es paradójicamente gracias a ellas por lo que evitaremos otra Gran Depresión. Si los gobiernos y los banqueros centrales de aquel momento hubieran tomado las medidas adoptadas hoy por sus sucesores, tal vez Occidente habría evitado la cadena fatal que condujo a Hitler."

La segunda: "¿Quién hubiera imaginado que las opiniones mórbidamente individualistas, narcisistas y anarquizantes, tan renuentes a todas las formas de orden, aceptarían sin protesta restricciones en su forma de vida que ni siquiera habían conocido en tiempos de guerra y, lo que es más, las aprobarían en proporciones increíbles?"

La tercera: "¿Quién hubiera pensado, hace dos meses, que "héroe anónimo" pasaría a ser en un término genérico? No me refiero sólo a los trabajadores de la sanidad, sino a todos los trabajadores que se hacen cargo del país todos los días, desde cajeros hasta basureros, policías, repartidores, comerciantes..."

La cuarta: "En un mundo que se empeñó en descalificar cotidianamente la acción política, esta acción está conociendo una legitimidad desconocida durante década".

La quinta: "Un mínimo contrapunto a la dictadura del pesimismo y la melancolía es esencial".

Días de coronavirus, 31. Lo que aprenderemos.

I
Tal como funcionan los debates políticos y dada la convicción generalizada de que el valor de un argumento depende de si el que lo defiende es de los nuestros, podemos establecer ya con certeza una de las enseñanzas que sacaremos de todo esto: la culpa la tuvieron los otros.

II
Los hogares familiares se han convertido en las trincheras de esta singular guerra contra el coronavirus. Y el armamento más poderoso de las familias resulta ser la serenidad, la organización y la alegría.

III
Se necesitan tests para saber quién ha producido ya los suficientes anticuerpos como para ponerse a trabajar y sacar a flote nuestra economía. ¿Es así, verdad?

IV
El pasado mes de julio, paseando en la placidez de la noche vallisoletana, Joan José Laborda se lamentaba del poder creciente de la "efebocracia" en el seno de los partidos políticos. No podíamos sospechar que medio año después veríamos desplegado todo ese poder socialmente en el menosprecio de la vejez al que estamos asistiendo.

V
Emilio Lledó es un filósofo que me gusta bastante cuando calla. Cuando habla dice cosas como esta: "Ojalá el virus nos haga salir de la caverna, la oscuridad y las sombras”. Todo filósofo que crea que hay una salida de la caverna, ha leído mal a Platón.

VI
Mi admirada y querida María Blanco en El Español: "La deuda es la nueva esclavitud". ¡Si al menos fuéramos capaces de aprender esta sencilla y obvia lección!

lunes, 30 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 30. El Cultural

El Cultural ha enviado a catorce personas a decir algo con sentido en cuatro líneas sobre lo que nos pasa. Pueden encontrar las 14 aportaciones AQUÍ.

La mía, titulada "El futuro de la arrogancia", es la siguiente:

Hasta el 8 de marzo todo era política: la ley, la caricia, el género…Ahora nos recluyen porque todo lo que la política puede ofrecernos para calmar nuestra inquietud ante la naturaleza, es la promesa terapéutica de dos límites: la frontera nacional y la casa familiar. ¿Quién nos iba a decir que íbamos a encontrar refugio contra la naturaleza en la patria y en la familia? La ciencia, claro, no sabe ofrecernos nada de esto.

El Estado, repetíamos, era una entidad prepotente predispuesta a transformar cualquier emergencia en estado de excepción. Pero ahora el propio Estado anda asustado por la soberbia de un virus minúsculo, que es el auténtico soberano, porque no discrimina. Estamos perplejos porque antes fuimos arrogantes en la demagogia y en la negligencia, y del desdén al miedo hay un paso. En el rico e hiperideologizado Occidente, habíamos olvidado la naturaleza, un recuerdo que sólo se podían permitir los países pobres. ¿Aprenderemos algo de todo esto? Lo mismo que en la pasada crisis económica: que la memoria es la gran prófuga de la política, pero quien no sepa soportar la frustración, no sabe nada de política.

Yo me reafirmo en convicciones que ya tenía: que cuando las grandes instituciones se tambalean, la familia sigue ahí ofreciendo una solidaridad inagotable; que las naciones son instituciones morales y los virus no; que los Salvini se alimentan ideológicamente de lo que los Trudeau no saben gestionar.

Días de coronavirus. 29. Una máquina elevadora.

Estoy recibiendo llamadas telefónicas muy extrañas. Dado que van en aumento, no sé si obedecen a un incremento paralelo de la confusión general o a que el aburrimiento acaba expulsándonos de la televisión y arrojándonos al teléfono.

Acabo de pasar cinco minutos al teléfono convenciendo a una tal Aurelia de que yo no era Lorena. Y no sé si lo he logrado del todo.

Ayer por la noche, muy tarde, me llamó un señor con acento  andaluz que quería comprar mi máquina elevadora. Tampoco había manera de convencerlo de que yo ni sé que es eso. El hombre insistía en que había visto el anuncio por algún sitio.

El sábado me llamaron para preguntarme a dónde tenían que ir a buscarme.

Que quede muy claro: no me quejo. Al contrario, agradezco mucho cada llamada. De hecho, estiro cuanto puedo el hilo de la conversación, porque en tiempos como estos, no hay que desperdiciar ninguna oportunidad de distracción. Un ratico de diálogo de besugos con un desconocido que duda de tu identidad es una bendición del cielo que hay que agradecer con buenas maneras, educada, amable y pacientemente.

Días de coronavirus. 28. Liderazgo

Lunes. El cielo muestra una azul desvaído, cansado, de una irregular aguamarina, que no acaba de definirse. Es un color de paréntesis, de mientras tanto, de espera.

Me acaba de escribir un amigo, L., desde Madrid. Son cinco en casa, el matrimonio y tres hijos pequeños. La mujer está recluida en una habitación con fiebre y rendida de cansancio. "Hay reclusiones en la reclusión", me dice. 

Decía Maura que gobernar es, obviamente, dirigir, pero para dirigir eficaz y democráticamente hay que saber "infundir aliento en los demás y llevar la fuerza tras de sí". Nosotros tenemos quien nos mande, pero no está del todo claro que tengamos quien nos gobierne. El gobierno está dando una imagen de división interna en estos momentos tan críticos que no contribuye a tranquilizar los ánimos colectivos. Los ministros de Unidas Podemos, con muy poco respeto por las reglas elementales de juego de un gobierno de coalición, filtran a la prensa sus propuestas maximalistas, sabiendo que el debate inevitablemente las modificará, para así pasar ellos por la izquierda genuina. Viven en una continua campaña electoral. Nadia Calviño, la ministra socialista que supuestamente coordina todos los asuntos económicos, parece que ya ha amenazado alguna vez con la dimisión porque las propuestas de Unidas Podemos le parecen inaceptables. La tensión se produce -insisto, por lo que parece- entre los que quieren gastar más, aunque se lleve la economía a la UCI y los que se preguntan de dónde sacar el dinero y cómo levantar cabeza tras la crisis. Nada parece más lógico que la existencia de divergencias en una situación como la presente, pero al hacer publicidad de ellas con motivos partidistas, podemos preguntarnos si el Presidente del gobierno es capaz de infundir aliento en su gobierno.

domingo, 29 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 27. Sofá

I
El sofá cansa. Y cuanto más cómodo, más cansa.

II
Hay tardes en las que sólo hay dos alternativas al sofá.

III
La primera es la del frigorífico. Pero hay que resistir. Mejor optar por el cansancio.

Nunca había intentado ver tanta televisión como ahora. La tele aburre.

La tele aburre, el sofá cansa, el frigorífico es un instrumento de tortura de la voluntad.

III
La segunda alternativa es ir al baño. Puedes subir y bajar escaleras, hacer lo que tengas que hacer, lavarte las manos, entretenerte con las formas de las aguas de una baldosa, mirarte en el espejo, aprovechar para echar una mirada al exterior. Está lloviendo.

IV
 Me refugio finalmente en mi cuarto. Más sofá. Vuelvo a Quevedo. Comienzo Visita de los chistes

Días de coronavirus. 26. Quevedo a la luz.

Mañana espléndida, un auténtico regalo primaveral. En la terraza, tumbado a la bartola con los Sueños en la mano. Quevedo me arranca de vez en cuando una carcajada y en cada página me presta algún motivo para la sonrisa. Me voy entregando dulcemente a ese rescoldo de luz que crece en mí. Hay una brisilla leve, de nuevo aliento, que permite que el sol me vaya macerando en una placidez serena. Esta mañana el alma me viene a la medida del cuerpo. Mientras tanto, en el horno se está haciendo una lubina a la sal. Somos dos, pero somos un mundo. 

Se pueden disfrutar paréntesis de felicidad suspendida en el aire en medio de la peste que todo lo emborrona porque en esta mañana todo es presente. No hay vacíos que llenar y la mirada está satisfecha con lo que alcanza a ver.

Mañana volverá a ser lunes.

sábado, 28 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 25. Páthei máthos

Esto que hoy llamamos pandemia durante muchos siglos se llamó plaga y todo el mundo sabía que las plagas siempre vuelven.

Mi abuelo Federico recordaba a veces la plaga que vivió en 1918 (mi madre tenía 3 años y mi padre, 5), la de la Gripe española, y contaba de manera muy dramática y misteriosa que la gente se moría de repente, que igual estabas hablando con uno en la plaza y súbitamente caía fulminado por la muerte. No sé qué había de verdad en esos recuerdos, pero lo que me interesa resaltar es el recuerdo mismo.

"¿Qué cambiará tras el coronavirus?", se empeñan en preguntarme. 

"Lo mismo que tras la primera guerra mundial", he contestado hoy. Es decir, buenos propósitos olvidados al poco tiempo y la memoria herida de los supervivientes que tenderán, de forma espontánea, a añadir de vez en cuando una pincelada dramática a las historias que contarán a sus nietos para ganarse su atención.

Las crisis graves producen una gran cantidad de literatura sobre lo que ya no volverá a pasar. Me imagino que necesitamos fe en nosotros mismos y eso nos ayuda a pensar que somos listos y que ciertos errores de bulto relacionados con lo inmediatamente vivido no se cometerán nunca más.  

Es falso. El hombre siempre tropieza en las mismas piedras (las de su naturaleza).

Una de las características de la vida política es la mala memoria. El hombre vive hacia adelante y no suele mirar al retrovisor. Somos, en la vivencia inmediata de nuestras cosas, más futurizadores que rememoradores. Pero es que, además, las nuevas generaciones nacen, afortunadamente, sin memoria, y en poco tiempo, entre la desmemoria de unos y la novedad biológica de otros, vamos dejando aislados a los supervivientes traumatizados. 

El olvido de las permanencias antropológicas es una de las características del presente y el pensar que vamos a aprender no sé cuantas cosas de nuestro dolor, una de las manifestaciones de este olvido.

Nadie ha reflexionado más que los griegos sobre el "páthei máthos" (πάθει μάθος), es decir, sobre las enseñanzas del dolor. Su conclusión fue que a algunos el dolor les enseña a ser humildes. Pero la humildad nunca estuvo muy de moda en política.



La gripe de 1918. ¿Observan las máscarillas?


Días de coronavirus. 24. Los tiempos de nuestras vidas

Artículo en el Zibaldone de El subjetivo:

Los tiempos de nuestras vidas. Una reflexión sobre la serenidad

viernes, 27 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 23. Re-pug-nan-te

El primer ministro de Portugal, Antonio Costa, lo ha dicho resaltando cada sílaba: "Re-pug-nan-te”.

Respondía así a una embestida que el ministro holandés de finanzas acababa de dirigirnos a España e Italia, al sugerir que sería interesante investigar por qué carecemos de los recursos necesarios para afrontar esta crisis, a pesar de que la zona euro lleva siete años ininterrumpidos de crecimiento.

Habiendo tantos muertos por medio, esta reticencia a tomarse en serio los estragos de la pandemia del coronavirus tiene, efectivamente, algo de repugnante. Pero precisamente por ello no debiera hacernos olvidar un punto bastante elemental: cuanto menor sea el déficit de un país, más margen de maniobra tiene ante situaciones imprevistas y menos expuesto está a soportar inoportunos reproches. 

Los antiguos sabían que, como a las vacas gordas les suceden siempre las vacas flacas, no conviene que la llegada súbita de estas últimas nos pille con las arcas vacías. Menos conveniente es aún que nos pille cargados de deudas.

Días de coronavirus. 22. Amanece

Amanece y ya sé todo lo que haré a  largo del día. Decidme la hora y yo os diré cuál será mi actividad o mi pasividad. Será la de ayer y la de mañana. Únicamente los cielos cambian cada día la intensidad de su luz. Mientras tanto, ahí fuera, las glicinas llevan avanzada su floración y millones de flores se marchitarán en los invernaderos y campos de cultivo porque se han quedado sin destino.

Coléte Stérol, "Coronamaison"

jueves, 26 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 21. Terapia

I
No hay alternativa científica a la política. Por eso el político que se parapeta tras los científicos es muy mal político. Las cosas humanas no son cosas de tubos de ensayo. Pero es que, además, la ciencia pocas veces ha sido una voz unánime. La ciencia suele ser -y ahora lo es- una polifonía. Lo que podríamos llamar la “epistemocracia”, es decir, el gobierno de la ciencia o de los sabios es una pesadilla.

II
Entre los científicos también hay populistas.

III
Acabo de enviar un largo artículo, de 7 páginas, a The Objective. Saldrá el sábado y comienza así: 

“Todo estaba preparado -¿recuerdan?- para que el Mobile World Congress nos confirmara que el futuro ya era una rutina, que la tecnología 5G, los big data y la inteligencia artificial tomaban el mando… y, de repente, a un chino normal y corriente le da por zamparse un filete de pangolín (o de civeta o de murciélago -¡qué más da!) y, de nuevo, el factor humano mandó al carajo a nuestras agendas y puso al mundo en cuarentena".

IV
La política se ha transformado en terapia. Pero terapia política. 

V
Hay un riesgo enorme en atender la terapia y olvidar la economía, porque una mala economía sólo puede proporcionar una mala terapia.

Días de coronavirus. 20. Rutinas

Los días van perdiendo su nombre a medida que se suceden en una procesión de clones. ¿Es hoy miércoles o jueves? ¿Fue ayer o anteayer cuando...? Por su consistencia todos saben igual. Van todos de uniforme. Sin embargo, me considero afortunado por vivir en una casa unifamiliar con una pequeña terraza y un pequeño patio trasero. Puedo salir a "que me dé el aire", a empaparme lánguidamente de sol o a ver cómo mi mujer se empeña en mantenerse en forma saltando a la comba a un ritmo frenético.  ¿Cómo pasará estos días una familia de cinco miembros en un piso de 80 metros cuadrados? Me considero afortunado, también, por tener tantos amigos que me escriben o me llaman interesándose por mi salud. 

Ayer me comentaba el frutero que tiene dos tipos de clientes, los viejos y los demás. Los viejos llegan preocupados, tristes, apenas hablan. Se sienten la diana de esta crisis. Los demás están pasando una cuarentena, más o menos incómoda, pero que obedece a una amenaza remota. Poco después pude confirmar sus palabras viendo el vacío que se creaba en torno a una anciana con un carrito de la compra.

Afuera se suceden las pugnas políticas -que muestran la falta de un liderazgo claro en la gestión de la crisis- y las noticias sobre heroísmos y miserias humanas. Ambas cosas van unidas. Si hay héroes es porque no todos lo somos y si las miserias son noticia es porque mientras nos escandalicemos nos sentimos humanos. 

Mientras tanto, la primavera sigue asomándose a nuestras ventanas, a incordiar.  

miércoles, 25 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 19. Médicos.

"Los médicos, conscientes de la fragilidad humana y conociéndola bien, son a menudo, en novelas y películas, los personajes más tolerantes e indulgentes, con una cara 'resignada y tranquila' (Carlo Collodi), solidarios de los márgenes extremos de la vida humana."

- Carlo Ossola

Días de coronavirus. 18. Los apestados.

Las crisis, inevitablemente, sacan a relucir nuestras mejores virtudes y nuestros peores defectos. Son tiempos de cobardes y de héroes, de apóstatas y de mártires. 

Dos ejemplos. 

El martes pasado en La Línea, decenas de personas apedrearon y abuchearon a los policías que custodiaban a un grupo de 28 ancianos con coronavirus que trasladaban a esta ciudad desde la residencia de Alcalá del Valle. Los ingresaron en la residencia Tiempo Libre (¡cómo juegan con nosotros nuestras palabras!), dejando allí un dispositivo policial para garantizar la seguridad de los recién llegados.

El mismo día, en la residencia San Jerónimo, de  Estella, 15 trabajadores decidieron encerrarse con los 62 ancianos residentes, recluyéndose para pasar junto a ellos el tiempo que haga falta. Todos los ancianos están sanos, pero así garantizan, cortando el contacto con el exterior, que lo seguirán estando. La idea surgió de los propios trabajadores. 

En la mayoría de las residencias el virus no lo introducen los ancianos, sino el personal que los cuida o los familiares que los visitan.

martes, 24 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 17. Reticencias

Vengo de hacer la compra. Caminar es cada día que pasa un placer a la vez más intenso y más reticente. En el supermercado han cerrado la panadería, la pescadería y los productos cocinados. Pero lo que más me ha sorprendido ha sido comprobar que la distancia de precaución, que era, hasta hace poco, una distancia de educación que hemos ido ensayando con buena fe, se ha convertido en una distancia de miedo. Nos rehuimos, nos separamos cuanto podemos, intentamos no cruzarnos en la acera, no rozarnos en el supermercado. Las reticencias crecen.

Días de coronavirus. 16. Justicia y santidad

I
Comentada hace unos días que, en tiempos de normalidad y previsibilidad, es fácil ser kantiano, pero que cuando nos atrapa una crisis, nos deslizamos rápidamente hacia el utilitarismo. Rawls concluyó, al observar este hecho, que estamos atrapados en una doble moral, según sean las que, siguiendo a Hume, llama  “circunstancias de la justicia”. 

La circunstancia que hace posible la justicia es para Rawls “la escasez moderada”. La justicia es necesaria porque competimos entre nosotros por bienes moderadamente escasos. Pero si lo que está en pugna es un bien que afecta a mi propia existencia, entonces veo las demandas de los otros como un riesgo existencial.

No siempre es así. Algunos, cuanto mayor es el riesgo existencial, más afirman su voluntad de mantener firme el principio kantiano del respecto absoluto de la dignidad del otro, sean las que sean las consecuencias. Es lo que hacen los santos, muchos de los cuales no han leído a Kant, pero sí el Evangelio. Es el caso de Giuseppe Berardelli, un sacerdote italiano de 72 años, que ha renunciado al respirador que su parroquia (en Bérgamo) le había comprado, para cedérselo a un joven desconocido, gesto que le ha costado la vida.

Don Giuseppe

II
Ayer recibí este mensaje alarmista: "Buenos días, de manera extraoficial me han dado información de que se tiene pensado declarar el estado de excepción, por lo que ello conlleva, si no me han engañado y creo que no, le aconsejo que haga acopio de comida saludos." Mal asunto, que los bulos se vayan propagando. Independiente de lo que perturban por sí mismos la convivencia, ponen de manifiesto una desconfianza colectiva hacia las autoridades que es muy peligrosa.

III
De la UPAEP -universidad de Puebla, en México- me preguntan: “¿Te gustaría dar nuevamente una videoconferencia? qué tal sobre La labor docente en situaciones humanas como la que estamos viviendo? Por supuesto, les respondo que me tienen a su completa disposición.

IV
Leo ahora mismo en BBC News: "At least 50 priests have reportedly been killed by coronavirus in Italy."

lunes, 23 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 15. Desolación

Varios medios confirman por las redes sociales lo que en un primer momento me negué a creer que pudiera ser verdad. Fuentes del Ministerio de Defensa aseguran que nuestros militares se han encontrado con cadáveres en las camas de algunas de las residencias de ancianos que han entrado a desinfectar, mientras los ancianos vivos, abandonados a su suerte, se movían de aquí para allá en un estado de salud lamentable.

Sí, estas cosas no sólo son posibles: Son reales. Y usted y yo podríamos estar allí, perdidos, desorientados, abandonando nuestro cuerpo a la llegada de la muerte. Y serían los militares los únicos que acudirían a salvarnos.



Días de coronavirus. 14. Balcones

I
Mañana gris. Lloviznea. Nubes densas, compactas y bajas que desfilan lentamente, con pesadez, sobre los tejados empequeñecidos por la proximidad del cielo. La gente aún duerme. ¿Cómo estará la playa? ¿Hasta dónde llegarán hoy las olas? ¿Cómo fue la puesta de sol de ayer? ¿Cómo se sentirá esta mañana en la cara la brisa húmeda y salobre del mar?

II
Beatriz Mazoy, farmacéutica con 26 años de experiencia en un barrio de Gijón, escribía ayer por la tarde una inquietante entrada en Facebook en la que aseguraba que el 1 de febrero, previendo lo que se venía encima “contacté con mis habituales proveedores, multinacionales conocidas, para hacer pedidos directos de aquello que consideré necesario: Sterilium, el gel hidroalcoholico que conocéis de los hospitales, y guantes.” La respuesta que recibió fue: “Sterilium, ni lo sueñes, lo compran los hospitales en media Europa.” Tras admirarse de que lo que ella era capaz de prever no lo previera el gobierno, continúa: “Mañana volvemos al mostrador, lleno de infectados sin confirmar, de infectados posibles, de gente atemorizada y triste, con nuestra mampara de metacrilato que nos ha hecho un colega abriendo el taller de noche, con una mascarilla cada uno que nos ha regalado un colega técnico de ambulancia (y que nos dure toda la crisis) y con los guantes que nos han regalado las peluqueras del barrio y mi amiga la dentista. Yo, además, tengo un escapulario de la Virgen del Carmen. El agua bendita la hemos sustituido por una solución casera de hipoclorito (lejía) que mi adjunta expande con un pulverizador que nos regaló el chino de al lado justo antes de cerrar la tienda y despedirse negando con la cabeza.”

III
Si en Europa están emergiendo del anonimato las fronteras interiores (el 83% de los franceses desea el cierre inmediato de sus fronteras), en España están tomando cada vez más protagonismo las fronteras autonómicas, cosa que pone de manifiesto una desconfianza hacia el poder efectivo del gobierno central -no me atrevo a escribir "del Estado"- y su credibilidad como gestor eficaz de la crisis. 

IV
El coronavirus ha resuelto con su mera presencia una gran cantidad de falsos debates que, vistos desde aquí, parecen ahora entretenimientos de ociosos. En educación, por ejemplo, estamos redescubriendo la importancia insustituible de algo que nos falta: la relación cara a cara entre un maestro que sabe y un alumno que quiere saber. La educación no va de lectura de libros, sino del valor de mi interpretación del significado de este libro y el tasador del valor valioso es el maestro. No va de resolver problemas, sino de resolverlos ante alguien que puede comprender la lógica que me guía hacia el éxito o el error. No va de aprender autónomamente a ser autónomo, porque en el aprendizaje de la autonomía es imprescindible que alguien nos vaya orientado y corrigiendo en cada paso equivocado que damos. Hay mucha información que puede ser transmitida sin la presencia directa de un maestro, pero para evaluar la relevancia de esa información, necesitamos una relación cara a cara con alguien que sepa medir nuestra ignorancia.

V
Hace unos siglos los cronistas de una pandemia como la nuestra hubieran hablado de las flechas de la muerte, convencidos de que hay Alguien tensando su arco y apuntando hacia algunos de nosotros y, por lo tanto, que a pesar de todo, la muerte, aun en estas circunstancias, sigue teniendo algún sentido. Hoy esas flechas no las dispara nadie. Simplemente nos contagiamos con un virus ciego y algunos, no sabemos muy bien por qué, mueren.

VI
El Marqués de Tamarón pidió ayer en su blog “a cuantos me honran con sus comentarios (…), que eviten descuidos en la ortografía”. Me parece un comentario propio de aristócrata: justo cuando el azar nos domina es cuando más debemos esmerarnos en los detalles que sostienen la cultura en su pugna permanente con la naturaleza.

VII
Al atardecer, la ciudadanía recluida en sus casas se ha puesto de acuerdo para asomarse a los balcones a aplaudir. Me emociona profundamente el caso de un anciano con Alzheimer al que su mujer lo saca al balcón a esa hora a tocar la armónica y le hace creer que los aplausos van dirigidos a su música.

VIII
Cinco minutos antes de que el mundo se hunda también será un placer supremo meterse en una cama con las sábanas limpias y dejarse arrastrar por su invitación a esa experiencia tan singular que es la entrega plácida y absoluta al sueño.

IX
A las dificultades para concentrarme en la lectura hay que añadir las dificultades para controlar mi cuerpo mientras leo.



domingo, 22 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 13. Derechos inalienables.

Mi nieto Bruno (10 años) nos envía por WhatsApp a toda la familia un vídeo que ha grabado de una épica batalla que libran sus soldados de juguete. Imita vibrantemente las voces de dolor de los caídos, los gritos heroicos de los vencedores, etc. Pero la única pregunta realmente pertinente es la que le ha dirigido su primo Gabriel: "Pero Bruno... ¿cuáles son los buenos y cuáles los malos?"

¡Bendito mundo en el que los buenos son buenos; los malos, malos, y no hay entre ellos espacio para matices".

No es, desde luego, nuestro mundo a día de hoy. Por eso envidio a mis nietos. En nuestro mundo asistimos pasivamente al hundimiento -esperemos que coyuntural- de todos aquellos discursos que consideraban intocables los derechos inviolables (o inalineables o invulnerables, como quieran ustedes) de las personas, aquellos derechos que, supuestamente, deben ser respetados siempre de manera absoluta. 

En tiempo de guerra, como el presente, cuando las necesidades son mucho mayores que los recursos, la moral kantiana (utilizar al hombre siempre como fin, nunca como medio) se retira para dejar paso a la moral utilitarista de Bentham (podemos dejar morir a un anciano si así podemos intentar salvarle la vida a un joven). 

O sea que, efectivamente, tenemos una doble moral: una para tiempos de paz (kantiana) y otra para tiempos de guerra (utilitaria). Pero esto es como decir que toda consideración sobre el valor intrínseco de una persona sólo es creíble en el paréntesis que media entre dos conflictos o, lo que es lo mismo, sólo es creíble mientras la naturaleza no molesta.


Una anciana de 95 años gana la batalla contra el virus en Módena.


Armando Pego sobre La escuela no es un parque de atracciones



Días de coronavirus. 12. Spam.

I
Si se produjera el fin del mundo, ¿durante cuánto tiempo seguiría llegando "spam" a nuestro correo electrónico?

II
Comparecencia del presidente Sánchez en horario de máxima audiencia en la televisión. Me gustaría mucho poder hablar positivamente de la misma.

III
Sigue creciendo el número de muertos. ¡Si el coronavirus oliera, todo sería distinto! Pero es las amenaza fantasma que todos intuimos que, tarde o temprano, llevaremos dentro.

IV
Recibo muchos mails de amigos contando sus inquietudes e interesándose amablemente por mi salud. El historiador Claudio Albertani me dice: "En México es mucho más difícil observar las medidas que ese toman en Europa. Hay unos 50 millones de personas que viven al día, en la informalidad total, y es muy difícil explicarles que mejor que se queden en su casa. Muchos, ni casa tienen... A ver cómo nos va, porque las autoridades no lo están tomando en serio, no dicen la verdad y apenas están asumiendo que el problema existe".

V
Mi querida amiga búlgara Vesselina Vassileva, de la Nueva Universidad de Bulgaria: "¿Cómo les va en estos tiempos crueles? Le pido, de todo corazón, que se cuide. Todos estamos encerrados en las casas y cumplimos con exactitud las órdenes. Casi nadie sale de su casa. Las calles de Sofía están desoladas. Rezo para que se encuentre con la mejor salud del mundo y que siga tan valiente como le conozco".

VI
Van cayendo los días de reclusión y allí afuera florece, con total inconsciencia, la primavera. Tiene la naturaleza algo de spam.

VII
Epitafio poskantiano: "La primavera creciendo allí afuera, y el spam desbordando mi ordenador".


sábado, 21 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 11

En algunos comercios están reservando ciertos horarios de compra exclusivamente para los viejos, que suele ser a primer ahora. Después  la entrada está reservada para los que tienen menos de 65  años.

Como aquí nadie es especialista en reclusiones por coronavirus, estoy dispuesto a aceptar disciplinadamente todas las medidas que se nos impongan, aunque alguna no deje de sorprenderme.


Pero los más jóvenes debieran tener bien presente que no son inmunes al coronavirus. Hay jóvenes que mueren y ancianos que sobreviven y no pocos de los ancianos que mueren han sido contaminados por un joven inconsciente.

Entiendo que la esperanza de vida de una persona pueda ser un criterio para atenderla o no en unos hospitales sobrepasados de trabajo y faltos de camas, pero la esperanza de vida de un grupo es una medida estadística, mientras que la esperanza de vida de un individuo es un enigma. Nadie sabe si estará aquí la semana que viene. Entendámonos: nadie lo supo nunca. Por eso Esquilo hablaba de la esperanza ciega, que es la auténtica esperanza de vida.

El anciano Platón de Las leyes decía que los abuelos son "imágenes vivas de los dioses" y añadía: "Cuando tienes en casa, como un tesoro inmóvil y abatido por la edad a tu padre o a tu madre, no deberías creer que ninguna imagen santa tiene más valor que ellos a los ojos de los dioses".


Gregory Ferrand, Who Are We Now?, 2017.

viernes, 20 de marzo de 2020

Les veus interiors

El TNC pone a disposición de todos los interesados su biblioteca teatral. Aquí podéis encontrar "Les Veus interior"  de Eduardo De Filippo con el prólogo que le he escrito. En principio, está previsto que se estrene a principios de mayo.



Días de coronavirus. 10

Tiene algo de insultante, este sol espléndido. Brilla como si fuera día de fiesta, cuando para nosotros, los humanos, sólo hay un sólo día, que no es ni de fiesta ni laborable. Es un interminable día de paciencia, en el que nos vemos comprometidos con el empeño de sacarle punta a la cotidianidad del recluso, mientras descubrimos lo frágiles que son los pronombres posesivos.

¿Continúa mi casa siendo MI casa? Si lo fuera, podría utilizarla a mi antojo y, por ejemplo, salir y entrar de ella cuando quisiera. 

¿Continúa mi cuerpo siendo MI cuerpo? Si lo fuera, no me sorprenderá a mí mismo sondeándome en busca de algún síntoma del bicho, ese intruso soberano.

Los discursos sobre la soberanía, la autonomía y lo mío han envejecido de repente.

Decía Donoso Cortes que en el infierno sólo se oye una palabras, "mío". Si es así, nosotros estamos en el purgatorio. 

Parece que están aumentando las peleas entre vecinos. ¿Era Kant el que hablaba de la insociable sociabilidad de los hombres?

Lo que veo veo cierto es que en las colas de entrada a las tiendas de alimentación, cada vez es mayor la distancia que las personas guardan entre ellas; que ya no nos cruzamos con nadie en las aceras, pues uno u otro baja al asfalto para preservar su espacio de pretendida inmunidad; que aumenta el número ds personas con mascarillas y que, por algunas reacciones, uno no puede evitar tener complejo de contaminado.

Y, sin embargo, ahí está el sol, impertinente y provocador, afirmando lo poco que le importamos.

Ayer un amigo me llamó por teléfono para preguntarme cómo veía todo esto. Le comenté que me estaba sorprendiendo la capacidad de iniciativa de China y el retraimiento de Europa y los Estados Unidos. China parece dispuesta a jugar -no sé aún si a pequeña o gran escala- el papel que los Estados Unidos jugaron en Europa tras la Segunda guerra mundial.

jueves, 19 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 9

Me he propuesto ser optimista o, al menos, no alimentar con mis palabras ni la acritud, ni el pesimismo, ni, sobre todo, el caínismo. Pero me encuentro con que cada día se agranda un poco más la parte de nuestra realidad a la que no puedo mirar de frente si quiero ser fiel a mi compromiso.

Días de coronavirus. 8

miércoles, 18 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 7

Me escribe mi querida amiga B. desde París y en cuatro palabras resume todo perfectamente: "Je ne pensais pas, à mon âge, avoir à vivre de tels événements qui, dans un brouillard confus et lointain, m’en rappellent d’autres".

Días de coronavirus. 6

Tras un amanecer amenazante y chulesco, ha aparecido el sol y he aprovechado a salir para hacer la compra, con la sospecha de que en Ocata no nos resistiríamos a la atracción de la luz.

La primera sorpresa. Me he encontrado en primer lugar con una vecina, una anciana, que me ha dicho, sin que yo le preguntase nada, que salía tranquila de casa porque en Ocata no había "ni un caso del coronavirus ese". He intentado convencerla de que un poco de prudencia no viene mal, pero me ha mirado como diciendo, "¿quién se creerá este joven que es para decirme a mí lo que tengo que hacer?"

La sorpresa de las colas. Colas largas para entrar en las tiendas, pero me ha parecido observar que las distancias entre las personas se va alargando día a día. Hoy no se dejaba menos de tres metros.

La sopresa de la gente que se para a hablar en la calle, al rebujo del calorcito del sol, comentando los tiempos que nos han tocado vivir, y que hay que tomarse las medidas en serio.

Seguimos.

martes, 17 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 5

Aconsejado por un amable visitante de este café, he leído con atención un más que interesante artículo publicado por Yuval Noah Harari en Time. Me han interesado especialmente las siguientes tesis:

1. El verdadero antídoto contra la epidemia del coronavirus no es la segregación, sino la cooperación. Posiblemente sea cierto, pero no parece que las cosas, hasta el día de hoy, vayan por ahí. Las fronteras vuelven a estar presentes. Y posiblemente van a estarlo más. Lo conveniente no siempre coincide en política con lo efectivo.

2. En el siglo XIV no había aviones ni cruceros, y sin embargo, la Peste Negra se extendió desde el este de Asia hasta Europa occidental en poco más de una década. Efectivamente, al coronavirus le han importado muy poco las fronteras. Pero se le responde blindando fronteras, porque las estrategias de la naturaleza no coinciden con las de la política.

3. La epidemia podría proporcionarle a la UE una oportunidad de oro para recuperar el apoyo popular que ha perdido en los últimos años. Si los miembros más afortunados de la UE envían rápida y generosamente dinero, equipo y personal médico para ayudar a sus colegas más afectados, demostrarían la vigencia del ideal europeo. Pero si cada país tiene que valerse por sí mismo, entonces la epidemia a quien puede dejar gravemente enfermo es a la misma Unión Europea. Aquí los hechos están hablando por sí solos. Lo primero que harán esos países afortunados es echarnos en cara la dimensión descomunal de nuestros déficits que no nos permiten endeudarnos cuanto quisiéramos...

Sólo comentaré algo obvio: Hobbes ha vuelto a la política internacional. En realidad nunca se había ido del todo, pero en Europa estaba como dormido. Ahora, cuando las cosas se ponen mal, estamos redescubriendo aquel viejo principio de la política exterior inglesa: "Inglaterra no tiene aliados, tiene intereses". El artículo de Harari está lleno de buenas intenciones. Pero con buenas intenciones en política no basta.

Sobre el día a día: parece que a los mediterráneos la reclusión nos va a costar mucho esfuerzo. Nosotros no tenemos ese entusiasmo de los nórdicos por el coleccionismo o las manualidades. A nosotros la luz que nos entra por las ventanas de causa nos sabe a poco. A medida que pasen los días se irá poniendo de manifiesto lo difícil que nos resulta esto. 

Un comentario importante: No sé por qué razón no puedo responder a sus comentarios. Sepan, pues, que mi silencio no indica una falta de cortesía, sino de impericia tecnológica.

Días de coronavirus. 4

I
En Europa vivíamos confiados en que la técnica había domesticado a la naturaleza. Tanto es así, que apenas hace quince días nuestras preocupaciones eran cosas como la futura ley Celaá y si había que penalizar los piropos callejeros.

II
Todo era política, decíamos.

III
El virus es tan poco político que no tiene ni metafísica. No tiene ninguna razón de ser moral. No hemos hecho nada para merecerlo. No nos lo ha traído ni nuestra virtud ni nuestro vicio. Por eso mismo viene a mostrarnos que nuestro cuerpo no siempre es nuestro. Hoy por hoy, nuestro cuerpo es de ese soberano virus que no discrimina.

IV
La familia, se presentaba como la gran institución política, causa última de todas las disfunciones sociales. Por eso Celaá se atrevió a decir que los niños no son de sus padres. Poco después los mandaba a casa. Cuando las grandes instituciones que prometen una Justicia con mayúscula se tambalean, la familia sigue ahí, con los brazos abiertos, ofreciendo una solidaridad con minúscula, pero que ni caduca ni se agota.

V
A lo natural lo llamábamos político para poder así imaginarnos la posibilidad de su manipulación indefinida.

VI
Todo lo que el Estado pueda ofrecernos como terapia es la frontera nacional y la reclusión familiar. 

VII
Un apóstol y líder de la globalización, el canadiense Justin Trudeau, parece completamente noqueado. El coronavirus pone en jaque sus grandes sueños de hermandad global multicultural, y su respuesta es la perplejidad. El pequeño príncipe Boreal -así lo llamaban en Causeur- está paralizado por su ideología. No parece capacitado para asumir que el mundo también puede ser una amenaza.

VIII
El blindaje de la política tras los científicos -unos científicos que no han estado a la altura de las circunstancias, puesto que son ellos los que inicialmente minimizaron el riesgo- muestra una seria dificultad de la política moderna para asumir lo evidente: que las naciones son instituciones morales y el virus, no.

IX
Los políticos debieran habernos ofrecido una imagen de nosotros mismos en los que poder observarnos con confianza, con seguridad, con orgullo, incluso -lo han hecho los italianos-, pero no han ofrecido una cacofonía de voces fragmentarias, con frecuencia contradictorias. 

X
Ha sido la misma UE la que ha empujado a sus Estados miembros a recluirse en el interior de sus fronteras. Ahí está esa dolorosa imagen de los chinos entregando a los italianos lo que Merkel y Lagarde les negaron. Los Salvini han tomado nota.

lunes, 16 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 3

Esto es como una travesía. Esperamos llegar a puerto en pocos días, pero vete a saber qué harán con nosotros las desconocidas corrientes marinas. Mientras tanto, nos asomamos a las amuras de proa para ver si por casualidad se divisa a lo lejos un desconocido.

No quiero decir que no nos alegre el encuentro con los conocidos, sino que, para mi sorpresa, el auténtico descubrimiento de estos días de enclaustramiento es la añoranza del desconocido, de esos rostros anónimos con los que nos cruzamos por la calle y con los cuales, sin mediar palabra, nos comunicamos nuestra mera presencia, como confirmación del discurrir normal de las cosas. Un mundo sin desconocidos es un mundo amputado.

He salido a comprar esta mañana. En el supermercado no permitían que hubiera más de 6 personas en el interior, cosa que me parece muy bien. Además en la puerta nos ponían, a medida que iban permitiéndonos pasar, un líquido desinfectante en las manos, cosa que aún está mejor. Sin embargo, nada de esto sirve de mucho si una inconsciente lanza contra las estanterías un estornudo con un desparpajo que, en estas circunstancias, son una muestra de incivismo que roza lo criminal. 

Me cuesta leer. Me cuesta escribir. Navego por las redes sociales dejando que la ceguera colectiva guíe mi ceguera individual.

domingo, 15 de marzo de 2020

Días de coronavirus. 2.

Me han comunicado que uno de los periodistas que me entrevistó en Madrid el martes pasado está recluido en su casa, atrapado por el coronavirus. De repente, no puedo dejar de auscultar con un criterio más emotivo que científico cada una de las variaciones de mi estado físico. No me preocupo tanto por mí como por los que me rodean. No tengo fiebre, ni dolores musculares, ni ninguno de los síntomas de esta enfermedad. Pero...

Dias de coronavirus. 1

Salgo a comprar el pan. La panadería más próxima está en la Plaza de los caballitos. Sorprende el silencio de las calles. Me cruzo con pocos peatones. Alguno, al verme, se cambia de acera. Me encuentro también con un par de coches circulando, muy despacio, como si temieran llegar demasiado pronto a algún sitio. En la panadería sólo admiten a tres clientes en el interior, así que hay una cola muy larga en la calle. No es que haya muchas personas, sino que entre una y otra hay, al menos, dos metros de distancia. Hago bromas tontas y obvias con una conocida. Quizás en tiempos así es cuando más necesarias son las obviedades. El día está nublado, gris, pero no hace frío. En Ocata no estamos muy acostumbrados a vivir muchos días sin el amparo del azul del cielo. Compro el pan y vuelvo a casa dando un pequeño rodeo. Necesito estirar las piernas. Me encuentro con un negro que está barriendo una calle peatonal sin demasiado entusiasmo. Entonces comienzan a sonar las campanas de la Iglesia. Su sonido es más metálico, más amplio, más nítido, más profundo. Parece tener más determinación. Pocos coches en la NII. Me sorprenden, eso sí, algunas parejas corriendo y algunas personas jugando en la arena de la playa. Vuelvo a casa. Al comenzar a escribir esto el sol se abre paso entre las nubes e inunda mi estudio con una luz cálida, acogedora, parece que terapéutica, incluso.

viernes, 13 de marzo de 2020

Yo me quedo en casa


En Cataluña, 5

Donoso describiría nuestro momento coronavírico como el del milagro. De repente la sucesión razonablemente previsible de las cosas se ha alterado y asoma las orejas el auténtico Soberano, la Naturaleza. Ella es quien decide cuándo nos encontramos en el estado de excepción. En este retorcerse abrupto de las expectativas que caracteriza a nuestros días lo que se acaba mostrando es la fragilidad de lo humano y nuestro sometimiento a fuerzas que se nos imponen de forma tan rotunda que mandan al carajo nuestras agendas para imponer sus órdenes perentorias.

En Cataluña, 4

Siguen las suspensiones de actos. Así que me ha quedado un mes de marzo limpio como una patena, totalmente libre de compromisos. Ya me prometía yo varias semanas dedicadas serenamente a la lectura cuando, a media tarde, me ha entrado un correo que me ha proporcionado una alegría tan inesperada como intensa. Provenía de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y se resume en una invitación... de la que ya daré cuenta en su debido momento. Estos giros inesperados de la Fortuna me atrapan siempre. No es que sea incapaz de decirles que no, es que les digo inmediatamente que sí. Hay que hacer del azar un amigo.



jueves, 12 de marzo de 2020

En Cataluña, 3

Parece claro que hasta el lunes pasado había entre los políticos miedo a ser los primeros en tomar medidas tajantes, no fuera a ser que... y ahora hay miedo a ser los últimos, no vaya a ser que...

Sobre Ocata ha descendido una niebla extraña, que parece invasión de climatología ajena. Aquí no estamos acostumbrados a estas cosas. Esta es tierra de luz y sombras nítidas. Desde mi cuarto contemplo el pueblo con un toque de irrealidad. Me dice mi mujer que la ciudadanía sale de los supermercados con los carros de la compra a rebosar, no vaya a ser que...

Heráclito tenía razón: en el gobernalle de la nave está el rayo. 

Son tiempos estos que nos permiten entender el significado genuino de la soberanía.

En Cataluña, 2.

Ahora parece que el Conseller d'Educació está ultimando una orden de cierre de las escuelas de Cataluña a partir del lunes.

De todo lo que está pasando, lo que más me inquieta es la sensación de falta de una autoridad clara, previsora, bien definida, con voluntad de decidir lo que sea conveniente y capacidad para ofrecernos la certeza de que hay alguien competente al timón.

13:14: Confirmado: a partir del lunes en Cataluña se suspenden las actividades en escuelas, institutos y universidades.

miércoles, 11 de marzo de 2020

En Cataluña, 1.

Me comenta uns sindicalista que el Departament d'Educació de la Generalitat ha dicho esta mañana a los sindicatos que sería "exagerado" cerrar los centros educativos a causa del coronavirus. Todo ha de seguir como si nada, incluyendo las jornadas de puertas abiertas.

Así estamos. Lo que en una comunidad es un imperativo de la sanidad, en otra es una exageración y el ciudadano, en medio, cada vez más perplejo.



En Madrid 3.

Dado que no tenía ya nada que hacer en Madrid, me he vuelto este medio día para Barcelona en el AVE. El vagón iba lleno y algunas personas se cubrían la cara intentando ocultar pudorosamente  su miedo respiratorio, con pañuelos o ropa. Pero no ha pasado nada relevante hasta que entre Zaragoza y Lérida un pasajero ha tosido. Creo que instintivamente todos hemos estado un buen rato reteniendo el aliento y temiendo una reanudación de la tos. A los pocos segundos ha retornado la calma. Pero se ha vuelto a interrumpir abruptamente con la temida repetición de la tos cuando ya no la esperábamos y aquí ya ha habido como un movimiento general de intranquilidad en el vagón. Varias personas se han levantado y poniéndose la ropa que tenían a mano en la cara, de forma que apenas se les veían los ojos, han abandonado el vagón. Yo venía leyendo a Maurice Barrès que es uno de esos autores que no te gustan y, sin embargo, no puedes dejar de leer una vez que has comenzado.

martes, 10 de marzo de 2020

En Madrid. 2

Hoy Madrid presentaba una aspecto inquietante. Cuando he bajado a desayunar, en el comedor del hotel no había nadie. Ni un alma. Las camareras me han recibido intentando, a todas luces, aparentar una normalidad que no sentían. Yo, desde luego, me he sentido intimidado por el vacío que había a mi alrededor. Cuando ya estaba acabando ha entrado una pareja y, poco después, Juan Antonio Pedreño, a quien conocí hace años en Murcia y a quien no he dejado de admirar desde entonces. Hemos hablado de la inquietante situación que estábamos viviendo, con un rosario de actos suspendidos que nos condena a una inactividad forzada. Visto que la agenda se me vaciaba, he decidido regresar a Barcelona mañana a medio día. Las pérdidas económicas serán considerables, sin duda. Los apretones de manos escasean. Practicamos una cordialidad a distancia, higiénica y timorata, una cordialidad preventiva, pero, inevitablemente, todos, tarde o temprano, acabamos llevándonos la mano a la cara, que parece ser la meta final de todos nuestros gestos.

En Madrid. 1

Siento en Madrid una generalizada sensación de desconcierto, de falta de un liderazgo claro, de improvisación... de andar a tientas. Es decir, siento el latido, aún lejano, pero acercándose del miedo y el miedo no necesita razones, es suficiente con la verosimilitud de su representación. 

El miedo siempre se las arregla para crear su propia causa.

Hace pocos días aquí no iba a pasar nada; hoy aquí puede pasar... ¡vete tú a saber qué! Hay quien se consuela porque la muerte se ceba en los viejos, que es una forma muy rastrera de encontrar consuelo.

En las épocas de estabilidad tendemos a creer que llevamos las riendas de la naturaleza y que esta va quedando progresivamente en un segundo plano. ¿Qué es el progresismo sino la convicción de que es posible imponerle una lógica a la naturaleza e, incluso, una moral? Pero las épocas de estabilidad son sólo el paréntesis que se extiende entre dos alborotos de la historia. Así que, tarde o temprano, nos vemos enfrentados a nuestro verdadero tamaño.

Vistas desde hoy, las imágenes de las manifestaciones de ayer sólo se explican por la frivolidad de olvidar la naturaleza.

domingo, 8 de marzo de 2020

Cómo mantener vivo el conocimiento



El País publica hoy un capítulo de La escuela no es un parque de atracciones: AQUÍ.

Sobre la perfección

Me aseguraba mi nieto Bruno (10 años) esta mañana que "en este mundo nada es perfecto". Su razonamiento ha seguido esta progresión: 
1. Con un ojo siempre vemos mejor que con el otro, con una mano escribimos mejor que con la otra, con un pie chutamos mejor que con el otro.
2. Por lo tanto todos los seres humanos tenemos alguna imperfección.
3. En realidad en este mundo no existe la perfección...
... (largo silencio).
4. No hay nada perfecto. Ni la geometría es perfecta.

- ¿Te digo algo que es perfecto? -le he preguntado.
- A ver...
- Un vaso de agua fresca cuando tienes sed.
- ¡Es verdad!
- El abrazo de tu madre cuando llevas varios días sin verla.
- Tienes razón.
- Un buen bocadillo cuando tienes hambre.
- ¿Cómo los de hamburguesa del Frankfurt Parera?
- Por ejemplo.
- Pues sí...
Y hemos ido recogiendo cosas perfectas que se dan en este mundo imperfecto y nos ha salido una lista larguísima. Para celebrarlo vamos a hacer espaguetis al ajoaceite.

sábado, 7 de marzo de 2020

Las potencias del alma

Esta mañana, en los salesianos de Horta (Barcelona) he defendido la vigencia del viejo esquema escolástico de las potencias del alma:


En estos tiempos tan raros en los que se prefiere hablar del "yo", del "sujeto" o del "cerebro" antes que del alma, he comenzado reivindicando el alma para pasar posteriormente a la defensa de la memoria.

La superioridad del alma sobre el yo, el sujeto o el cerebro es su capacidad de cuidar de sí misma. En la cura o cuidado del alma se encuentra, según Jan Patocka, la esencia de Europa.

Entiendo por alma el ámbito en el que lo mejor que podemos llegar a ser se dirige a lo que somos (a la inercia de lo que somos). Por "lo mejor que podemos llegar a ser" no me refiero a nada arcano o religioso. En cierta forma todos sabemos lo que es, pero se encuentra disperso en el conjunto de experiencias personales de las que nos sentimos orgullosos porque, de alguna forma, ponían de manifiesto lo más elevado de nosotros mismos. Pero como esas experiencias son fragmentarias, la tarea del cuidado de sí comienza en el proyecto de dar una forma unitaria a esos fragmentos para que puedan ser una orientación fiable de nuestra moralidad.

En esta tarea hemos de elegir bien los compañeros. Conviene que sean grandes porque sólo los grandes se contemplan a sí mismos desde lo alto, mientras que los pequeños se contentan con contemplarse desde lo bajo, por ejemplo desde la emotividad más ramplona. 

jueves, 5 de marzo de 2020

Tarde de nietos

Tenía que ir a Badalona a una revisión de la vista y me llevé a mis dos nietos (10 y 5 años). Cuando vamos los tres solos se portan siempre de maravilla. Se preocupan mucho por mí y yo me dejo cuidar por ellos. Pasamos la tarde juntos y la verdad es que todo fue muy bien.
Me acompañaron incluso hasta la consulta del oculista.
Éste cuando me vio entrar renqueando me preguntó qué me pasaba.
- Las rodillas, que me incordian -le contesté.
Me pidió que me sentara en una silla y debió observar que algo en mí flojeaba.
- ¿Se encuentra mal? - me preguntó.
- ¡No es nada! Una laberintitis me produce con frecuencia mareos.
El hombre hizo un gesto de compasión con la cara y comenzó a explicarme algo.
- ¿Me puede hablar un poco más alto? -le pedí- ¡Es que oigo bastante mal.
Me miró con cara de pena. Pero la cosa empeoró cuando me hizo mirar por una especie de catalejo y me preguntó qué letras veía mejor, si las de la pantalla verde o la roja.
- ¡Es que soy daltónico! -le contesté.
Entonces vi de reojo a mis nietos que estaban dispuestos a saltar en mi defensa en cuanto el oculista hiciera el mínimo comentario. Sin embargo, sólo dijo: "Pasemos a otra prueba, entonces".
Al salir les compré un Halcón Milenario de plástico y nos fuimos a merendar a un Frankfurt.

10 tesis sobre el videojuego

En el Sujetivo

Lo que hay que ser

Un día largo, el de ayer, pero repleto de buenos recuerdos. A las 5 de la tarde volvía a casa en el tren pensando en todo lo que aún tenía que hacer cuando una voz difícil de describir me sacó de mi ensimismamiento. Era la de una anciana metida en años y tan enjuta que se le marcaban todos los huesos del cuerpo. Arrastraba un aire de derrotada, de desahuciada, de arrojada a los márgenes de la vida. Con un bote metálico en la mano iba recorriendo el tren de punta a punta pidiendo limosna mientras contaba las muchas desgracias que se cernían sobre su miserable humanidad. Los pasajeros, la verdad, no le han hecho mucho caso. Cuando uno le ha dado unas monedas, ella levantando la cabeza, altiva, ha dicho bien alto: “Tienes que ser humano y mentir para que te ayuden”.

martes, 3 de marzo de 2020

México en el corazón...


Circula este cartel por México. La verdad es que no recuerdo en qué contexto pude decir esa frase pero, en todo caso, es cierto que las revoluciones educativas son posibles (tenemos ejemplos claros en la OCDE)...  siempre que no se improvisen. 

Cosas de la edad

Con la edad mi memoria ha ido invadiendo el territorio que mi juventud había reservado a la fantasía y me sorprendo con frecuencia recreando lo que ya no estoy seguro de si fue.

Dos frases leídas en el tren

La primera: “Descartes está considerado el enemigo público número uno del ambientalismo",

La segunda: “La suposición de que Derrida siempre sabe de qué está hablando, no es derridiana”.

De Timothy Morton, El pensamiento ecológico.

domingo, 1 de marzo de 2020

Vehemencia

 I Tras tres días sin poder separarme de Benjamin Labatut y su Maniac , pero ya he cerrado la última página. Y como suele ocurrir cuando has...