viernes, 2 de marzo de 2007

Marx y nosotros, que lo quisimos tanto

No estoy seguro de que no sea una descortesía responder a un comentario de un amigo con la recomendación de un libro, así, a palo seco, y, sin embargo, es lo que hice ayer con Pedro. Voy a intentar explicarme. ¿Por qué me ha gustado tanto la "La historia de El capital", de Francis Wheen?

Wheen propone un acceso inédito a la obra de Marx: el estrictamente literario. Marx ha sido tan sacralizado por unos y denigrado por otros que hay aspectos en su obra que, simplemente, no han sido observados por una mirada desarmada.

La vida de Marx está plagada de elementos novelescos, pero también cómicos y, desde luego, da abundantes motivos para el chascarrillo. Pero eso no quiere decir que la conozcamos bien. En estos casos una pequeña modificación de la perspectiva puede tener efectos sorprendentes. Yo, por ejemplo, no conocía que venció la tentación de la docencia con este contundente argumento:
"¿A quién le gustaría tener que estar hablando constantemente con canallas intelectuales, con gente que estudia con la única finalidad de encontrar nuevos callejones sin salida en todos los rincones del mundo?" (se refiere, claro está, a los profesores universitarios de filosofía)
El Capital tiene tanta intrahistoria y está envuelto de tanta sociología que puede leerse como una novela. Wheen, entre otras muchas cosas, cuenta que Marx se vio obligado a escribir algunas partes de pie, porque ciertos inoportunos forúnculos le impedían sentarse. Y es que al señor Marx, de cuya voluntad profética no hay duda, se veía sometido a toda clase de trastornos psicosomáticos en cuanto tenía que cumplir sus compromisos con los editores. Lo más divertido del caso es que Engels achacó enseguida la oscuridad de algunos pasajes del libro a la influencia de la infraestructura foruncular en la superestructura dialéctica de Marx.

Las peripecias continuaron tras la edición del libro. En la primavera de 1872 apareció la traducción rusa. Fue aprobado por los censores del zar con un doble argumento: el texto era tan complicado que no lo entendería nadie y si lo entendía alguno, no había peligro, pues sus teorías no tenían ninguna aplicación en Rusia. Sin embargo mientras apenas se vendía en la Europa occidental, en Rusia se agotó en poco tiempo y no paraban de publicarse reseñas favorables.
"¿No es una ironía del destino -le escribió Marx a Engels- que los rusos, a los que he combatido durante veinticinco años, siempre quieran ser mis benefactores? Corren en pos de las ideas más extremas que Occidente ofrece, en un arranque de pura glotonería."
Francis Wheen
La historia de El capital
Debate, 2007
Traducción de Carles Mercadal.

10 comentarios:

  1. Leo el título y me digo: Pues yo no lo he amado nunca (juventud bakuninista, aclaro); me sigo diciendo: Pero cuando empecé a leerlo reconocí a un brillantísimo escritor y a un personaje de genio. Lo salvo literariamente.
    Y zas, leo el post.

    O sea, que hoy me tomaré un calvados.

    Lola

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  2. Lola: Me parece que no está mal que los parricidas, una vez realizado el crimen necesario, llevemos de vez en cuanto un ramo de flores silvestres a la tumba del padre. Ya se sabe: la hegeliana negación de la negación permite reconciliar el presente con el pasado gracias a su asimilación superadora.

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  3. A mi entender, no sólo no está mal. Es justo y necesario. En serio.

    Y ya más en cachondeo: En ese sentido, la dialéctica hegeliana siempre me ha parecido un chollo; mejor aún que la confesión cristiana cuando niña: "Bueno, ya me confesaré". Aquí entraba el terror monjil con aquéllo de nos podemos morir en cualquier momento... sin tiempo para... Había que contrargumentar, urgentemente, y segregué ateismo.

    Toda mi capacidad lógico-dialáctica -sea la que sea- se la debo a esas terroristas infanticidas. O sea que una florecita silvestre también para ellas.

    Lola

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  4. Leí a Marx con esfuerzo cuando ya era comunista, o sea, del PSUC. Conservo por él cariño y lo sigo usando cuando pienso como una faceta a tener en cuenta.

    Reconoxco que conocía marxistas que no habían leído a Marx que hoy exaltan a Popper, al que tampoco han leído.

    Lo único que no he iontentado leer nunca ha sido el Mein Kampf, y si algún día caigo en la tentacioón, lo haré en alemás, idioma que ni hablo ni leo ni escribo, pero al que le debe sentar muy bien el texto.

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  5. No creo que (¡en absoluto!) sea una descortesía responder al comentario de un amigo con la recomendación de un libro.
    Creo que, de entre todas las respuestas posibles, es una de las mejores, sino la mejor.
    Cuando con sorpresa descubres una buena lectura, te regocijas en la recomendación a tus amistades.
    Voy a perseguir seriamente éste volumen los próximos días por allende las librerías de la capital -que no en las bibliotecas públicas-, y le cuento a usted Don Gregorio qué me pareció "La historia del capital".
    Por cierto, otro día también podemos tratar de cómo nos va con el "capitalismo" particular (en "petit comité").
    Que una cosa es la filosofía política y otra es la realidad.

    Saludos cordiales.

    PEDRO

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  6. Lola: A mi maestro, en la escuela, que había sido alférez provisional, me enseñó que Dios estaba en el infierno, porque era el mismo fuego. Fue la primera lección que recibí de dialéctica hegeliana. Y aún no había hecho la primera comunión.
    Le dejo sobre su tumba un pensamiento.

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  7. Luis: ¡Cómo nos agarrábamos a lo que -creíamos- podíamos entender. De ahí que Gramsci estuviera tan difundido (en aquella edición de Solé Tura)mientras que el Lenin de "Materiaismo y empirocriticismo" no habían quien se lo tragase.

    Cuando te pongas a leer Mein Kampf, me avisas. Quizás sea conveniente inmovilizarte con grilletes mientras dura la lectura, no sea que te dé por invadir algo.

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  8. Pedro: ¡Gracias! Hoy aparece en La Vanguardia un artículo en el que el firmante, de cuyo nombre no quiero acordarme, sostiene que la filosofía se reduce a arquitectura lógica del lenguaje.
    Yo no me lo creo. Desde mi punto de vista la filosofía tiene, inevitablemente, una voluntad de verdad. Y, especialmente, la filosofía política.
    Evidentemente acepto el reto del café.

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  9. Luri, el hombre, mientras se cionstruye necesita certidumbres y se aferra a las más asequibles. Un espíritu de revuelta, la necesidad de cambiar, las banderas de la revolución al viento. ¿Quien pensaba en lenín?
    En cuanto al mein Kampf, era una boutade, está claro. Si lo uso será para leer a Nietzsche, aunque no entienda nada. ¿Ves? Esa es otra certidumbre ala que amo.

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