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lunes, 5 de marzo de 2007

Filosofía, ciencia, literatura

¿Podemos vivir –y pensar- los hombres sin una especie u otra de convicción definitiva?

La convicción que más se aproxima a una convicción definitiva en nuestro mundo es la de que no poseemos sino conocimientos parciales sobre el Todo. A diferencia de los antiguos a quienes les bastaba con observar directamente el cielo para confirmar su fe, nosotros vemos en el cielo el mismo escenario polémico que encontramos en cualquier otro ámbito de nuestra existencia. Es decir, la historia. Pero quizás en la comprensión de que no poseemos un conocimiento completo sobre el Todo se encuentre la respuesta definitiva a la cuestión de la buena vida, incluyendo la cuestión de la mejor sociedad.

Si, por una parte, necesitamos convicciones y, por otra, ni la filosofía ni la ciencia nos las pueden proporcionar por completo, entonces necesitamos buenas historias convincentes, es decir, la literatura. No hay que hacer mucho caso de los apologetas del poder subversivo de la literatura. Lo que se lee (aunque no necesariamente todo lo que se escribe) es lo que tranquiliza. En este sentido la literatura es la alternativa política y moral a la filosofía y a la ciencia (pero ten presente querido lector que estás leyendo un texto que pretende ser una reflexión filosófica).

Desde las Nubes de Aristófanes se viene desarrollando en Occidente un concurso por la sabiduría entre la literatura y la filosofía. Hoy ese conflicto parece completamente decidido, puesto que sólo la literatura parece capaz de proporcionarle al ciudadano perplejo las seguridades necesarias que ya no encuentra ni en la ciencia ni en la filosofía.

La filosofía y la ciencia padecen, si son fieles a sí mismas, una cierta ceguera política, creyera lo que creyera la Ilustración. En la medida en que su soberbia obsesión es la verdad, la filosofía y la ciencia se olvidan con frecuencia de ese humilde Dios de este mundo que es la prudencia. La filosofía y la ciencia son hijas de Atenas y en Atenas se desconocía la palabra “religión” (aunque no la práctica de la piedad), mientras que la literatura tiene entre sus madres –y de manera notable- a la Biblia. Y la Biblia -ese gran libro, ¿verdad Mar?- no conoce la palabra “physis”, naturaleza, aunque repita continuamente la palabra “muerte”.

17 comentarios:

  1. Del hecho a lo posible, vale la inferencia.

    Se puede, porque de hecho muchos hombres viven sin "convicciones definitivas".

    La religión no es, en su pretensión de verdad, ni mito ni literatura. El tipo de "convicción definitiva" al que se refiere el culto religioso tiene que ver con la realidad de lo sagrado que se manifiesta: hierofania.

    Parafraseando a Pablo de Tarso, si la Biblia es un género literario, "vuestra fe es vana".

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  2. La literatura describe la más de las veces una realidad insuperable o una ficción profética. Y es desde esa realidad de donde parten las ideas filosóficas y la propia ciencia. Cada vez que he acompañado a un moribundo (y por circunstancias profesionales han sido ya bastantes) la intersección me ha parecido convincente: su claudicación sistémica, la ciencia; su miedo a morir, la filosofía; su biografía: literatura.

    Los libros, cualesquiera de los que se trate, nos enseñan tanto como la vida a interpretarlos.

    Y gracias, Luri, por tu delicadeza al hacerme mención.

    Saludos

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  3. Siempre he pensado que el çexito de la literatura es distractivo y se basa en la necesidad de liberar al voyeur que el individuo social lleva dentro.

    La literatura como modelo que aporta certidumbres de saber que a los demças les pasan cosas oy que ante esas cosas se pueden proponer soluciones iguales o diferentes a las escritas.

    La filosofçia conduce a la incertidumbre, que es exactamente lo contrario: se trata de un juego apasionante con uno mismo y tiende a aislar al filósofo en su propia soledad. En la busca de la verdad sabe que ahondarça la incertidumbre y eso tiende hasta el fin de los tiempos

    Claro que esto son suposiciones mçias.

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  4. No hay más consuelo que el religioso. El resto son sobornos.

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  5. "La sabiduría de la Biblia" al menos en el antiguo testamento , efectivamente es pura literatura , literatura popular de un pueblo , con géneros literarios dispares , narración histórica , textos de leyes , proverbios , e incluso relatos edificantes ,es fruto de la imaginacion utilizando el método alegórico , Creo que yo también la distingo muy bien de la filosofía , Como menciona luis , en la filosofía nos perdemos en la incertidumbre buscando la verdad

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  6. Chapeau, Mar. Magnífico comentario.
    Dice Isak Dinesen: "Todas las penas pueden ser soportadas si las conviertes en una historia o cuentas una historia sobre ellas". Arendt, comentándola, incide en que a través de la historia encontramos "un destino" y "al final tendremos el privilegio de juzgar".

    Sólo así preservamos la memoria y la inserimos en la historia, le damos sentido. A través de la biografía, siempre literaria, exactamente.

    Y otra cuestión: sólo la literatura, y el arte (la música...), quieren preservar, aunque desvelándolo, pero siempre preservándolo (grandiosa tensión dialéctica), eso que tradicionalmente se llama misterio, y que para mí tiene mucho sentido.

    Lola

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  7. Eduardo: No estoy seguro, me parece que, sin embargo, el ser humano necesita algún tipo de teoría sobre el Todo que sea lo menos provisional posible. Y el aceptar la falta de una convicción definitiva se aproxima bastante a poseer una teoría sobre el Todo. Es esta una cuestión que me parece muy importante. Volveremos sobre ella.

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  8. Gracias a ti, Mar, por aparecer por este Café con tus comentarios siempre tan atinados.

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  9. Luis: La filosofía tiene algo de vicio solitario adolescente, mientras que la literatura siempre conserva cierto fulgor de las viejas historias contadas junto al fuego. En este sentido es más social o, si se quiere, más política.
    Creo que puede haber política sin filosofía, pero no sin literatura.

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  10. Irichc: Me alegra volver a verlo por aquí, señor Irich.
    No soy muy partidario de poner toda, absolutamente toda la esperanza de consuelo en el platillo de la religión, digamos que también me gusta proporcionarme consuelos más mundanos, como un buen bacalao al pil pil, pongamos por caso.
    Pero de lo que no tengo duda es de la necesidad de paliativos para sobrellevar las frustraciones cotidianas.

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  11. Claro, Peggy: El auténtico filósofo no puede saber qué le va a proporcionar su investigación, si consuelo o desconsuelo. Y no le importa, porque él busca la verdad, no el consuelo.

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  12. Lola: ¿Y en esa preservación de la que hablas no hay también una función terapéutica?

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  13. Sí. Mantener a raya la sospecha de que destrás de la esfinge no haya nada.

    Lola

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  14. Bienvenida sea la polémica, Toni. En cualquier caso, una aclaración: No intento con estos textos dogmatizar ni mucho menos pretendo enseñar nada a nadie. Más bien intento dar forma a problemas que me rondan para verlos mejor.

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  15. Lola: Esa es, exactamente, la función política de la literatura.

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  16. Ya, Gregorio; entiendo lo que dices, aunque mi respuesta era desde mi experiencia personal.

    Supongo que en política de lo que se trata es de no dejar al descubierto la arbitrariedad última. Velar esa posibilidad de que todo ande sin fundamento alguno. Con lo cual se entienden las cruzadas destructivas de la literatura, de la verdadera literatura, en el totalitarismo, en donde lo que se da por sentado es justamente la arbitrariedad absoluta; del "todo está permitido" dostoievskiano al "todo es posible", dice Hannah Arendt.

    Lola

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