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lunes, 19 de marzo de 2007

La eugenesia III

Por los pequeños placeres caseros

Pérez de Ayala construye con su Prometeo lo que él llama una “novela poemática de la vida española”. Es un texto de un lirismo profundo, pero amargo, que lanza una mirada interrogadora sobre la eugenesia en una fecha tan temprana como la de 1924.

El nuestro no es un tiempo propicio para poetas como Homero o Esquilo. ¿Qué interés verían ellos en nuestras vidas de héroes triviales? Los Prometeos de nuestro tiempo son soñadores discretos que se creen portadores de un rescoldo de dignidad suficiente para alimentar de vez en cuando un pequeño fulgor heroico que no puede ocasionarles más que confusión. Es el caso del protagonista de esta novela, profesor de lengua y literatura griegas en una universidad de provincias, que vive sin saber lo que quiere.

“No sabía en qué resolverse. Si le hubieran preguntado: ‘quieres ser rey?’, él hubiera respondido ‘¡Bah!’, con mueca despectiva. Quería ser él, él mismo, pero en forma que no acertaba todavía a definir”.

Es fácil recordar aquí al Nietzsche de Más allá del bien y del mal, que sostiene que la función de la educación y la cultura en nuestra época (“tan popular, quiero decir, tan plebeya”) es engañar a la naturaleza acerca de la procedencia de todo cuanto hemos heredado en el cuerpo y en el alma. Todo educador, hasta ese “asno virtuoso y cándido” que Nietzsche considera un espécimen propio de nuestros días, anima a sus educandos a ser veraces, a que sean ellos mismos, a que obedezcan los impulsos profundos del corazón.

Un día Prometeo oyó decir que “sólo la acción conduce al éxito” y que el éxito es “la realización cabal del propio destino”. Inmediatamente decidió que quería acción y éxito. Pero no era un hombre de acción. Los hombres de acción modernos son los aventureros, los financieros... pero las ambiciones que los empujan son para Prometeo mezquinas. Él aspira a algo prometeico y, si no puede realizar en sí mismo este destino, está dispuesto a gestarlo, a hacerlo realidad en su propio hijo. Así que decide casarse, ganar la cátedra universitaria y sentar cabeza. A sus treinta y tres años había comprendido que “a él le estaba reservada la más noble manera de acción: la de engendrar al hombre de acción”. De esta forma se entregó a la obsesión de la paternidad heroica en un tiempo que –recordémoslo- carece de épica. Se casó con la hermosa e inteligente Perpetua Meana, con la que pronto tuvo un hijo que “era una criatura repugnante, enclenque, el cráneo dilatado, la espalda sinuosa” que se crió raquítico y creció jorobado, impertinente, arisco, precozmente lascivo, pendenciero. Acabó ahorcándose. Las últimas palabras del relato de Pérez de Ayala son:

“Al extremo de la quintana, colgando de una higuera, bailaba al aire el cuerpo de Prometeo, deforme y liviano como fruto serondo”.

Y es que el huerto de lo humano, si quiere seguir dando frutos humanos, no puede ser cultivado exclusivamente con técnicas de laboratorio. En este espacio en el que la cultura es inevitablemente cultivo (o sea: lucha contra la invasión del bosque), el fruto más característico es el de la perplejidad que produce comprobar cómo los padres acaban temiendo la independencia de sus hijos y los hijos desconfiando de las buenas intenciones de los padres; cómo algunos necios tienen hijos sabios y padres utilitaristas amamantan camadas de soñadores ociosos; nacen capitalistas de padres labradores y místicos de familias ateas y el sol que sale cada día, ignorantemente ilumina a todos igual en un mundo diferente. Una de las labores urgentes que nos toca realizar es la defensa de la divergencia necesaria, es decir, de la intromisión de lo salvaje en los campos de cultivo (¿es este el destino de la religión?). No puede defender la cultura quien nunca ha conocido la cizaña. Y es un deber moral realizar esta defensa sin caer en el cinismo de justificar toda desigualdad con el argumento de la necesaria diferencia.

Concluyo con un verso de Horacio: “naturam expelles furca, tamen usque recurret”. Es decir, por mucho que intentemos expulsar a la naturaleza con una horca, ella siempre tendrá la última palabra, porque sin interrupción (usque) reclama sus dominios. La cultura ha tenido siempre como función engañar a la naturaleza acerca de la procedencia de lo profundamente plebeyo que anida en nuestros cuerpos y en nuestras almas. Todo monumento cultural es una invitación a retomar la horca horaciana para “naturam expellere”, pero, sin embargo, la plebe “usque recurret”. Y a eso que siempre retorna, tanto le podemos dar el nombre de “nihil” como el de “physis”.

Me dan miedo -mejor: pánico- los proyectos de desnaturalizar al hombre. Pero en unas sociedades dominadas por el politeísmo de los valores y en las cuales los poderes públicos han delegado alegremente sus competencias, ¿quién tiene autoridad suficiente para controlar el supermercado de lo transhumano?

11 comentarios:

  1. Me centro en la última pregunta, pues no creo que se trate de autoridad moral. ¿Quién tiene autoridad imponer sus ideas? ¿Quién para empezar una guerra? ¿Quién se otorga la verdad por gritar más?

    Mucho me temo que todas estas decisiones -y todas las demás- las tomará el todopoderoso mercado. Con tiempo, eso sí, pero en cuanto aparezca la posibilidad de ganar dinero con esto, rápidamente se creará una necesidad en el "consumidor", lo que llevará a crear un mercado.

    Al tiempo.

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  2. Estaba pensando en el término lati no "auctoritas".
    Me temo que tiene usted razón y, por lo tanto, el Nietzsche que anunciaba el último hombre.

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  3. Habrá que sacralizar -o intentarlo-,es decir, volver al amparo de la verdad religiosa, "religare", compartir un mundo, coopertenecernos... qué sé yo. ¿Es esto posible? No. O sea que, a mi edad, me situo otra vez en una vía utópica.
    Muy buen post, me habías inquietado, no me cuadraba que defendieras la eugenesia.

    Lola

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  4. Excelente post (los 3 lo son) al que veo teñido de un profundo y amargo pesimismo. NO diré que no sea natural sentirlo, pero tiendo a relativizarlo, cosa imprudente con seguridad.

    Sin embargo me temo que las vías utópicas, que siempre apuntan a soluciones imposibles, acaban pariendo pedazos de utopía que se convierten en formas de uso cotidiano.

    Creo dos cosas:

    la eugenesia, salvo en los casos de antropología miserable (el asesinato de niñas en China), ha sido siempre una cuestión del poder. Pero no estamos ahora ante un poroblema del poder, que es quien mantiene una distancia moral, sino ante lo que dice arrebatos, "una aparición del tema mercado" que a lo que apunta es una producción autoprometeica" de consumo familiar o personal.

    2 - ¿Porque pensar que el "religare" no tiene cabida entre nosotros?. El sentimiento religioso o espiritual, que reflexiona ante el futuro del hombre es una realidad que surge de él mismo, no se si del poso de la cultura o de la naturaleza.

    Debo reconocer que el futuro de la humanidad no es tema que me quite el sueño gracias a que su pasado si me lo quita cada vez que me sumerjo en él. Cabe pues pensar que siempre habrán héroes con sentido crítico, de espiritualidad desviada, que querrán ignorar el sexo del niño (es un ejemplo actual) o se negarán a manipular ADN y cromosomas, o simplemente dirán aquello de "¿adonde vamos a ir a parar?"

    El RAE define a la eugenesia y se bien que en cuestión de definiciones reales los diccionarios cuentan poco, como "aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana" Siempre he tenido una pregunta en la punta de los dedos: ¿porque no se nos creó ya perfectos, iguales, amorosos y religiosos? ¿Porque narices nos pusieron en el camino del perfeccionamiento?

    Pienso que acabaremos como los coches, que se producen para correr a 300 kilómetros por hora y en las autopistas se limita la velocidad a 120.

    Lo siento, Luri, pero me he ido por los cerros de Úbeda.

    Una nota de humor: en cierta ocasión imaginé una narración en los cerros de Úbeda, que eran un lugar lleno de gente que iban de un lado a otro divagando, hablando solos, runruneando, vamos, un paisaje encantador.

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  5. Claudio

    "los poderes públicos han delegado alegremente sus competencias"

    Para aceptar un gobierno paternalista, uno debe estar de acuerdo con dos puntos:
    1. El Gobierno está sinceramente interesado en nuestro bienestar
    2. El Gobierno sabe mejor que nosotros lo que nos conviene, incluso teniendo en cuenta que en ausencia de esa política paternalista podemos buscar, si creemos necesitarlo, consejo de otros, incluido ese mismo gobierno.

    El punto 2 parece claro: evidentemente algunos de nosotros, dejados a nuestro aire, acabaremos obrando de modo que nos causaremos algún tipo de daño. También parece claro que hay casos en que el gobierno se equivocará y causará daño. El asunto estaría en nivelar o equilibrar estos dos supuestos extremos, minimizando ambos.
    Por ello, el punto clave a resolver es el primero, que nos marcará hasta qué punto estamos interesados en darle margen a las políticas paternalistas.
    A mí, esta solución también me da miedo.

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  6. Gracias Lola. Pero estoy convencido de que en su forma más aparentemente higiénica la eugenesia ya está aquí. Y está para quedarse ampliando su presencia.

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  7. LUis: ... la queja de la criatura del doctor Frankenstein... ¿No es curioso que el nombre, Frankenstein", se lo haya apropiado la criatura, cuando es el del creador? La queja, digo:

    "Debo ser vuestro Adán y, sin embargo, me tratáis como al ángel caído y me negáis, sin razón, toda felicidad (...). Concededme la felicidad y seré virtuoso". La respuesta que recibe no puede ser más lacerante: "¡Libra mis ojos de tu inmunda vista!" .

    Tengo una altísma estima por el "Frankenstein o el Moderno Prometeo". Que se ha incrementado recientemente al enterarme de que Marx estuvo leyéndola con pasión mientras escribía "El Capital".

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  8. Claudio: El poder puede ser terrible, no hace falta argumentar esto. Pero sí conviene recordar que es él -y no la naturaleza- quien garantiza nuestros derechos. Pienso en el Burke que se reía de la proclamación francesa de derechos del hombre y del ciudadano, alegando que él no había visto en su vida ni al "hombre" ni al "ciudadano", pero sí sabía de qué derechos podían disfrutar los ingleses gracias al respaldo de su gobierno.
    Estamos viviendo un fenómeno curioso: cada grupo que se considera con derecho a expresar públicamente su diferencia, le reclama al poder el reconocimiento público de ese derecho. Con lo cual el poder está pasando a cumplir una función de registrador de la propiedad.

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  9. Los prometeos actuales están encadenados antes de intentar la subida al Olympo.
    Se conforman con la llamada democracia y han olvidado que las revoluciones se llevan a cabo por medio de la acción.
    Los jóvenes (yo soy bien adulta)ya no están interesados en las revoluciones, no quieren dejar su móvil, coche, dinero en el bolsillo para calmar la ansiedad con cualquier pago. No tienen como objetivo ninguna Itaca, creen haber llegado y solo desean mantenerse.
    Queda el derecho al pataleo y a la crítica política, votar por el menos malo (según parecer).
    Lo peor de todo es que ahora ya no somos inocentes, tenemos más información de la que podemos digerir.
    Como muy bien dices, la eugenesia ya está instalada y servirá a los intereses de los poderosos aunque los demás sirvan como cobayas.
    Muy buenas tus reflexiones.

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  10. Correo con "LA CHRONIQUE DES BELLES LETTRES":

    "Dans la comédie satirique de Mike Judge Idiocracy (sortie en France fin avril sous ce même titre, sauf si le distributeur décide soudain de l’appeler, selon le conseil d'Alphonse Allais, Sans tambour ni trompette), le héros se réveille d'une longue hibernation vers l'an 2500 pour se trouver confronté à une humanité tombée à un remarquable degré d'idiotie.

    "Pourquoi ? Vers l'an 2000, seuls les humains les plus stupides avaient continué à procréer avec abondance, --d'où une voix off évoque Darwin avec quelque légèreté – survivance des seuls crétins."

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  11. Que me he quedado a medias:

    " Passons sur cette vision eugéniste, et même sur tout le film qui n'amuse que par quelques gags visuels – et je ne gloserai pas sur la difficulté intrinsèque de parodier l'idiotie sans se montrer plus idiot que comique – pour en retenir le message : ce qui caractérise les idiots (toute l'espèce humaine) du XXVIe siècle est d'une part un appauvrissement du langage, tant pour le vocabulaire que pour la syntaxe, si bien que le héros, qui parle comme un Américain moyen de l'an 2000 – il ne s'exprime donc pas comme Melville ou Hawthorne – se fait traiter de tapette dès qu'il prononce deux phrases cohérentes et grammaticalement correctes, d'autre part, et corollairement, le refus de toute lecture.
    Message qui aboutit à la leçon finale exprimée par le héros devenu Président des USA : si les humains veulent redevenir intelligents, qu'ils lisent des livres.
    C'est là une leçon que d'aucuns jugeront d'un optimisme naïf, je la trouve, moi, réconfortante, et d'autant plus qu'elle est formulée dans un film médiocre produit à Hollywood, localité dont les habitants ne doivent pas leur célébrité à une fréquentation assidue de la chose imprimée.
    Donc, et je sais que je me répète, pour ne pas sombrer dans l’idiotie, lisons des livres."

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