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martes, 6 de marzo de 2007

Contra los aspavientos


Cuando yo era más joven, y por lo tanto, más impertinente, trabajé en una institución de enseñanza muy, muy religiosa pero que me pagaba muy, muy bien. Estaba regida por gentes discretas, pero yo era tan fatuo que aún no había aprendido a valorar la inmensa virtud de la discreción. Si me tenían que hacer alguna observación lo hacían siempre de manera sesgada, que yo confundía con la hipocresía. Por ejemplo: "¿Se ha fijado usted, doctor Luri, que es el único miembro del claustro de profesores que no lleva corbata?". Pero nunca me dijeron directamente que me pusiera una.

Un 8 de diciembre, día de la inmaculada, comenzamos una reunión de profesores a las once de la mañana. Al llegar las doce se interrumpió la discusión para rezar el Ángelus. No hice nada para disimular tanto mi sorpresa como mi incomodo. Al terminar el rezo, el decano, que presidía la reunión, dijo: "Me ha parecido notar que al doctor Luri le gustaría presentar alguna objeción a lo que acabamos de hacer". "No -dije yo, decidido a subrayar mi posición-, si me parece muy bien rezar el Ángelus en esta fecha de la Inmaculada, otra cosa hubiera sido en la Ascensión". Mi comentario produjo, evidentemente el efecto que yo deseaba. "¿Y sería incomodarlo si le preguntara por qué?". "Es que me parece una celebración de lo absurdo". La tensión se disparó, así que continué, feliz. "Se supone que la Virgen ascendió en cuerpo y alma al cielo. No tengo nada que objetar a la ascensión a un lugar espiritual de una sustancia espiritual como el alma, pero con el cuerpo las cosas cambian". Todas las miradas, cada vez más misericordiosas, estaban clavadas en mi descarrío. "Si asciende en cuerpo es porque se va a presentar en el cielo con su sustancia material, y puesto que así lo quiere, estará sujeta a todas las propiedades de la materia. Así que suponiendo que salió disparada a la velocidad máxima, pongamos que la de la luz, en estos momentos se encuentra a dos mil años luz de la tierra, lo que, tratándose de distancias cósmicas es, como quien dice, la vuelta de la esquina."

Nadie me replicó. Pero era evidente que había decepcionado gravemente a todo el mundo y, por eso mismo, ¡qué orgulloso me sentía! Conté mi aventura a todos los que quisieron oírme. Y lo hice como quien narra una gesta heroica.

Ahora no, ahora os lo cuento a vosotros bastante avergonzado de mí mismo. Como cada vez soporto peor los aspavientos, estoy condenado a ruborizarme cada vez más con mi pasado.

Por cierto: Si no renové el contrato el curso siguiente fue porque yo no quise.

Vía: Factum

11 comentarios:

  1. ah!
    yo también he recibido ese email con esa foto!!

    mire que palabra más bonita nos pone hoy el anti spam: "fumil"

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  2. Bueno, quien no sienta rubor por su pasado, es un fatuo. Y quien no pueda sentirlo, un sosainas.

    Lola

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  3. Pues la verdad , a mi me parecio muy ingeniosa la frase ,
    eso de los años luz y la materia ... eso si todos hacemos cosas asi ......lo mejor no llamar la atencion , pero con los años tambien aprendes a decir y que ? .
    saludos

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  4. Luri, la historia es gemela de otras que conozco personalmente. La impertinencia juvenil, más allá de la prudencia, claro, y más allá del conocimiento de uno mismo y del entorno. ¿Que seríamos nosotros sin haber sido aquellos?

    En el fondo fuimos, creo saber, unos jóvenes maldecudaos, pagados de si mismos y con una enorme dosis de confianza y autoestima, más allá como he escrito de lo pruidente. La autoestima suele engañar, aunque ahora se piense que no y que cuanta más, mejor.

    Los que nos soportaron fuimos más educados que nosotros o cuando menos con una mejor urbanidad. Pero claro que éramos jóvenes y debíamos aprender a conocer los gestos, las palabras, las situaciones. No me atrevo a escribir "aprender de la vida" porque me parece una enorme memez, pero si de los demás.

    Hoy debe ser más o menos así y multitud de jóvenes se sonrojan cada día por su imprudencia bendita...

    Es una magnífica anécdota que mezcla ciencia y religión con vanidad, soberbia y conteción.

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  5. Creemos que subió a los cielos; pero es curiosidad suma e inútil preguntar dónde y cómo está en el cielo el cuerpo del Señor; solamente hay que creer que está en el cielo. Porque no es propio de nuestra fragilidad discutir los secretos de los cielos; y sí lo es de nuestra fe pensar cosas sublimes y gloriosas de la dignidad del cuerpo del Señor.

    San Agustín

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  6. Amigos: Me imagino que con el tiempo vas aprendiendo (o ese parece que es mi caso) que más importante que sanar a los demás de enfermedades que no está nada seguro que tengan, es no hacerles daño. Es mi utopía razonable.

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  7. Así que puede que algún día hasta yo me cure, ¿verdad? :)

    Yo nací ese día y he tenido que soportar una risa que vez que lo he confesado :))

    Que gusto retomar las viejas costumbres. Esta mañana.

    Besos Don Gregorio

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  8. Me alegra poder disfrutar de un café con usted, doña Kasandra. Usted sabe que se la aprecia por aquí. En cuanto a lo de si puede usted curarse o no, no acabo de entender a qué enfermedad se refiere.

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  9. A la de la impertinencia Don Gregorio, la de la Impertinencia :)

    Otro beso, que me voy a trabajar un poquito

    Ganas tengo reales, de no tener funciones sociales... y poder dedicarme sólo a mis devociones de siempre.

    No se imagina cuántas :)

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  10. Amigos: Me imagino que con el tiempo vas aprendiendo (o ese parece que es mi caso) que más importante que sanar a los demás de enfermedades que no está nada seguro que tengan, es no hacerles daño. Es mi utopía razonable.

    Le aplaudo a usted por esto, Gregorio.

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