Esto de la Gestión Ética y la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) es, me parece a mi, la última frontera de la beatería paleoprogre. Así que no me cabe ninguna duda de que tendrá un inmenso éxito internacional. Más aún: me atrevería a decir que ya ha ganado la batalla de la propaganda.
Resulta que, según parece, lo políticamente correcto en el mundo empresarial es defender que las empresas no tienen que estar reconocidas socialmente por su fidelidad a la producción de bienes o servicios, sino por la pulcritud de su conciencia cívica. Las empresas, para merecer el aprecio social, han de tener alma de ONG y comportarse socialmente del mismo modo que lo haría un ciudadano adulto, responsable y sensato. Pero, ¿quién dicta los cánones de la responsabilidad y la sensatez? El tema es tan jugoso que merece un ensayo.
Básicamente la RSC es otra de esas ideas que los europeos hemos copiado a los americanos para, a continuación, aplicarla con el convencimiento de que es una creación nuestra y, en tanto que tal, su puesta en práctica demostraría la superioridad moral de Europa respecto a los Estados Unidos. Pero guste o no, la RSC nació a finales del siglo XIX en Estados Unidos cuando algunos empresarios descubrieron lo rentable que podría ser publicitar sus obras de caridad. Es decir: La RSC se propuso –y se propone- un tratamiento moral-cosmético de la producción capitalista. Y es que esto de la RSC tiene poco, pero muy poco que ver con el imperativo categórico kantiano.
Pero este es el signo de los tiempos: la competitividad empresarial se ha trasladado al terreno de lo políticamente correcto, porque en sociedades como la europea y la norteamericana, donde hay, globalmente, más dinero que necesidades, cada vez se consume más eligiendo un cierto discurso añadido al producto. Quizás dentro de unos años la mayor parte de nuestras compras sea “discurso añadido”, es decir, edulcorante moral. ¿No debería equiparse la RSC al IVA?
Claro, claro, no todos los defensores de la RSC lo son por razones de packaging moral. Ya lo sé. También están los memos que sustentan su discurso sobre la RSC en la convicción de que el capitalismo, abandonado a su propia dinámica, es esencialmente perverso, por lo que, en consecuencia, debe ser controlado introduciendo criterios de valor en las prácticas capitalistas. Aparte de la confusión implícita en este discurso entre dinámica del “capital” y dinámica del “capitalismo”, esta apreciación no parece concordar, en absoluto, con los hechos, puesto que no son precisamente las sociedades más intervencionistas las moralmente más sanas, las que poseen los consumidores más satisfechos, las que tienen las empresas más ecológicas o las que cuentan con trabajadores mejor tratados. Los sustentadores del discurso memo sobre la RSC son completamente incapaces de comprender que la motivación egoísta puede proporcionar notables beneficios sociales cuando se dedica a afirmar su propio egoísmo. No gastaré ni una palabra en intentar convencerlos. Me limitaré a recordarme a mí mismo las palabras de Adam Smith en La riqueza de las naciones: “No es de la benevolencia del carnicero, del cervecero, o del panadero, por lo que podemos contar nuestra cena, sino por su preocupación por su interés.”
Gregorio, es usted un provocador y cualquier día de estos le van a condenar (con razón) a beber la cicuta.
ResponderEliminar¡Menos mal que todavía quedan intelectuales de postín como Zizek!
Mis amigos progres ya me han perdonado, Chema, que es la cosa más humillante que me podían hacer. Han decidido tenerme como exótico animal de compañía.
ResponderEliminarEn cuanto a la cicuta, tengo estudiado el asunto, y por ahí he dejado escrito que las últimas palabras de Sócrates, que nadie ha sido capaz de interpretar ("Criton, le debemos un gallo a Asklepio") se deben al efecto de la cicuta, que iba produciendo la rigidez de los miembros, con lo cual al llegar al bajo vientre, etc, etc.
Vive Dios, Chema, que si llega el caso en que tengo que morir encicutado me justaría que tú cumplieses el encargo de dedicarle en mi nombre un gallo a Leo Strauss.
La sensatez y la precisión conceptual son ahora una provocación, síntoma
ResponderEliminarde un innegable "democratismo" en la terminología de Julien Freund. Interesante el Editorial del nº62 de Razón Española- Noviembre de 1993: "Aristocratismo de la razón"
Si es necesario yo también me someteré a
la cicuta....
C.
Claudio.
ResponderEliminarDios me libre de la menor moralina no ya progre, sino tan sólo socialdemócrata.
Pero no hay que perder de vista que la empresa representa siempre un pacto ("convenant") entre ella y la sociedad, cuando menos desde la aparición de las de responsabilidad limitada (1855, los victorianos ¡cómo no!). Es la sociedad la que admite, contando que ello es beneficioso para todos, que los accionistas sólo respondan con el capital desembolsado (la idea de Smith del empresario era todavía la del propietario responsable con todos su bienes). En contra de lo que creen tanto los libertarios como los rojeras, la empresa (cómo el mercado) no tiene nada de "natural": es un sofisticado producto social.
Por ello, si ahora la sociedad decide que lo que conviene es exigir algo más a las empresas, ello no tiene nada de especial. Otra cosa es cómo ello afectará a su optimización económica. Siempre es peligroso cuando los "niveles" moral o político interfieren con el material (técnico-económico). Pero lo hacen a diario, no en busca de una optimización del mismo, sino para incrustar criterios extraeconómicos en el nivel productivo. Y aquí entrarían, entre muchos otras cosas, la igualdad y la envidia (¿resentimiento?) de la que hablábamos hace un par de días.
Yo propongo que cuando llegue el día del último viaje, bebamos todos juntos la cicuta en "El café de Ocata", mirando al mar.
ResponderEliminarPor cierto, los contratos laborales que firman los jóvenes en las grandes empresas susceptibles de ir en cabeza de la producción moral (700 euros al mes en la empresa automovilística por excelencia, y sin derecho ni a rechistar) son como para que encima le den, al contrato basura, unas refrescantes gotitas d'Eau de Bonté.
Muy buen post.
Lola
A raíz de su post, Gregorio, tenemos lo siguiente, por poner un par de ejemplos:
ResponderEliminar- Empresas de renombre que contaminan el medio ambiente y que pagan sus redención contribuyendo con una placa (y algo más) a la construcción de una biblioteca en el pueblo.
- Empresas que indican en su pàgina web el afán ético(?) y filosófico(?) de su política empresarial, cuando -entre otras minucias- a sus trabajadores les tienen haciendo piruetas en el alambre de los 900 euros, (incluyendo plus de turnos, nocturnidad y festivos).
Dentro de poco me veo rogando en los reclinatorios de la RSC, por Dios!
Creo que no es que no comprendan la ventajas de la motivación egoista. Claro que las comprenden, no hay ningún caso de miopía tan exagerado. Lo que no quieren es aceptarlo; aquí está , a mi juicio, el problema: el no aceptar un principio que creen inmoral. Desde luego uno siente más confort espiritual creyendo que el mundo se rige por el amor fraterno. Pero esta beatería es bastante grave, pues subordina el bienestar concreto y empírico de los ciudadanos a la concepción subjetiva y viciada de una ideología. Y acaba siendo, ahora sí y con tres cabezas de diferencia respecto a la anterior, una inmoralidad.
ResponderEliminarPor otra parte, esto del RSC es más viejo que la tos. Lo hemos visto en la política y en religión mil veces. Mi abuela me lo enseñó insistentemente, supongo que porque su abuela hizo lo mismo: vete con cuidado con quien dice con florido lenguaje que trabaja desinteresadamente para ti.
Aforismo para la ocasión, y como añadido del comentario sabio de la abuela de Joseph T.:
ResponderEliminar"Si em fas festes i no me'n sols fer, o es que em vols fotre, o es que m'has de menester".
("Si me festejas cuando no sueles hacerlo, es porque me quieres fastidiar o porque me necesitas").
C.: Hay un odio al elitismo en ciertos campos mientras que en otros se practica una mitología de antropoides. Especialmente está prohibido mencionar al elitismo en política. Pero, más allá del fetichismo de las palabras, ¿quién, honestamente, no quiere ser gobernado por los mejores? ¿Y si queremos, realmente, ser gobernados por los mejores, como seleccionar eso que los franceses llamaban, abiertamente, las elites republicanas?
ResponderEliminarNo conviene engañarse: o nos gobiernan los listos o los listillos.
Claudio: Yo me planteo esta cuestión de manera muy elemental. Si quiero comprarme unos zapatos, ¿qué debo exigirle al producto? Calidad, diseño y buen precio, sin duda. ¿Y es bueno que diferentes empresas compitan entre sí por mejorar la calidad, el diseño y el precio?
ResponderEliminarPues parece que hoy eso no es suficiente. Lo cual me deja un poco perplejo, porque significa que el fetichismo de la mercancía está conociendo un desarrollo bien curioso: lo que yo llamo el fenómeno del packaging ético. No sé si hemos pensado bien lo que supone todo esto.
Lola: La cicuta crece frondosa por las hondonadas umbrías del Maresme. Así que por el material no hay problema. Pero he estudiado sus efectos y no me parecen que este veneno sea muy aconsejable.
ResponderEliminarTienes razón con respecto a las empresas. Hace algún tiempo estuve un poco relacionado con un grupo que intentaba defender esto de la ética en la empresa. En realidad está muy claro, éticamente, lo que una empresa debe hacer. No requiere mucha teoría el asunto. Excepto, claro está, si lo que está en juego no es la ética.
Pedra Lletraferida: totalmente de acuerdo. Pero ahí andan unos cuantos filósofos intentando convencernos de la cuadratura del círculo.
Joseph T. Cada vez me parece más revolucionario el precepto socrático que animaba a que cada uno hiciera lo que le correspondía. Ahí está todo.
ResponderEliminarCuiando una compañía trasciende del producto para convertirse en corporación, inicia una política de acercamiento social que no siempre es paralela a la política comercial del producto. Son cosas diferentes.
ResponderEliminarY aún dentro de estos casos hay que diferenciar dos actividades diversas: el acercamiento social (la fundación o similar) para redirigir gasto impositivo en "retorno de beneficio a la sociedad" ( así se dice) o la del acercamiento a los problemas sociales como valor añadido para vender unidades de producto: campañas promocionales.
En cualquier caso estos fenómenos tienen que ver con la necesidad de la sociedad de lavar sus cpompñlejos de culpa basados en el consumo, que en los análisis de comportamientos aparecen claramente.
Son cuestiones de marketing que en nada afectan a la calidad del producto, sino a su valor de imagen, de él o de la corporación que lo fabrica.
Muy simplemente (no doy para más): valorar, en mi elección, cuestiones no directamente relacionadas con el rendimiento de lo que quiero adquirir no me parece mal, si esas cuestiones son para mí importantes y hacen que dé más gustoso mi dinero a quien se preocupa por ellas.
ResponderEliminarDistinto es que esos valores añadidos sean impostados, falsos, que nos vendan humo, o que prentendan con ellos tapar fallos básicos del producto.
¿No? (¿Ya se daba por supuesto, esto?)
Un abrazo, y buena semana a todos.
Luis: Efectivamente a eso de "el valor de imagen" me refiero: ¿Cómo es que tiene tan mala imagen el egoísmo, cuando a él le debe la empresa su razón de ser?
ResponderEliminarPortorosa: Sin duda el concepto de valor añadido es más complejo, en la práctica, de lo que creen los economistas. Hay un valor moral añadido, también. Pero, ¿Por que no consideramos un valor moral que la empresa sea estrictamente egoísta, es decir que busque competir -con medios legales, evidentemente- con el resto de las empresas para proporcionar mayor beneficio a sus accionistas, mejores sueldo, mayor estabilidad laboral a sus empleados y, sobre todo -que es lo que más me afecta a mi como consumidor- un producto eficiente?
ResponderEliminarPorque la compañía pretende que sus valores más profundos (la búsqueda del beneficio) queden intactos, pero el valor añadido (que es la motivación para comprar) se acerque a la sensibilidad social, en cuestiones que superan al puro intento de ahorrar en la compra o beneficiarse de promociones que ya no motivan. El caso de los jóvenes y del marquismo es claro: las marcas se acercan a compartor preocupaciones sociales o lúdicas (música, deporte, etc) como valor añadido en lugar de invertir en ahorro. ¿Porqué? Porque el precio alto es un valor añadido diferenciador de las segundas marcas.
ResponderEliminarEs la mentalidad del consumidor la que rige.
Llevo dándole vueltas a esto, Luis. Quizás no deba reducirse esto a las relaciones ce compra-venta. Quizás todo esto tenga que ver con la antropología mucho más de lo que parece a primera vista.
ResponderEliminar1) Si efectivamente compramos un producto más un valor añadido, ¿es que la apropiación de ese valor nos hace más valiosos?
2) Ese valor añadido no es algo biológicamente necesario. Luego...
3) ¿Sabría el hombre moverse -vivir- únicamente en una situación en la que sólo estuvieran satisfechas sus necesidades biológicas?
4) Cuando se aspira a algo, se huye de algo. ¿De qué huimos cuando adquirimos el valor asociado a un objeto?
5) Si los puntos anteriores son ciertos, el estricto funcionalismo es imposible. El funcionalismo sería, en última -o primera- instancia, también un valor asociado a una función.
6) Quizás el objeto más puramente funcionalista sea una bomba. Pienso en los soldados que necesitan escribir en su superficie pulida insultos para el enemigo. Ellos también tienen necesidad de superar el estricto funcionalismo del objeto.
Cada vez más, el capitalismo me parece el único sistema económico que actualmente puede llevarse a la práctica. Y el porqué es sencillo: los hombres somos egoístas. Pero además de esto, es el capitalismo el único sistema que, a pesar de ser mediante nuestro egoísmo, nos da la máxima libertad.
ResponderEliminarEn cierta manera Luri, la renuncia al valor añadido es laútópica esencia del socialismo. Los valores puramente funcionales e igualitarios, desjerarquizando el acto de comprar y consumir, no parece compatible con la naturaleza humana. En el consumo hay un plus de apropiación innecesaria funcionalmente y de envidia sociológica. Limitada la belocidad a 120 kms hora, ¿para que necesitamos un coche que alcance los 300? Ese es un plus sobrante que favorece al ego, pero no al individuo social.
ResponderEliminarDurante mi profesión, treinta años más o menos, me he dedicado especialmente a la localización de valores añadidos a la compra funcional.
En lenguaje de marketing: "a igualdad de calidad, tramaño, funcionalidad, presencia y precio, solamente el valor añadido ajeno al producto puede motivar la elección favorable".
Nausicaa: Tiene el capitalismo, además, una característica curiosa: es el único sistema capaz de sufragar las actividades de los antisistema e incluso subvencionarles su modo de vida.
ResponderEliminarLuis: Magnífica definición del socialismo (y no, evidentemente de la socialdemocracia). Me la apunto.
ResponderEliminarEs que el socialismo pretende transformar al individuo y la socialdemocracia proceder a una redistribución de la riqueza producida, conservando el valor añadido.
ResponderEliminarLo primero es utopía, lo segundo un intento de justicia distributiva.