miércoles, 19 de diciembre de 2007

Lejos de mi II (de fondo, Ravel)

Sigo con Clément Rosset.

Según Roland-Manuel, Maurice Ravel, el autor del famoso Bolero, “no tenía más secreto que el secreto de su genialidad.” Convenía no andar huroneando en su persona, para no acabar decepcionados.

Roland-Manuel presentaba un programa de música clásica en France-Musique y el día que contó ésto, añadió una historia que tenía por protagonista al hijo de un impresor de barrio, es decir, de los que sobreviven a base de pedidos de carteles, tarjetas, cartelitos y formularios, que tras la muerte de su padre acababa de heredar la imprenta. Apenas un día después del funeral, mientras preparaba el inventario, se topó con un grueso sobre cerrado en el que podía leerse, en la letra de su padre, lo siguiente: “No abrir”. Obedeciendo, aunque de mala gana, mantuvo el sobre apartado de su curiosidad durante seis años. Hasta que un día, sin más ni más, fue a por él y lo abrió.

Llegado a este punto, Roland-Manuel se despidió de sus oyentes, prometiéndoles revelar el contenido del sobre la semana siguiente.

Y eso hizo. De esta manera sus seguidores se enteraron de que lo que contenía el misterioso paquete era un centenar de etiquetas, todas iguales, impresas con la consigna que figuraba en el sobre: “No abrir”.

Me imagino que al acabar ya estarían avanzando los primeros acordes del Bolero de Ravel.

8 comentarios:

  1. Muy oportuno, aunque falta saber si el tamaño de las letras de cada cartel era progresivamente más grande, como la orquestación de Ravel en el Bolero. De Ravel, que, por cierto hablaba vasco, hay que escuchar su "Concierto en Sol Mayor": empieza con una melodía de raíz vasca y al cabo de unos pocos compases surge otra de aires andaluces. Dos melodías que conviven en un mismo territorio sin estorbarse, dicho sin segundas intenciones. Del segundo movimiento del concierto no se puede hablar, porque no hay palabras, hay que escucharlo. Si no lo conoce, Gregorio, no dude en pedirlo a los reyes majos,eso que un día aciago de nuestra infancia dejaron de ser magos. Saludos.

    Saludos

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  2. Esta historia parece una parábola bíblica, muchas veces, en efecto, vale mas no abrir porque dentro no hay nada o muy poca substancia. Y, desde luego, nada comparable al misterio del sobre cerrado.

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  3. Tacet: Era vasco. La lengua materna de su madre -creo- era el euskera.
    Voy a hacerle caso y ahora mismo me apunto en mi lista de reyes ese concierto con nombre de plaza de toros: Sol mayor.
    Un cordial saludo.

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  4. Jülia: A mi me ha recordado aquello que cuenta Kierkegaard: “Lo que los filósofos dicen de la realidad es a menudo tan decepcionante como el cartel que puso en su tienda un mercader: ‘Aquí se plancha’. El que llevaba su ropa a planchar, se llevaba un chasco: el cartel estaba en venta.”

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  5. Fue tan decepcionante por su obediencia al padre. Si en lugar de esperar tantos años, en los que estuvo fantaseando sobre el contenido, lo hubiera abierto el primer día, no se habría decepcionado él ni sus oyentes.

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  6. Giovanni Guareschi escribuó un cuento en el que en una tienda, el propietario, colgó un cartel ofreciendo la venta de "nada". Tuvo clientela y acabó inventando un sistema de medición de nada: 100, 250, 500 grs de nada, con un precio acordado. La gente le compraba y él hizo una mediana fortuna.

    Como áquel sobrecerrado que dice: "idiota quien lo abra" y en el interior se lee: "eres idiota"

    Un puñado de etiquetas solo refieren la vaciedad de la curiosidad; la capacidad de imaginar secretos donde existe, sin más, la más absoluta verdad que son capaces de expresar las palabras cuando no se entregan a la imaginación y dicen lo que dicen.

    Seis años perdidos, ¿y después?

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  7. Nunca lo habría abierto. Lo habría dejado en una estantería bien visible. Y cada noche antes de apagar las luces me habría fumado un cigarrillo mirándolo. Y una vez terminado, y más satisfecho que Dios, me iría a casa.

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  8. Aunque no fumo. Quizá debiese de fumar.

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