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domingo, 30 de diciembre de 2007

Visita al Mercat de Sant Antoni

Hoy me he levantado relativamente temprano, con el sol de invierno, que por cierto surgía anunciando no sé que fastos por el horizonte marino. Tengo la inmensa suerte de poder ver salir el sol sacudiéndose la mar salada desde la ventana de mi dormitorio. Y como estoy (hasta esta tarde) de Rodríguez, he decidido ir al Mercat de Sant Antoni, a ver libros. Antes iba con más frecuencia a merodear entre los muchos puestos de libreros de viejo que ocupan el perímetro del Mercado, ahora, por lo que sea, voy espaciando cada vez más las visitas. Apenas había coches por la carretera y en Barcelona -¡qué delicia!- había sitios de aparcamiento libres en todas las calles. A uno casi el entraban ganas de dedicar la mañana a aparcar y desapartar, para resarcirse de tanta y tanta vuelta dada a lo largo del año en busca de un quimérico huequecito en el que dejar el coche sin necesidad de pagar ese impuesto sanguijuélico que nos impone el ayuntamiento por vivir en una sociedad de consumo a quienes, desesperados, inclinamos la cerviz ante el parquímetro o ante la piratería de un parking. Después de dar vueltas y vueltas por entre las paradas de libros, he vuelto a casa con una barra de pan bajo el brazo. No he encontrado nada suficientemente interesante, lo cual hasta hace poco no evitaba que apareciese por casa con una bolsa llena de cosas raras. Me estoy comenzando a preocupar. No hago más que descubrir facetas ajenas de mí mismo.

6 comentarios:

  1. Pues si es raro Don Gregorio, generalmente es al reves, ¿no se estara convirtiendo en escesivamente crítico? en todos los entornos siempre hay algo interesante, y perspicacia a usted no le falta.

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  2. Bueno, será aquello de "el ser humano es tensión entre el cambio y la permanencia".

    No hay de qué preocuparse. Total, por mucho que cambie no dejará de ser usted mismo.

    Una barra de pan puede ser más interesante que un libro, de según cómo se mire (o según con qué libros se compare).

    Un saludo

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  3. Pues igual le ha sucedido a usted Don Gregorio como a Sócrates, que volviendo del mercado con las manos atrás nos soltó aquello de que "¡hay que ver la de cosas que no necesito!".

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  4. A mí me pasa igual, Luri.
    Y no somos nosotros, es el mercado el que ha cambiado.
    De los apetecibles volúmenes procedentes de voluntaristas editoriales quebradas o saldadas colecciones privadas, se ha pasado al repetitivo despliegue de restos de serie de libros/regalo de los periódicos, ediciones de kioko de títulos más que leídos y obsoletas ediciones con traducciones para olvidar.
    Mucho mejor el abebooks. ¡Y sin salir de casa!

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  5. A mí me parece un sitio horrible y nauseabundo ese mercado.

    Yo sólo compro libros para la biblioteca familiar. El último una biografia de san Agustín de XVIII. Era imprescindible.

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  6. Ayer, en una librería de Segovia, la mejor de tres, que son las que conozco, mientras andaba comprando regalos, entró una pareja de jóvenes y empezaron a buscar por estantes. Al cabo se acercó una de las dos dependientas a preguntarle que era lo que quería. "Se trata de un regalo para una persona mayor, dijo él, al que le gusta mucho leer y hemos pensado en Las Confesiones de San Agustín.

    La chica asentía. La dependiente dijo que debía tener algún ejemplar. De pasada les preguntó: "esa persona gusta de los libros de filosofía?. "¿No! contestó él, nada de eso. Es muy sencilla. pero es muy religiosa y le gustan las Vidas de los Santos"

    Aquí empezó el problema, porque aparte del Jesús de Ratzinger, no se le ocurría ningún libro. Pidió ayuda al otro dependiente y acabamos los varios clientes que allí estábamos buscando y revolviendo sin dar con algo apropiado. No había nada que se pudiera considerar de lectura cristiana y sencilla. Acabamos recomendandoles que fueran a otra librería, en la calle Real, que tiene en los escaparates obras de espiritu cristiano, tratados de moralidad (?) y libros sobre la guerra civil.

    Por cierto que mi primer trabajo en serio fué justamente delante de ese mercado. En la Ronda esquina Urgel, frente a una cafetería "Els Tres Tombs". Al mercat de Sant Antoni acompañaba yo a mi madre ocasionalmente a la compra, vivía en Diputación esquina Calabria.

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