Esta, Gregorio, me parece más atinada y menos evidente metáfora que la anterior. Esa esfinge me recuerda toda la megalomanía arquitectónica y urbanística inútil que hay en España, restos de un civilización del pelotazo que por fortuna, mal que nos pese por las apreturas, estamos pasando. Del verdadero sentido de las crisis también sabían lo suyo los griegos con Platón a la cabeza.
A falta de garra a la vista, qué va a hacer el pobre hombre sino tratar de escuchar a la silente.
Me recuerda una anécdota que nos contó un comandamente cuando hice la mili. Parece ser que había servido como legionario en el Sahara. Uno de los guías beduinos, en el momento de la oración, en vez de realizarla como los demás, en el momento de postrarse giraba la cabeza hacia un lado. Picado por la curiosidad el que acabaría siendo comandante le preguntó porqué el acercaba una oreja al suelo, a lo que el otro respondió: "oido al desierto llorar porque pudo ser pradera y se quedó en desierto".
Esta, Gregorio, me parece más atinada y menos evidente metáfora que la anterior. Esa esfinge me recuerda toda la megalomanía arquitectónica y urbanística inútil que hay en España, restos de un civilización del pelotazo que por fortuna, mal que nos pese por las apreturas, estamos pasando. Del verdadero sentido de las crisis también sabían lo suyo los griegos con Platón a la cabeza.
ResponderEliminarBuen domingo
A falta de garra a la vista, qué va a hacer el pobre hombre sino tratar de escuchar a la silente.
ResponderEliminarMe recuerda una anécdota que nos contó un comandamente cuando hice la mili. Parece ser que había servido como legionario en el Sahara. Uno de los guías beduinos, en el momento de la oración, en vez de realizarla como los demás, en el momento de postrarse giraba la cabeza hacia un lado. Picado por la curiosidad el que acabaría siendo comandante le preguntó porqué el acercaba una oreja al suelo, a lo que el otro respondió: "oido al desierto llorar porque pudo ser pradera y se quedó en desierto".