... tenía que encontrar una muerte atroz. Después de la evacuación de Cataluña, se encontraba en el campo de concentración de Argelés. Ocultaba cuidadosamente su nombre y se paseaba solitario, temeroso y desconfiado. Un día se acercó a él un joven y, sonriente, le tendió la mano: '¡Hola, Astorga! Yo también pertenecí al S.I.M.; conozco tus hazañas y soy un sincero admirador tuyo. Tenemos que ayudarnos mutuamente.' Pasearon juntos, charlaron. Astorga cobró confianza. Se acercó a ellos otro refugiado y, seguidamente, otro: todos se presentaban como comunistas y ex miembros del S.I.M. Conversando cordialmente, se fueron alejando de las barracas. Llegaron por fin a un lugar solitario de la playa; habían abierto allí previamente un gran hoyo en la arena. Astorga comprendió y retrocedió espantado. Lo enterraron vivo, y sobre su tumba dejaron un papel que decía simplemente: 'Por asesino'".
Julián Gorkin, El proceso de Moscú en Barcelona.
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