Hemos ido todos juntos a casa de Wong Kar-wai, que amablemente nos había invitado a tomar el té con él para contemplar desde la azotea cómo la ciudad se sumerge para siempre en el mar. Hablamos, por supuesto, mientras llegaba el resto de los invitados, de los caprichos de la memoria. Estaba especialmente interesado por la memoria amorosa de Francine, el autómata construido por Descartes, quien, por cierto, se empeñaba en desmentir todo lo que yo iba diciendo. El la había diseñado, es cierto; pero ella me había amado sólo a mi. Hegel insistía en que los dos teníamos razón, porque expresábamos dos momentos de la misma verdad. ¿Quién controla a quien? –nos preguntó Wong Kar-wai- ¿La memoria al deseo o el deseo a la memoria? No supimos qué contestarle. Nos pareció especialmente llamativo el silencio de Hegel. Con frecuencia –dijo Wong Kar-wai rompiendo el hielo- padecemos un retraso a la hora de expresar los sentimientos. Lamentamos después el haber perdido la oportunidad: en ese momento deberíamos haber recordado que… y haberlo utilizado como defensa o como ataque; pero el recuerdo se posterga y cuando aparece ya es como un invitado mudo. Descartes lo interrumpió para decirme que él sólo había pretendido conservarla para siempre. Yo lo abracé y todos nos consolaron. O al menos eso parecía que pretendían. Stirner, en un rincón, fumaba, sonreía y no paraba de repetir: Si la razón reina, la persona sucumbe. El criado de Wong Kar-Wai apareció de pronto para anunciarle que el espectáculo estaba a punto de comenzar. ¿Sirvo el té –preguntó- antes o después del cataclismo?
Yo diría que mejor tomar el té primero. Esa planta pudiera tener la propiedad de iluminarnos y en la séptima taza, barruntar el por qué del cataclismo. Y es que la ciudad recoge todas nuestras proyecciones y en este sentido representa el alma colectiva que nos dinamiza. Una vez hundida en la oscuridad del mar nos convertiríamos en mito como los habitantes de la Atlántida.
ResponderEliminarEl problema del alma se expresa muy bien en el autómata de Francine. Y el dilema del cineasta puede ser una clave.
¿El coreano vive en Barcelona?
ResponderEliminarA riesgo de equivocarme no creo que la relación entre memoria y deseo sean de dominación. Diría que es una relacion de identidad. ¿Relación de identidad? ¿Es posible esto?
Son idénticos memoria y deseo.
Y añado: ¿no es servir el té el cataclismo mismo?
ResponderEliminarAnónimo,
ResponderEliminarYo no veo ningún indicio en el sueño que permita afirmar que servir el té pueda ser "el cataclismo". Se dice claramente que el cataclismo es el hundimiento de la ciudad.
La relación entre deseo y memoria en el sueño aún me parece confusa. Creo que puede ayudar ver la película de Wong "2046" que trata justo sobre los términos de esa relación. La estoy descargando. Cuando la vea, opinaré.
Pd. Sería interesante que Gregorio nos dijera si ha visto esa película.
Taliesin: La he visto, la he visto. Me confieso miembro de la beata cofradía de adoradores de Wong Kar-wai, especialmente -así soy yo- por los cuellos de sus protagonistas femeninas. Pero no solo por eso, claro está.
ResponderEliminarAnónimo: En contra de lo que los entendidos en estas cuestiones dicen, yo no creo que la memoria sea una facultad. O al menos en mi caso no está entre mis facultades usar de mi memoria a mi antojo. La memoria tiene razones que la voluntad no entiende. Tampoco la inteligencia.
ResponderEliminarEl deseo tampoco esta al antojo de uno, y más a ciertas edades.
ResponderEliminarTajante, don Gregorio. En mi caso: la memoria al Deseo.
ResponderEliminarbesos
(inmenso, como acostumbra usted)
KSNDR
La memoria y el deseo son dos elementos que se sintetizan en la emoción predominante del alma galaico portuguesa: la saudade. Ésta se entiende habitualmente como un recuerdo triste de personas o cosas distantes o extintas acompañado del deseo de volverlas a poseer.
ResponderEliminarEl rey-filósofo portugués D. Duarte, en su obra "Leal Conselheiro" hace derivar la saudade de la sensibilidad, y por lo tanto del cuerpo y no del espíritu. Este hecho es relevante para nuestra comprensión de la" memoria amorosa de Francine", pues ésta, como autómata, carece de cuerpo.
El enigma a resolver parece ser la pregunta de Wong Kar-wai ¿Quién controla a quien? ¿La memoria al deseo o el deseo a la memoria? De hecho, la disputa entre Descartes y el sujeto (del sueño) escenifica exactamente esa misma pregunta. Veamos. Lo que crea a Francine es el deseo de Descartes, una de las partes de la ecuación, la activa. Pero la memoria amorosa de Francine le corresponde al sujeto del sueño que es la segunda parte de la ecuación, la pasiva. Hegel tiene razón: ambas son dos momentos de la misma realidad.
Pero ¿por qué es tan importante saber quien controla, si la memoria o el deseo?. Y sobre todo ¿que relación tiene esto con el cataclismo?
No os parece curioso que en la película "Inteligencia artificial" de Spielberg, el niño autómata, en su búsqueda del hada azul,llegue a un Manhattan sumergido?
Doña Kasandra, su mera presencia en este café me endulza la sangre de tal modo que sólo puedo soportarla a base de insulina.
ResponderEliminarTaliesin: Sí, eso está bien visto, la saudade como memoria del cuerpo...
ResponderEliminarIntento responderle (en parte) con el post de hoy.
El protagonista de 2046 escribe sobre un tren que viaja al año 2046. A pesar de las apariencias, escribe sobre el pasado - que repite en la habitación de un hotel en el que se hospeda, la 2046 - y no sobre el futuro. En el tren, el protagonista del relato, se relaciona con una androide para encontrar una respuesta a su necesidad de saber si es o no amado por la mujer que amó en el pasado.
ResponderEliminarAsí como en el sueño filosófico, Wong Kar-wai dice que "padecemos un retraso a la hora de expresar los sentimientos", en el relato de la película 2046. la androide sufre un retraso en la reacción emocional con el paso del tiempo.
¿Qué provoca el retraso en la reacción emocional u que consecuencias tiene?
Los troveiros galego-portugueses del siglo XIII, convertían el deseo vivido corporalmente (que no reprimían) en imagen de la amiga que cantaba inspiradoras poesías que les daba la seguridad de ser correspondidos en el amor.
ResponderEliminarEl poeta Sufí Rumi decía en ese mismo siglo :
Ningún enamorado llega a su amante
Si la amante no le desea
Solo el mismo amor que dobla en dos al enamorado
Da gozo y felicidad al bien amado
Si sientes está gracia del amor
No dudes que esta gracia viene también de ella.
El protagonista del relato de 2046, no sabe si es amado por su amada y eso justifica la relación con la androide, para salir de dudas. Pero con lo que se encuentra es con el retraso en la reacción. ¿Será la duda la que crea el retraso en la reacción emocional?
Taliesin: "¿Qué provoca el retraso en la reacción emocional u que consecuencias tiene?": Sólo me siento capaz de apuntar algo sobre la segunda parte de la pregunta: lo que nos muestra es la debilidad del yo y el predominio del tiempo. Justo en el nexo entre el yo y el mundo, es decir en la "y" de "yo y el mundo", se encuentra agazapado el tiempo. Inevitablemente caemos en Heidegger.
ResponderEliminar"¿Será la duda la que crea el retraso en la reacción emocional?": Por lo que te acabo de decir, creo que es al revés, es el retraso (la temporalidad que nos atraviesa de parte a parte) la que es dueña de nuestras certezas y nuestras dudas.
¿Creó Descartes el autómata para evitar el enfrentarse al deseo en su cuerpo y caer confundido por el genio maligno del que tanto dudaba? ¿Es el Zeus de la fábula de los despojos del deseo, un dios cartesiano?
ResponderEliminar¿Qué consecuencia tiene el sustituir la voz directa del alma (del cuerpo que desea) por una programación racional con el fin de satisfacer nuestra inseguridad y dudas de nuestro deseo? ¿Será un cataclismo?
¿Y si el autómata es el hombre de los pequeños deseos satisfechos: el último hombre nietzscheano, el que dispone de sus "pequeños placeres para el día" y sus "pequeños placeres para la noche"?
ResponderEliminarEl autómata es el hombre con una moral definitiva... o el hombre es un autómata con una moral provisional. "Auto-matos": lo que surge espontáneamente de la naturaleza: nada más automático que el deseo. Pero lo que nos humaniza es la distancia que seamos capaces de tomar respecto a nuestros deseos (y aquí también juega su papel el tiempo)
Gregorio,
ResponderEliminarEntiendo tu propuesta de que es el tiempo el que crea la duda. Pero lo entiendo con el logos.
Estábamos que la saudade era cosa del eros y que el cuerpo tenía su dominio. El tiempo, bajo este dominio es cíclico y cualitativo forzosamente, incluso en el mundo donde el alma fue sustituida por una androide. Y de eso da buena cuenta la película 2046, en el que la repetición se convierte en una condena.
¿Qué es lo que nos condena a repetir? ¿Habrá que sustituir la fábula de los despojos de los deseos por otra en la que quien regula es una diosa que reclama los derechos del deseo y el cuerpo? ¿será esa la razón por la cuál es un hada azul lo que se encuentra en el Manhattan sumergido?
Los verdaderos poetas son los que son inspirados por la Diosa, decía Robert Graves. Y en la poesía se neutraliza el trabajo del tiempo. Se elimina el retraso, NO distanciándose del deseo, si no todo lo contrario, haciendo emerger del deseo una imagen de la amada que canta su amor. Esa imagen que contiene el deseo es alma, no naturaleza. El deseo se queda en naturaleza precisamente si nos distanciamos.
ResponderEliminarCanta la amiga en la poesía de Matín Codax : ¿Por qué tarda meu amigo sen mín? Bajo el dominio del Eros, el tiempo juega su papel, pero la inmediatez de la reacción emocional, la meditación en espera sobre esa cualidad amorosa del tiempo, como si fuera un koan, aporta la fé en la futura unión de los amantes, el triunfo sobre el tiempo.
Siento que me está pisando los talones, lo tengo ya muy cerca...
ResponderEliminarEnnri,
ResponderEliminarSupongo que te refieres al verso de Martín Codax.
Reconozco que nunca escuché a la amada (alma) expresarse de ese modo. Tendremos que estar atentos a una manifestación travesti de la diosa en el siglo XXI.