viernes, 4 de agosto de 2006

Fabien de Cugnac

"Si Dios, como lo sugería Aby Warburg, se oculta en los detalles, entonces Fabien de Cugnac es un iluminado, un auténtico loco de Dios y de sus obras" (Paul Ardenne).

Ya perdonareis que vuelva tras estos días intentando hincarle el diente racional al pedernal libanés, a una de mis aficiones más queridas, la de la fotografía. Pero no estoy dispuesto a renunciar al desorden que ordena este blog. No sé si conocéis a Fabien de Cugnac.

La metafísica más profunda es la que se ocupa de lo más sutil, y los más sutil es el instante, el tiempo más próximo a la insondable nada.

Es, quizás la más antigua de las obsesiones del hombre: atrapar al instante como si fuera una mosca a la que se puede dar caza en la prisión del puño y llevárselo a la oreja y sentir su zumbido.

A Platón le dio miedo tratar del instante, de lo que aparece súbitamente y en un abrir y cerrar de ojos desaparece. ¿Y si él no pudo, quién? Aristóteles prefiere hablar del intervalo recordando a los durmientes de Efeso, pero eso es otra cosa, vamos, creo yo. Y Agustín de la sucesión que desde el alma ordena el fluir del tiempo. Plutarco recoge una leyenda en la que el dios del tiempo, Crono, duerme en una cueva y su sueño es la vida del mundo.

El cristianismo, en cierta manera, es la prolongación del instante. San Pablo hablaba del tiempo presente como del "ho nyn kairós", el tiempo de ahora, esa sala de espera en la que aguardamos impacientes la segunda venida de Cristo, cuando se nos irá llamando uno a uno por nuestro nombre.

Probablemente el auténtico cristiano sigue creyendo que la vida es un instante dilatado donde la vida efímera es, como dijo el poeta griego, sombra de un sueño.

Donde toma más cuerpo el instante es en el amor. Pero también ante el dolor irremediable de un ser querido. Recuerdo, en este instante, sus venas cada vez más rosas, finalmente blanquecinas, casi transparentes, cuando ya anunciaban las vetas del inminente mármol.

¡Pero si no fuera por ellos! ¡Si no fuera porque sabemos que el tiempo, como el mar y como el deseo, en un instante se alborota!


5 comentarios:

  1. El instante se plasma en Las Meninas. Apenas un clic. Y en la mente vacía, mirando esta galería de fotos, Espléndidas.

    ResponderEliminar
  2. Acabo de leer en "Más allá del bien y del mal", buscand otra cosa, que Nietzsche define al artista como el ser capaz de atrapar al instante por los pelos.

    ResponderEliminar
  3. Yo me gano la vida cazando instantes con un instrumento musical. La música es una cadena de instantes unidos por un hilo fraternal invisible; el único instante libre es el primero, el que rompe el silencio, los que le siguen son sus esclavos. Porque cada nota que tocas decide el futuro de la siguiente.

    ResponderEliminar
  4. He pensado cn frecuencia que la clave del arte -de todo el arte-, reside en su relación con el tiempo. Cuando les comento esto a mis amigos que son profesores en Bellas Artes o en la Facultad de Historia del Arte veo enseguida que no me entienden. Y quizás tengan ellos razón. O quizás no, si como sospècho, la música es (como la idea platónica)el modelo perfecto al que cualquier otro arte aspira.

    ResponderEliminar
  5. ¿Qué es un instante? ¿Un punto de tiempo? ¿Una porción de duración? ¿La duración de una emoción, que es individible?
    En el arte del autor es la intención: Las Meninas es el instante fotográfico como descubrimiento. En el espectador el tiempo del descubrimiento de la obra frente a ella.
    Creo que el instante en el arte es la duración del ensimismamiento que produce.
    Leí en Compte Sponville algo así, no lo tengo a mano, como que era "la eternidad en acto"
    Entiendo lo que escribe Tacet, y creo que en realidad, para el oyente, todos sus instantes se convierten en uno.

    ResponderEliminar

Darrere el vent