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jueves, 17 de agosto de 2006

De Aristófanes a Osmanagic pasando por Quiñonero y Baroja.

Por la mañana he estado peleándome -otra vez- con Aristófanes. Ya sé que saldré perdedor, pero hay más dignidad en perder según que batallas que en ganar según qué guerras. O, en cualquier caso, me justifico con este ejercicio de narcisismo heróico. Estoy volviendo a leer Las aves. Y una vez más descubro que la estoy leyendo por primera vez. A cada paso me sorprendo a mí mismo de haber dejado pasar hasta ahora tal o cual término esencial, esta o aquella analogía, esa ironía apenas esbozada. Yo tengo a Aristófanes por el principal contrincante de los filósofos atenienses. Es la voz de la ciudad sensata.

Por la tarde, camino de Barcelona, he parado en la Librería de Ocata a encargarle a la Lily La locura de Lázaro, de Quiñonero, y Miserias de la Guerra, la novela póstuma de Baroja (de cuya edición parece que también, al menos en parte, Quiñonero es responsable). En Barcelona me han sorprendido los cielos en tecnicolor. Durante unos minutos un enorme arcoiris ha engalanado el Paseo de Gracia, pero tenía todas las de perder ante la competencia implacable de las luces de los escaparates anunciando las segundas rebajas. En La Central he comprado la correspondencia entre Strauss y Kojève y L'eredità di Weimar de Gian Enrico Rusconi.

De vuelta a casa ojeo en el tren The Economist. La portada me parece certera. Pero si los americanos están perdidos, los europeos no los vamos a ayudar. Los franceses ya se han desdicho de sus promesas y comienzan a poner peros -serios peros- a su participación como fuerza de interposición en El Libano. "
Paris réticent à engager son armée au Liban" dice Le Monde. Esa calamidad europea que es Chirac se ha dado cuenta de que allí la gente muere. Y que eso es malísimo cuando los muertos son nuestros muertos. En cuanto a España se produce la paroja que recoge El País con frase lapidaria: "Jamás una misión de las Fuerzas Armadas españolas en el exterior ha suscitado tanto apoyo político y tanta preocupación militar."

Pero en realidad yo os quería hablar de unas supuestas pirámides aparecidas en Bosnia. Hace tiempo que me vengo mordiendo la lengua, pero visto que hasta el sesudo The Economist se hace eco de esta noticia, no veo por qué El Café de Ocata tiene que andarse con remilgos. Por ahora, sin embargo, me limitaré a resumir lo que dice esta revista:

1. Un tal Semir Osmanagic, bosnio-americano que posee una empresa relacionada con el acero en Huston, creyó descubrir, en abril de 2005, que lo que parecía un promontorio natural en la ciudad Bosnia de Visoko era en realidad una pirámide. Poco después halló varias pirámides más. En el curriculum de Semir Osmanagic, según The Economist se encuentra una investigación sobre la intervención de los supervivientes de La Atlántida en la construcción de pirámides en América.

2. En la ciudad de Visoko nadie se cree lo de las pirámides, sin embargo están muy felices con ellas, porque el turismo se ha disparado. Si hasta ahora el número de turistas apenas alcanzaba los 12.000 al año, ahora superan los 5.000 por día (me imagino que esto será en verano). Los comerciantes más avispados han comenzado a vender souvenirs con las pirámides: camisetas y reproducciones a escala y los restaurantes sirven pizzas con forma de pirámide.

3. Osmanagic insiste: las pirámides son de una civilización perdida de hace 12.500 años. Y sostiene que ha encontrado restos que confirman su hipótesis. Según The Economist los arqueólogos de Bosnia consideran que es un “hallucinating lunatic”. Pero él sigue adelante, combatiendo los celos de los académicos.

¿Qué por qué os cuento esto? A su debido tiempo tendréis cumplida respuesta y os revelaré mi implicación (juntamente con la de P. A.) en todo este embrollo. Hasta entonces, me limitaré a informaros de lo que aparezca en la presa y a solicitar vuestra opinión, si es que os parece oportuno manifestaros sobre este tema.

11 comentarios:

  1. Me manifiesto enseguida, querido gregorio, porque me has pillado con el comentario anterior en la tecla. De tus lecturas no puedo decir más que, sólo por la manera en que hablas de ellas, transmites sosiego y deseo de leerlas. En cuanto a las pirámides en Bosnia, ardo en deseos de saber qué tienes tú que ver. En principio me inclino por aceptar la idea de que su presunto descubridor es un lunático, aunque sólo desde un punto de vista, porque desde otros (turístico, económico) demuestra ser un listillo. Quizá sea las dos cosas. Besos.

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  2. Me encanta que tengas el don de la ubicuidad (cosa que ya venía sospechando desde hace algún tiempo, visto como contemporanizas con Roma) y que puedas estar en dos posts a la vez. Con respecto a Bosnia: os pido a vosotros paciencia y a mi prudencia. Pero acabaré informando de todo, palabra.

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  3. Este post (y otros muchos tuyos) bien podrían rematarse con los últimos versos del "Poema de un día (meditaciones rurales)" del gran Don Antonio Machado:

    "No está mal
    este yo fundamental,
    contingente y libre, a ratos,
    creativo, original;
    este yo que vive y siente
    dentro la carne mortal
    ¡ay! por saltar impaciente
    las bardas de su corral".

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  4. Querido Joaquín, aunque no aspiro yo a tanto, bien venido sea el colofón machadiano que propones.

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  5. En mi pueblo también hay unas pirámides. Las parejas iban allí por las noches. Una porción, no muy importante, de población del pueblo tiene en su concepción ese punto antiguo de las pirámides, y por supuesto también el punto de lo azaroso.

    javier

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  6. En el imaginario colectivo de toda esta humanidad existe ese "visitante que llegó de lejos" y que nos abandonó llevándose su felicidad. Existen los lugares perdidos; Ya el primer componente del Génesis desemboca en el Paraiso Terrenal y en la felicidad perdida. Incluso nuestro "Libro de Alexandre con su paseo por todos los reynos que pisa ese Inmortal Alejandro en busca de las fuentes de la vida eterna, o en nuestra subterránea Toledo en la que se guarda la mesa del templo de Salomón, "el mar de bronce" o la "esmeralda de una sola pieza". Y más modernamente las tecnologías perdidas.

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  7. En las pirámides lo antiguo lucha con lo álgido. ¿Qué buscaban las parejas, lo álgido o lo antiguo? LO álgido apunta hacia el cielo, lo antiguo a la horizontalidad del suelo. Las pirámides más antiguas, Javier, son polvo que el viento arrastra por las llanuras.

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  8. ¿Y que piensas, Luri, del suelo de conectar con la edad de oro? Hasta Cervante sse riefier a ello en el discurso, lúcido, de don Quijote a los pastores?
    Se que me estoy yendo lejos de tu intención, tal vez. Pero he comido bien y el orijo era estupendo.

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  9. Como se suele decir en estos casos, caro Luis: ¡Qué pregunta más interesante! Trataré de esta cuestión en uno o varios posts algún día de estos. Lo que más me interesa de esta cuestión es la inversión del imaginario de la Edad de Oro de un pasado mítico a un futuro posible y, sobre todo, el sueño de la razón que creyó tanto en la inevitabilidad del progreso como en su meta: la arcadia feliz. Y durante un tiempo los hombres, pobres héroes triviales, vivimps (y murieron) convencidos de la posibilidad de convertir la utopía en el corolario final de la ciencia histórica.

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  10. Yo, como buena mexicana, siempre creeré en la existencia de pirámides. Y por cierto que viendo esta noticia (que ya había oído en algún sitio), me acordé de la pirámide de Cholula. La más alta de México o la más grande, no me acuerdo bien: cubierta, como está, por tanta tierra que parece un cerro, y miles de plantas, nadie supo que era una pirámide hasta que se encontró el pasillo interior, por pura casualidad. Recordarla me trae aromas de tierra mojada, humedad, túnel y musgo.
    Un saludo.

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