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domingo, 6 de agosto de 2006

Europa at the Crossroads

Una de las maneras más directas y económicas de conseguir tener las ideas claras consiste en reducir la complejidad del mundo a dos polos opuestos: los malos y los buenos. Este procedimiento garantiza tanto la comodidad ética como la intelectual. Y es que, digan lo que digan los antiplatónicos, necesitamos sentirnos orientados hacia el Bien, ya que sólo la conciencia de nuestra proximidad con respecto a este valor supremo nos proporciona el sentimiento de ser portadores de valor.

Perdonad lo engolado de la introducción, pero escribo esto nada más acabar de leer el último libro de un autor al que es de buen tono despreciar entre nosotros: Francis Fukuyama. Se trata de “America at the Crossroads. Democracy, power and the Neoconservative Legacy” (Yale University Press, 2006). Basta echarle una ojeada para constatar de nuevo que los Estados Unidos quizás sean los malos de la historia, pero, en todo caso, son unos malos muy heterogéneos. El pensamiento norteamericano (y esto está muy lejos de ser como creen ciertos narcisistas europeos, un oxímoron) está atravesado por todo tipo de polémicas. La última es la que ha desatado Fukuyama contra sus antiguos compañeros de viaje ideológico, los neoconservadores, y especialmente contra el que parece ser el cabecilla de los nuevos halcones, Krauthammer. ¿Qué queda del neoconservadurismo?

Para algunos no debería quedar nada, ya que el neoconservadurismo ha sido una pesadilla. Su propuesta de exportar la democracia al mundo es, sencillamente aberrante. Me imagino que quienes defienden esto lo hacen de buena fe y en modo alguno son partidarios de un retorno puro y duro a la geoestrategia a lo Kissinger, es decir, a la exportación americana de dictaduras.

Sebastiano Maffettone es un filósofo europeo de buena fe que acaba de publicar un ensayo titulado “La pensabilità del mundo. Filosofia e governanza globale” (Il Saggiatore, 2006) donde, en directa confrontación con el neoconservadurismo y su propuesta de exportación de la democracia y de los derechos humanos, propone como alternativa una confusa (al menos para mi) “integrazione pluralistica”. Teorizando sobre la guerra justa, sostiene que para que una guerra merezca este nombre “ci vuole, come diceva Tommaso D’Aquino, la iuxta causa ma anche l’auctoritas.” No parece saber que es esta, exactamente, la crítica que Fukuyama dirige a la actual política exterior norteamericana.

¿Pero podemos renunciar a exportar la democracia? Mi respuesta es que será inevitablemente así si es que ya hemos dejado de creer en ella. Y que no si aún seguimos convencidos de las virtudes de la democracia como forma superior de gobierno. Algo de esto sostiene, aunque con un argumento a mi modo de ver un poco retorcido (ya se sabe, uno tiene que marcar distancias con los neoconservadores) T. Garton Ash en El País del domingo (www.timothygartonash.com) con el título de “Más democracia”. Al contrario de Garton Ash, yo no creo que debamos exportar la democracia para sentirnos más seguros los occidentales, sino que debemos defenderla como un derecho de los pueblos a gobernarse a sí mismos sin que tengan los ciudadanos usurpada su representatividad por ninguna supuesta autoridad superior a la voluntad general. Este artículo se cierra con el siguiente párrafo: “No echemos en saco roto la democratización por querer desechar a Bush. La idea es verdaderamente buena. Sólo necesita ejecutarse con mucho más cuidado y con paciencia”. Lo cual, curiosamente, coincide también con las conclusiones de Fukuyama.

Pero claro, Fukuyama es estadounidense y de derechas, ¿cómo nos lo vamos a tomar en serio?

1 comentario:

  1. Amigo Gregorio: ni puiedo ni quiero aislarme de la continúa provocación que emana de tu café.
    Creo que hay dos maneras de exportar la democracia, aunque no esté en manos de todos los protagonistas el hacerlo:
    1 - como una cuestión de progreso que debe ir calando (labor misionera)y que cuenta con recursos de orden económica, sanitario y cultural.
    2 - como pieza táctica en el juego geoestratégico para asentar las zonas de influencia, donde el principal recurso es el apoyo militar.
    EEUU ha practicado a lo largo del siglo XX ambas.
    La primera se comenta por sí misma.
    La segunda es una pieza de ajedrez que puede cambiarse si lo piden las circunstancias. ¿Quien nos dice que no vuelva la época de las dictaduras exportadas? Si Sadam Husein no se hubiera salido de madre (megalomanía pura y dura) ¿se hubiera producido la exportación democrática a Irak?

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