Es difícil hablar de la prostitución porque con mucha facilidad nos deslizamos de los hechos a los deseos. Y un deseo, si fuera un hecho, sería un hecho muy singular. Parece como si los que tratan de esta cuestión en realidad se vieran a sí mismos compitiendo por la copa del mundo de los buenos sentimientos. Pero lo elemental de la prostitución es que en ella se dan la mano la búsqueda fácil de placer y la búsqueda fácil de dinero. ¿Y no son estos los motores de la publicidad? Por supuesto, allá donde se encuentran estos dos factores aparecen todo tipo de personas dispuestas a aprovechar la situación azuzando el deseo. Podemos y debemos combatir las mafias de la trata de blancas, pero no estamos dispuestos a combatir ni el reclamo del deseo sexual ni el reclamo del dinero. En estos tiempos nuestros se da también otra singularidad. Cuando se trata de la prostitución femenina inmediatamente se dispara nuestra alarma moral, pero cuando se trata de la prostitución masculina, la cosa ya es diferente. Piénsese en la película Buena suerte, Leo Grande.
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