Escribo esto en tierras de Requena, cubiertas por un espeso manto de niebla, en el AVE que me lleva de Madrid a Valencia, donde me espera una mesa redonda con una persona a la que aprecio y admiro, la neuropediatra María José Mas Salguero. Tengo muchas lagunas, pero intento suplirlas con buenos sabios amigos. Los amigos decía Clarín que son los trozos de tu alma que tienes repartidos por el mundo. También podríamos decir que son los conocimientos que tienes repartidos por el mundo y son accesibles con una llamada telefónica. Estoy algo cansado porque no he dormido bien, pero tengo la certeza, gratificante, de haber exprimido a fondo el día de ayer. Llegué a Atocha con retraso, porque los trenes en España se han puesto caprichosos y han decidido emanciparse de los rígidos horarios que los aprisionaban. Me esperaban en INFOBAE, en la Gran Vía, para una entrevista. A la salida, el gran Edu Ares me estaba esperando con el coche en marcha para llevarme a una comida con un grupo de curas: gente entrañable, buena y con un gran sentido de la hospitalidad. Fue una gran sobremesa. Después, corriendo a un colegio para intentar convencer a los padres de que no sean perfectos. Con ser suficientemente buenos ya está bien. Después cena en el Invernadero de los Peñotes con una compañía inigualable. Y ahora aquí. Si la felicidad es, como quería Rousseau, no sentir vacíos en el alma, he de concluir que soy feliz, porque me siento el alma compacta. Bueno.... un agujero sí que tengo: aún no sé nada de B.
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