Por la Plaza de Ocata apareció hace algún tiempo un reputadísimo neurólogo y, como el roce hace el cariño, hemos acabado de tertulianos. No veo que tengamos muchas posibilidades de acuerdo porque nos separa ni más ni menos que Aristóteles. Es decir: el busca lo primero en sí y yo, lo primero para nosotros. Cuando se busca el yo neurológicamente no se encuentra nada y por lo tanto los neurólogos afirman alegremente que el yo no aparece por ningún sitio en el cerebro. Esta mañana hemos discutido de esto. Yo he intentad refutarlo con un argumento que me parece definitivo: cuando los neurólogos buscan al yo en sus laboratorios el yo, efectivamente, se les escabulle; pero cuando al salir del trabajo se van a tomar una cerveza y alguien dice «yo pago», nadie tiene dudas de quién tiene que pagar. En definitiva, que las cosas humanas hay que buscarlas de manera humana si se quiere dar con ellas. El yo, como la conciencia o la libertad, tan escurridizos en los laboratorios, son ni más ni menos que los presupuestos imprescindibles para que haya vida política, que es lo primero para nosotros. Así que, aunque tengamos pocas posibilidades de acuerdo, no paramos de discutir y de decir «tú» e, incluso, «yo».
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