martes, 9 de septiembre de 2025

Canónicamente otoñal

El día ha amanecido canónicamente otoñal. He salido de casa cuando comenzaba a chispear y he llegado al hospital de Badalona cuando la lluvia cogía consistencia, impulsada por unas impertinentes ráfagas de viento. Tenía visita con el otorrino. He vuelto a contar mi historial y, como me pasa siempre que me pongo nervioso (en este caso porque los ejercicios de equilibrio no han ido muy bien), he soltado unas cuantas tonterías. «Tengo que ser sincera con usted», me ha advertido con gravedad la doctora, «esto no se le va a curar». «Lo sé», le he contestado, «pero no he venido con esperanzas de cura, sino para ver si me puede usted hacer un informe para presentárselo a mi mujer». «¿Un informe?». «Sí, un informe que le asegure que su marido aún no es completamente desechable». Después el día ha mejorado. En Ariel me han aceptado sin peros las más de 30 páginas de correcciones, supresiones y ampliaciones de la próxima edición de ¿Matar a Sócrates; he acordado con la editorial Encuentro la contra de La dignidad del mediocre; he retomado la escritura del libro sobre animales filosóficos, que tenía apartado y que aún no tiene título (¿El arca de Sofía?); he cocinado unas lentejas que me han salido redondas (los días grises demandan guisos de chup-chup que inunden la casa con su aroma); me he regalado una gozosa siesta de casi una hora; he contestado mails y a las 20:00 he mantenido un encuentro telemático con un grupo de madrileños. Mi mujer, por la tarde, estaba en atletismo.

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