I
Tras tres días sin poder separarme de Benjamin Labatut y su Maniac, pero ya he cerrado la última página. Y como suele ocurrir cuando has leído algo importante, a la lectura le sigue algo así como una rememoración relectora, en silencio, que tiene más que ver con el sabor rumiante que con el saber clasificado. He subrayado abundantes pasajes a los que un día de estos volveré. La novela, en definitiva, trata de la diferencia entre el logos matemático y el logos filantrópico y ha caído en mis manos justo cuando no paro de darle vueltas a la misma.
II
Se acaban las clases del primer trimestre y mis dos nietos nos comentan sus impresiones. Son diferentes porque uno está entrando en la pubertad y anda desperezándose de la niñez y el otro cabalga ya a lomos de la caprichosa adolescencia. ¡Pero qué fascinante es seguir la evolución de un adolescente... especialmente si eres su abuelo y no su padre! Me gusta ver con qué vehemencia el mayor quiere quedarse con la última palabra, con qué esfuerzo busca argumentos que puedan rebatir los nuestros, y cómo disfruta cuando lo consigue, cosa que, a decir verdad, sucede con frecuencia. Esa voracidad por descubrir un mundo apasionante, es formidable. A él la naturaleza lo empuja; a mí, me aguarda. Pero el encuentro de mi perspectiva con la suya es un espectáculo que me resulta deslumbrante.
Yo estoy particularmente contento (como unas castañuelas), porque mi nieto, que hasta hace dos días echaba pestes de la lectura (lo he comentado con Don Gregorio en varias ocasiones), ha arrancado a leer. Ha encontrado "la puerta". Le dejé un volumen de una colección de libros de historia de la Ediciones Siglo XXI, el correspondiente a la segunda guerra mundial y lo bebió con avidez. Ello le ha llevado a interesarse por otras cosas y, con ayuda de su profesor (convenientemente ayudado por mí), se está orientando hacia la parte de la ciencia que se ocupa de la astronomía. Casi me ha "obligado" a que por su santo le regale un librito de Weinberg "Los tres primeros minutos del universo". Estoy feliz como una perdiz.
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