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martes, 19 de noviembre de 2024

Caridad Mercader, de nuevo.

 I

El folclorista norteamericano Gershon Legman resume lo que aprendió de su trato con las cosas humanas de esta manera en su libro «Love and Death: A Study in Censorship» (1949): «El asesinato es un crimen. Describir un asesinato, no. El sexo no es un crimen. Describir conductas sexuales, sí».

II

Viene lo anterior a cuenta de mis espías. Caridad Mercader continúa asaltándome en los recodos más inesperados del camino para dejarme constancia de que su historia sigue viva y de que aunque asesinar a Trotsky estuviera mal, somos muchos los que nos hemos ganado honorablemente algún cuarto hablando de este crimen. 

III

Sé muchas cosas de Caridad Mercader y no hay año que no me entere de alguna cosa más, pero son muchas más las que no sé. Por ejemplo: Lee Oswald, el asesino de Kennedy, entró el 1 de octubre de 1963 en la embajada cubana de México, donde se reunió con una íntima amiga de Caridad, Teresa Proenza. Curiosamente, a la salida de la embajada se cruzó con Pedro Gutierrez Valencia, que había sido carcelero de la prisión de Lecumberri. Aparentemente, Pedro Gutiérrez Valencia había impedido la fuga de Ramón Mercader. En la práctica le daba permiso para salir de la cárcel e ir, por ejemplo, a cenar con sus amigos, siempre que se lo pedía. 

IV

Me han enviado algo que no esperaba, una historia en cómic de Caridad Mercader. Está en proceso y me gusta. Me he comprometido a escribir un pequeño prólogo.


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