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viernes, 22 de noviembre de 2024

Un amor perdurable a fuerza de no serlo

I

En las últimas décadas del siglo XIX vivió en Oviedo un hidalgo llamado don Pepito Alegre, considerado unánimemente como «cumplido caballero, honra y prez de enamorados».

En su mocedad se enamoró y tan excelsa le pareció la experiencia que decidió mantenerla viva como «amor de enamorados». No permitiría que su amor se rebajara a las oscuras maniobras del deseo. Fue este amor puro y limpio lo que dio un sentido omnipresente a su vida. 

Cada tarde, a las siete en punto, después de dar un paseo por el balneario de las Caldas, don Pepito se dirigía en coche a un portal de la calle de Gastañaga, donde esperaba la aparición de su novia que, siempre acompañada, se dirigía a él apoyada en un fino bastón. El amor se mantenía intacto, pero la edad no, y a los 70 años era imprescindible la ayuda de alguna prótesis para encarar el ideal.

Don Pepito la recibía ceremoniosamente, con gestos invariables. En la mano izquierda sujetaba su sombrero y su bastón, mientras con la derecha le entregaba a su amada un ramo de flores. Y a continuación repetían, idénticas, las palabras de cada tarde:

- ¡Ah! ¿Qué horas son estas de llegar, mi señor don José?

- La tarde estaba deliciosa, mis señora Margarita. Me entretuve en el jardín. He aquí que os traigo la recompensa por mi tardanza.

Pasaban media hora justa en la chocolatería y tras beber medio pocillo de chocolate,  los sexagenarios se despedían hasta el día siguiente.

Encuentro esta historia de amor, que reescribo con cierta libertad, en la biografía de Clarín escrita por Juan Antonio Cabezas, que la concluye así: «Fue el de don Pepito y doña Margarita un amor perdurable a fuerza de intentar no serlo".

II

En realidad la Luna simplemente no oye a los perros.

III

Una cita de Clarín: «No, no desesperemos; los pueblos no deben ser viejos; no deben contar sus años, aunque deben amar su historia; no está probado que no sea posible una resurrección».

3 comentarios:

  1. Recuerdo ahora, de pronto, yo que no soy muy clariniano, aquel amor entre D. EuFrasio MacroCéfalo y la mosca vomitoria que acabó en asesinato aún sin haber obtenido la síntesis del sistema. Supongo sería ese fatídico desenlace por la ausencia del concepto de movimiento browniano.
    Ver "La mosca sabia” I y II de Leopoldo Alas
    E(R/S)

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    Respuestas
    1. A mi modo de ver ese "Solo de Clarín" es una parodia muy injusta de don Antonio Cánovas del Castillo.

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  2. Cuando releí ese cuento de Clarín, al inicio al describir la estancia de estudio del dr. EuFrasio,parecía que entraba en el cuadro "Filósofo en meditación" (o Interior con Tobit y Anna) de Rembrandt.
    E(R/S)

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