I
Leí hace tiempo, y lo acabé no sin esfuerzo, El hombre sin atributos de Musil. Mientras lo leía tenía permanentemente la sensación de que estaba viajando por un paisaje tan denso que me sobrepasaba hasta el punto de que con frecuencia tenía que ir tan pendiente de mi propia atención que solo veía mis propios pies.
II
De vez en cuando vuelvo a este libro infinito abriéndolo al azar, y nunca me decepciona. Hoy, hace un rato, he tropezado con esta reflexión de Ulrich: «Tenía miedo de que si miraba con atención, descubriría que realmente no había respuestas ahí afuera». La atención es necesaria, ¿quién lo duda?, para no perderse, pero demasiada atención a los detalles nos impide ir avanzando y entonces la misma atención se convierte en «una máquina de devaluación implacable de la vida»
III
En una ocasión, hace ya unos años, me pidieron en el Departament de Cultura de la Generalitat que propusiera ideas para un magno acontecimiento que se celebraría en Cataluña y yo, intentando hacer una broma que me parecía fácil de captar entre personas supuestamente ilustradas, propuse La acción paralela. Pero como, por lo visto, nadie en el Departament de Cultura se había leído El hombre sin atributos (toda la novela gira en torno a una comisión con este nombre que nadie sabe de qué trata, aunque no para de crear subcomisiones) se tomaron la ironía con total seriedad, tan total, que no me atreví a revelar la verdad para evitar que alguien se sintiera desautorizado. Lo que no llegué a prever es que se haría publicidad de La acción paralela en los medios. Pero nadie dijo nada.
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