“El vino de las viñas que dan al mar es bueno y tiene un sabor áspero que resiste y os muerde la lengua. Y, a veces, para empezar, coméis una seta o un níscalo a la brasa y es como si os comieseis una oreja de señorita impregnada de pinaza.” Este texto de “El cuaderno gris” de Josep Pla, una licencia poética, sin duda, me viene de perillas para hablar de Zenón de Elea. Seguro que todos recordáis su famosa aporía de Aquiles y la tortuga, donde puso de manifiesto lo difícil que es medir lo infinito con conceptos finitos. Aplicando sus argumentos, Zenón le hubiera dicho a Pla que no tenía ninguna posibilidad lógica de comerse una oreja de señorita impregnada en pinaza.
La señorita propietaria de la oreja, sin embargo, quizás tuviera más fe en el código penal que en la lógica. Y aquí quizás estuviera de acuerdo con ella el político llamado Zenón de Elea.
Vamos paso a paso.
Las diferentes fuentes que nos hablan de Zenón lo presentan como hijo natural de un tal Teleutágoras e hijo adoptivo de Parménides. Coinciden en resaltar su dominio de la dialéctica, de ahí que algunas se refieran a él como “el invencible Zenón, el de la lengua afilada, que no deja títere con cabeza”. Lo describen como un hombre fuerte, hermoso y de gran inteligencia y además de transmitirnos sus argumentos filosóficos, nos cuentan que fue el protagonista de una conjura contra Nearco, el tirano de Elea, al que, como veremos, acabó mordiéndole la oreja.
Al descubrir la conjura, el tirano sometió a Zenón a todo tipo de suplicios para que revelase los nombres de sus cómplices, pero éste se limitó a recitar los de los amigos del tirano, pretendiendo sembrar la cizaña entre ellos. Nearco le aplicó entonces el potro. Cuando la cuerda llegó al punto de máxima tensión, Zenón fingió que ya no podía aguantar más y gritó: “¡Basta! Diré toda la verdad”. Cuando aflojaron la máquina, pidió al tirano que se acercara, porque quería decirle algo al oído, sin que se enterara nadie más. Y en cuanto lo tuvo a su alcance, le hincó los dientes en la oreja. No la soltó hasta que no fue atravesado por la espada de uno de sus torturadores. Otros dicen que fue la nariz lo que le arrancó de un mordisco y una tercera versión sostiene que dirigiéndose a los que lo torturaban les dijo: “Me maravilla vuestra cobardía, pues soportáis la tiranía por miedo a lo que yo estoy padeciendo. ¡Si pudierais mandar en mi cuerpo como yo mando en mi lengua!”. Y a continuación se serró la lengua con los dientes y se la escupió a la cara al tirano. Fue tan grande el despecho de éste que mandó que arrojaran su cuerpo a un mortero y lo majaran bien majado. Plutarco al relatar estos hechos añade que “demostró con su conducta que el gran hombre sólo teme lo que es vergonzoso.”
Moraleja: Los políticos, los lógicos, los poetas y las señoritas con orejas impregnadas en pinaza ven el mundo de una manera completamente diferente.
Cualquiera de las versiones del final en su potro de muerte es admirable. Resistir a la tortura, (algo que padecen tantos seres en este planeta) revela, sin duda, superioridad moral.
ResponderEliminar¿que no es posible "medir lo infinito con conceptos finitos."? Pero si eso es lo que yo hago casi todos los días cuando toco la viola ...
ResponderEliminarEspía: Tocado y hundido. Efectiva,ente, los músicos sois capaces de meter todo el agua del mar en un agujerito en la arena de la playa.
ResponderEliminarLo admirable, es que hirió con la palabra y con el valor, las dos, superiores a la espada. Majarlo es la impotencia del que sólo dispone de una fuerza descontrolada que le vence, una derrota de las que dejan huella
ResponderEliminarYo, sinceramente, dudo de la historia aunque Plutarco la narre con tanto lujo de detalles, pero reconozco que es mejor vivir con historias de este tipo que con miserias. Por si acaso, es sabido no obstante, que desde entonces ningún tirano se acerca al pobre reo atormentado en el potro, para evitar ser mordido en nariz, oreja u otros lugares menos apetitosos.
ResponderEliminarPor cierto, el domingo, con el sol de una mañana, salieron cantidades de níscalos detrás de Cueva Valiente. Los vi.
Aprovecho mi tirón al mitin para incidir en la solapada cobardía del garrote, espada, fusil, cañón o bomba de todos los estilos y del profesional de la violencia. Siempre son parafraseando a Marías el recuerdo del desagradable matón de la escuela.
ResponderEliminarLuis, otro día hubiera venido a coger una docena, del tamaño de una mandarina, que son los buenos, pero este año por estos lugares hemos tenido cosechas extraordinarias. Aquí, en los Pirineos, eran hasta hace poco, comida y lo siguen siendo, pero en dinero. Los años abundantes como este son un mal negocio, ni la pena vale cogerlos.
Claudio.
ResponderEliminarPor si les apetece: hoy, en el blog de Féliz de Azúa, ditirámbico homenage a George Orwell.
¿Este Féliz de Azúa será el mismo que escribió 'Historia de un idiota contada por el mismo'?
ResponderEliminarY espero que el tal Plutarco mientras escribía esa biografía del hermoso, fortísimo e inteligentísimo Zenón (además de lo que dijo Lola) no lo hiciera alentado por el mismo vapor que le abría la boca a la pitia de turno.
Perdón, Isabel Romana lo dijo y no Lola. Siempre me ha admirado esa fortaleza de la que yo creo que carezco cuando el dolor anda por el medio.
ResponderEliminarClaudio.
ResponderEliminarA kasandra: sí, es el mismo. Se llama Félix, yo lo he rebautizado por error.
1) Sobre las fuentes de esta historia: son varias y Plutarco ("Contra Colotes") no es sino una de ellas. Las otras. Diógenes Laercio, Diodoro Sículo, Clemente de Alejandría, Filóstrato y la Suda.
ResponderEliminar2) Feliz de Azúa me parece que es su nombre auténtico, lo de Félix es un apodo. Lo consultaré con Pedro Azara. Aunque, ahora que lo pienso, la Cel·lia también debe de tener informacion de primera mano al respecto.
3) Kasandra: sobre Plutarco y la Pitia: Plutarco fue sacerdote en Delfos, uno de sus grandes sacerdotes. Su libro titulado "Sobre la E de Delfos" nos lo muestra muy al tanto de todo lo que ahí se cocía y no parece que la pitia se intoxicase con emanaciones de ningún tipo. Cuando los arqueólogos descubrieron Delfos buscaron insistentenmente algún tipo de grieta subterránea que justificase la idea de las emanaciones. No hallaron nada. Y es que, Kasandra, el misticismo puede ser la mayor de las drogas.
Claudio.
ResponderEliminarCambio de tema. Les dejo un link con otra crítica (crítica de crítica en realidad) del libro de Dawkins, por si a alguien le sigue interesando el tema.
http://www.thevalve.org/go/valve/article/fear_of_religion/
Isabel, recuerdo que Manuel Vázquez Montalbán solía repetir que "el movimiento se demuestra huyendo". A veces pienso que son los traidores los que hacen avanzar la historia.
ResponderEliminarNuestro amigo y huésped Gregorio Luri me consentirá que me sume a la recomendación del blog de Félix de Azúa. El retrato que allí se hace de Orwell me parece magistral.
ResponderEliminarDawkins cada día que pasa me parece menos serio. Tiene su público, es evidente. Pero intelectualmente inconsistente. Cuanto menos hablemos de él, mejor.
ResponderEliminarHasta donde yo ''imagino'' los guardianes de los velos no suelen desvelar sus Secretos Don Gregorio Luri :)
ResponderEliminarPor muy historiador que se sea tendremos que creerle o no pero siempre será una cuestión de fe porque no estuvimos allí con él para ser sus testigos.
Ni nosotros como lectores, ni los arqueólogos como estudiosos de las ruinas y de las demolidas civilizaciones.
Imagínese usted lo que pueden manipular los medios de comunicación de hoy en día. Imagínese sin esos medios...
Pero sí, el misticismo puede ser una droga muy potente. Eso ya lo he comprobado.