Tiziano se representó a sí mismo, a su hijo Orazio y a su nieto Marco.
Konstantinos Kavafis compuso en 1894 un sencillo poema al que puso el escueto título de “Anciano”. Yo lo leí por primera vez cuando tenía la edad con que Kavafis lo escribió, 31 años. Y desde entonces, dos versos suyos me han estado persiguiendo como Erinias.
Os describo la escena: Hay que imaginarse un abigarrado café oriental. El poeta insiste en señalar que es “ruidoso”, lo cual significa, evidentemente, “muy ruidoso”. Hemos de oir la algarabía de las conversaciones entrecruzadas; ver las idas y venidas de clientes y camareros; oler el aroma del café, de especias, de tabaco, de inciensos. Así se resaltará más la soledad de un anciano, apoyado sobre una mesita redonda,
“un periódico ante él, iluminado por la soledad”.
Ni se altera por el bullicio circundante ni se conmueve con la belleza transeúnte. Lo ahoga el peso insoportable de “su miserable vejez”, que lo ha conducido a un lugar donde la melancolía no deja espacio para ningún horizonte.
“Piensa qué poco gozó de los años
Cuando tuvo vigor, y elocuencia, y belleza”.
Se le ha pasado la vida, en un suspiro ineficiente. Y no le ha dejado nada entre las manos. No tiene nada.
Y ahora vienen los versos de los que os hablaba al principio:
"De su insensata prudencia
Se burla hoy cada ocasión perdida"
Este oxímoron de la prudencia insensata sacándole la lengua al viejo a sus espaldas es el que me persigue. Y es tan difícil librarse de él como darle satisfacción, porque no encuentro la manera de saber por anticipado si me arrepentiré o no de una conducta prudente o de unas nobles intenciones.
Abandono al anciano de Kavafis:
“… hasta que de tanto evocar el pasado
Se adormece. Hundido
Sobre el velador solitario”.
El anciano hizo su examen final cuando le correspondía. Otros hacemos evaluación continua. Y no sé qué es peor, si ser consciente de tu insensatez cuando ya no tiene remedio o seguir equivocándote a sabiendas.
ResponderEliminarLa semana de trabajo que he tenido no se la deseo a nadie. Intento recuperar el oxígeno.
E buonanotte.
Umla: ¿Qué tal el esmoquin?
ResponderEliminarMañana me lo pongo. Y es un vestido rosa con lacito y todo. ¿De verdad te quieres meter en el centro de Sevilla con todas las obras? Es una pesadilla. Para poner a prueba los nervios.
ResponderEliminarA ver cómo llevo el coche mañana sin respirar y con tacones.
No
ResponderEliminarUmla: agradezco consejos sevillanos. Y sobre el esmoquin, espero ver fotos.
ResponderEliminarYo creo que es condición de la vida el arrepentirse por las ocasiones perdidas, llevados por la prudencia. Lo contrario sería insensato. La poesía de Kavafis está muy ligada a su vida, difícil, a contrapié su naturaleza de la moral cotidiana, sórdida a veces. Leer a Kavafis y a Pesoa son para mi dos caras contrarias de una misma moneda. Y pienso en Mizouguchi, de moral purificadora en su cine hasta la extenuación, asiduo de prostitutas en su vida con un hondio sentido de culpa y pecado. Gracias a no haber vivido plenamente han dejado su obra. Sino, ¿que sabríamos de ellos?
ResponderEliminarTizziano no recorrió el escándalo, no el escándalo de su tiempo. Existe un openar por los días que se consumen y a veces un penar por lo que no ha sido. Eso es nostalgia, si es que vale para algo esa definición que dice que "nostalgía es la añoranza de lo que no fué".
Un cordial enemigo me recuerda con frecuencia que la melancolía es la alegría del triste.
ResponderEliminarQuizá es un intento de consuelo, pero creo que en la situación del anciano, en el momento atroz que describe Kavafis, simplemente haber vivido puede resultar de una prudencia temeraria.
ResponderEliminarPero que nos quiten lo más o menos bailado, ¿no?
Lola
Lola, de lo que se queja Kavafis es de lo que no ha bailado. Los jóvenes, los efebos, las tabernas sórdidas, los amores callejeros, Kavafis se queja de no haberse dejado arrebatar por la pasión más de lo que ya se dejó, de no haberse humillado más de lo que se humilló. Material poético y tragedia personal, no cabe duda.
ResponderEliminarLuri: pero nostalgia no es melancolía.
ResponderEliminarEfectivamente, Lola, de lo que se lamenta Kavafis es que no tiene nada que le puedan quitar y ya es demasiado tarde para comenzar ni tan siquiera un baile. Se pasó la juventud prometiéndose que ya bailaría mañana. Y súbitamente descubre que ya ha llegado el mañana y está irremediablemente solo y vacío.
ResponderEliminarLuis, ¿más allá de la etimológica, cuál es la diferencia entre un nostálgico y un melancólico? ¿No es la melancolía la huida de la vida para refugiarse en las imágenes? Un nostálgico, en mi opinión, es un melancólico que vive sólo en una dimensión del tiempo, la del pasado.
ResponderEliminarLa imagen de Tiziano es absolutamente adecuada para el artículo.
ResponderEliminarCon tus palabras, estuve allí, aturdiéndome con las vociferaciones de los parroquianos, saboreando el café caliente, también solitaria, deteniéndome a observar a la figura solitaria sentada a la mesa del lugar.
Ví al anciano, sumido en sus pensamientos amargos, arrepentido por no haber disfrutado lo suficiente, temiendo - tal vez- la proximidad del fin.
Sonaron en mi mente, inaudible para los demás, como un epitafio:
"De su insensata prudencia
Se burla hoy cada ocasión perdida"
Recuerdo cómo me sacudió también el miedo sospechoso al no saber qué respondería yo, en los últimos años de mi vida, cuando los balances suelen hacerse con dolor y arrepentimiento, en tiempo subjuntivo.
El viejo aflojó sus músculos magros, y cabeceó pendularmente antes de caer dormido.
Una mosca que cortaba el aire cargado de incienzo,me sacudió la modorra que me estaba contagiando.
Llamé al mozo, pagué mi café, y salí pronta hacia la calle, decidida a vivir la vida con mayor intensidad.
Eres muy amable, Dilaca, y como siempre, certera. Y, por cierto, ¿cómo es que no actualizas tu blog? ¿O soy yo el que no puedo acceder a tu blog actualizado?
ResponderEliminarTranscribo el poema:
ResponderEliminarEn el interior de un ruidoso café
un anciano se apoya sobre un velador:
un periódico ante él, iluminado por la soledad.
Y en el desprecio de su miserable vejez
piensa qué poco gozó de los años
cuando tuvo vigor, y elocuencia, y belleza.
Ha envejecido tanto; lo siente, lo ve.
El tiempo de su juventud, como si hubiera sido ayer,
pasó. Qué velozmente, qué velozmente.
Medita en cómo ahora se ríe de él la sabiduria;
y cómo fió siempre -¡qué locura!-
de esa embustera que le decía: "Mañana. Tienes mucho tiempo."
Recuerda impulsos que contuvo; y el sacrificio
de su felicidad. De su insensata prudencia
se burla hoy cada ocasión perdida.
... Hasta que de tanto evocar el pasado
se adormece. Hundido
sobre el velador solitario.
(Traducción de José Mª Alvarez).
Tal y como la entiendo la melancolía es la "bilis negra" de los antiguos. Yo creo que en sentido coloquial hoy es una tristeza apagada, totalizadora, un tanto borrosa que no tiene sentido ni objetivo. Está y es todo. "Dan ganas de llorar y no sabes porqué".
ResponderEliminarLa nostalgia es el sentimiento por la ausencia de un pasado que se fué. Para los nacionalismo suele ser de un pasado que no fué y que se ha recosnstruído para edificar la nostalgia. Pero en lo coloquial, creo, la nostalgia está unida al pasado, la melancolía no obligatoriamente.
y qué es un abigarrado café oriental? porque oriente es muy grande! Es un café en una casa de madera del Bósforo o en el barrio de arquitectura parsina de Zamalek. Es un café en el zoco de Alepo o a las orillas del Eufrates. Es un café oriental en el bazar de Tabriz o en las callejuelas de Mombay. Un café oriental en los canales de Shangai o a los pies del castillo de Kobe?
ResponderEliminarPor definición los cafés pertenecen al Mediterráneo, y si hablamos de Kavafis nos acercamos a la Alexandria del Cecil y de las pastelerías. Però el adjetivo oriental ...
Bien, Josep. Tocado y hundido. Tiene usted toda la razón. El café ha de ser de Alejandría. Y me parece magnífico que me dejéis pasar ni una.
ResponderEliminarLuis, dejo aparcada la cuestión de la melancolía, que otro día retomaré, y pasó a la política, porque ayer mismo en el blog de Quiñonero (http://unatemporadaenelinfierno.net/)escribí lo siguiente:
ResponderEliminarDefinición (cínica) de patria: Una comunidad de humanos hermanados por un cementerio común (muchos de cuyos muertos no se pudieron ver en vida); un pasado (falseado) común; unos vecinos (odiados) comunes y un futuro (maquillado) común; y separados por todo lo demás, es decir, por la vida cotidiana.
Estoy con Luis en la distinción entre melancolía y nostalgia, pero me preocupa esa idea romántica del artista que "no ha vivido plenamente". ¿Es necesario ser un infeliz para dejar una obra interesante? Yo creo que no. O eso espero.
ResponderEliminarLo que es genial en el blog de Quiñonero es la descripción de Catalunya que hace Vila, a propósito de un libro suyo desmitificador sobre Companys: Un país de hipócritas que se enredan en su propia mentira. Habla de los tiempos de lós años treinta, pero, no sé yo si todavía. En fin, que me ha gustado, con ese autoodio que me caracteriza.
ResponderEliminarLola
Aunque según la definición de Gregorio, vale para toda patria, eso de la hipocresia y la mentira.
ResponderEliminarQué cínicos estamos, por Dios.
Lola
Animo, por supuesto, a visitar el blog de Quiñonero. En cuanto al cinism, Lola, me temo que es el estado en el que se desemboca cuando se ha perdido la fe. Espero que Luis no me considere contradictorio.
ResponderEliminarOfftopic, pero a propósito de Quiñonero y el debate sobre Fukuyama.
ResponderEliminarExiste un artículo de Gustavo Bueno llamado "Estado de historia". Es de 1991, por lo que está escrito antes de toda la marea de la segunda guerra de Iraq, pero tal vez pueda ayudar algo.
Por si sirve:
http://filosofia.org/rev/bas/bas21101.htm
Salud.
Hasta aquí ha llegado el olor de la canela...
ResponderEliminarSobre ese oxímoron he recordado una reflexión semejante y es la que se hace sobre el eterno retorno al principio de la insoportable levedad del ser.
Y quizás por ello yo prefiero seguir siendo una insensata prudente.
Un beso.
Pues en mi opinión la nostalgia es el dolor por la tierra que se ha perdido. Sin embargo la melancolía tiene un aire más vago y más impreciso.
ResponderEliminarOtro :)
Hay un tiempo para todo.
ResponderEliminar- Sí, sí...
- ¿Entonces?
- Pero ¿cuándo sabemos que ha llegado?
El poema es precioso.
Saludos, Luri.
Gracias, Eduardo.
ResponderEliminarHoy aparece una reseña del libro de Fukuyama en el cultural de ABC. A mi el tipo este me cae bien, con perdón.
Kasandra, yo la tenía a usted por una sensata imprudente. Está visto que nunca acabamos de conocer a las personas.
ResponderEliminarMar Caliope: a la capacidad para hallar el momento oportuno (el kairós)es precisamente a lo que los griegos daban el nombre de prudencia. Este saber de la prudencia, dice Aristóteles, no puede ser enseñado. Lo más que podemos hacer es intentar tener como referencia de nuestra conducta a los hombres que la comunidad considera prudentes.
ResponderEliminarNo, no, Luri, la descripción de cínico es perfecta. Cuando se ha perdido la fe.
ResponderEliminarPor cierto, de Cataluña poco me queda por decir salvo que me fatiga.
Eres, tú, Gregorio. Eres, tú...
ResponderEliminarTu blog además de tus escritos, se enriquece con los comentaristas...
Leo todos.