“Cuando los ciudadanos de una comunidad se encuentran juntos en una ocasión de peligro, no son precisamente los pobres los menospreciados por los ricos; al contrario, con frecuencia un pobre enjuto y quemado por el sol, al estar apostado en la batalla junto a un rico cebado a la sombra (la palabra que utiliza Platón, “skia-trophekóti, sugiere también el crecimiento de una planta en un invernadero) y sobrado de carnes, y lo ve sin resuello (“ásthmatos”) y perdido (“en aporía”), ¿no crees que se dirá a sí mismo que estas gentes no deben sus riquezas más que al consentimiento de los pobres? ¿Y cuando se encuentran los pobres entre ellos, no se dirán que pueden hacer lo que les plazca con tales hombres, puesto que no valen para nada?”
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lunes, 23 de octubre de 2006
Platón no se acaba nunca
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Las águilas no cazan moscas
I Respuesta de Rémi Brague al periodista que le pregunta cómo logra un estilo tan claro: «El bolígrafo rojo de mi mujer» II Viaje casi relá...
Alguna vez he escuchado a mi abuela hacerme una reflexión muy similar. De niña. No sé, tal vez estuve tentada de creerla. Aunque luego descubrí que eso del peligro y sus aristas tiene bien poco que ver con otra riqueza u otra pobreza que no sea la del espíritu.
ResponderEliminarSaludos cansados hoy.
Blogger va hoy realmente mal. He tenido no pocos problemas para poder editar el post. Creo que Eduardo y Joaquín han hecho algún comentario sobre Platón, pero por alguna razón que se me escapa, no aparecen.
ResponderEliminarBien, simplemente recordar un librito que me gustaría ver reeditado, por su sencillez y claridad, "Un libro sobre Platón" (1956), de Antonio Tovar. Allí se dice que los filósofos deben sus pensamientos a Platón.
ResponderEliminarNunca llegamos a pensamientos. Llegan ellos a nosotros.
ResponderEliminarMartin Heidegger.
Mira cómo son las cosas que jamás hasta hoy leyendo a Platón habia recordado a Julio Anguita.
Sí, ha pasado algo raro con el post. De repente ya no existía, desapareció. Del fenómeno ¿al noúmeno? Intentaré volver a buscar los fragmentos y repostear mañana.
ResponderEliminarLa dialéctica del amo y del esclavo a pie de página de La Republica.
ResponderEliminarLola
Cuan subversivo es el pensamiento, simplemente el pensamiento.
ResponderEliminarPor cierto, Gregorio, ¿cuál es la palabra que usa Platón para "consentimiento" (de los pobres)? En la versión que yo tengo traducen como "cobardía". ¿Tiene algo que ver con el "consenso"?
ResponderEliminarTendría su gracia que "consenso" y "cobardía" fueran de la misma familia.
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ResponderEliminarBuena pregunta, Eduardo, y nada fácil de contestar. En realidad el término que utiliza Platón es "kakía" y, efectivamente, la mayor parte de las traducciones optan por "cobardía". Pero a mi, sinceramente, me parece que "cobardía" no concuerda con el conjunto del texto. Se supone que los pobres descubren en las situaciones en las que se pone de manifiesto el valor y el arrojo (y Platón ofrece varios ejemplos, siendo el más claro el del frente de combate) que ellos son más resistentes y más valientes que los ricos. Por lo tanto, no tiene sentido -me parece a mi- que se por cobardía sean incapaces de enfrentarse a ellos.
ResponderEliminarLa "kakía" pone de manifiesto una "debilidad del espíritu", un "vicio", una "incapacidad" o, mejor, "una degradación".Interpreto, por lo tanto, que lo que está diciendo Platón no es que los pobres (a los que da el nombre de "la mayoría") sean más cobardes, sino su valor es diferente en el combate y en el ágora. ¿Debería haber elegido una palabra más precisa? No se me ocurre cuál.
Este consentimiento pone de manifiesto que una cosa es el valor en el combate y otra el valor -llamemosle- cívico. El valor del frente de combate se metamosfosea dentro de la ciudad. No sé si me explico. ¿Se te ocurre otra palabra mejor? Desde luego, cobardía, definitivaemnte no me gusta.
Me interesa mucho tu opinión.
10:06 PM
No puedo resolver la relación etimológica entre "consentimiento", "debilidad" o "cobardía", en el texto original, pero el mero hecho de que se relacionen filosóficamente ya es significativo.
ResponderEliminarDe nuevo nos lleva a la mentira política y a la contradicción entre el sentido de copertenencia civil, que deriva del "consenso" y la tradición, temas de la política, y la cuestión de la verdad; el tema de la ciencia y de la filosofía por excelencia, que no surge del acuerdo sino del asentimiento racional a la naturaleza misma de las cosas o logos universal.
Aquí nos encontraríamos con un desacuerdo entre Política y Filosofía. La política, al tratar de la práctica y de lo idiográfico, tiene una relación muy débil con la verdad, que es de por sí lo nomotético, lo universal, sin mucha atención por lo particular. Pero la ciudad, el estado, son necesariamente particulares (Hegel y Fukuyama no estarían muy de acuerdo en esto). De hecho, es al mentir a los hombres, al "hacerles olvidar la naturaleza", cuando la política logra fundar un nuevo orden civil.
Se diría que Platón esta recordando en este tramo cuál es el verdadero cometido de la política, esto es, el conocer la "naturaleza y los hábitos de las almas" (Las leyes 650b). Cuando los mejores dejan de practicar la virtud:
"Ocupados sus padres únicamente en enriquecerse, desprecian todo lo demás, y toman más interés por la virtud de los indigentes".
Es decir, cuando los ciudadanos dejan de ser conscientes de que "nobleza obliga", entonces los indigentes pueden despertar de su cobardía, o de la "mentira política" (y del falso consenso), llevándoles a una revolución democrática.
Fe de erratas:
ResponderEliminar"Ocupados sus padres únicamente en enriquecerse, desprecian todo lo demás, y no toman más interés por la virtud de los indigentes"
En La república 556c
La ciudad es natural en la medida en que satisface de manera diversa necesidades diversas de copertenencia que se corresponden, a su vez, con naturalezas heterogeneas. O sea, que la ciudad es diversamente natural. La grandeza (o una de las grandezas) de Platón es haber visto que la naturaleza de cada cual no deriva de la sangre de sus padres (no está fundada en una estratificación social antecedente)sino, en última instancia, del azar. El problema, entonces, es organizar lo naturalmente azaroso de manera tal que satisfazga, en la medida de lo posible, la heterógena necesidad de copertenencia.
ResponderEliminarPero el modo de satisfacer esa necesidad (la "politeia", "el régimen", "the way of life") no es natural más que en la medida que es un acto de voluntad que debe ser (naturalmente) enmascarado (naturalizado). El núcleo de la política consiste en hacer pasar ese acto de voluntad por una identidad ancestral y, por lo tanto, incuestionable, cuyo origen se confunde con el mito y se actualiza en el rito y la fe. Pero esto es algo que sólo el filósofo y el leguslador en tanto que tal saben de manera cabal. El político es, naturalmente, un hombre de fe.
Platón sabe. Per al mismo tiempo pretende fundar la politeia en una realidad que no necesite ser enmascarada, que no necesite de mitos y que no provenga de una acto gratuito o del azar; fundarla, pues, en lo divino, lo sobrenatural: la realidad del alma.
ResponderEliminarEl filósofo es un hombre de fe, por eso es, a la vez, el político.
O bien: la única posibilidad de que los "pobres" se avengan a admirar sin reservas a los poderosos está en que éstos sean "realmente" los mejores (aristos). Todo y así, por si las moscas, la ciudad tendrá que estar bien blindada; pero de nuevo será en referencia a la escasa consistencia (pobre realidad) de las almas de quienes mayoritariamente la habitan, que todo lo confunden y se pueden dejar convencer por el primer sofista de tres al cuarto que pase.
Lola
Lola, por fin he encontrado un punto de desacuerdo contigo. ¡Ya era hora!
ResponderEliminarTú dices que Platón "pretende fundar la politeia en una realidad que no necesite ser enmascarada, que no necesite de mitos y que no provenga de una acto gratuito o del azar"
Yo digo que Platón sabe que toda politeia debe presentarse como racional y natural, pero la caverna no admite ni o uno ni lo otro, y la ciudad ES la caverna. La realidad política necesita ser enmascarada en la medida en que, de manera natural, una sinécdoque o una metonimia tiene más fuerza para movilizar el consenso (el sentido de coertenencia) y el entusiasmo del hombre que un silogismo. Es el filósofo el que debe fundar sin enmascaramiento la necesidad de la ciduad, pero sabe que la filosofía no puede sustentar su efectiva realidad.
En el comienzo de la ciudad no está el "logos", sino la voluntad del fundador. Los fundadores están más cerca -todos- de los profetas que de los lógicos. Y algunos han sido los más grandes profetas. El acto fundante del derecho nunca ha estado sujeto a derecho.
En la continuidad de la ciudad está la permanente reactualización del mito fundador como sostén de la identidad colectiva.
En el comienzo del ciudadano, es decir, en su nacimiento, está la fatalidad de una naturaleza que lo acompañará de por vida. El hecho fundante de mi naturaleza nunca ha estado fundado en razón.
En la continuidad del individuo como ciudadano está la convicción de que puede encontrar en la ciudad su lugar natural.
Aun a riesgo de darte un disgusto, creo que no estamos en desacuerdo, o no del todo. La caverna es ciertamente la ciudad, y cuando hablo de blindarla me refiero también al "como si", al enmascaramiento, al mito, a los ritos, y a lo que haga falta. Pero fuera de la caverna hay otros mundos en donde luce el sol, para Platon digo. Sin ese aliento de trascendencia sería un sofista más.
ResponderEliminarLo que creo que pasa es que en sus textos políticos es tan profundo y lúcido, tan pragmático incluso a veces, a veces incluso tan cínico (cuando habla del brazo militar y de lo contentos que hay que procurar que estén, por ejemplo) que su fondo utópico puede parecer que está de más, que es superfluo en política. Pero pretender que los filósofos sean los gobernantes ya es una metedura de pata monumental que le viene de la utopía.
Lola
Bueno, tendré que aceptar la evidencia de nuestro acuerdo general. ¡Qué le vamos a hacer!
ResponderEliminarHoy ya es insostenible la imagen de Platón centrada en la teoría de las ideas. Por una parte la de las ideas no es una cuerstión central en el corpus platónico; por otra es evidente que Platón se preocupó de manera muy concienzuda de no elaborar un vocabulario filosófico técnico propio (el vocabulario técnico del platonismo), lo cual no quiere decir que rehuya el rigor terminológico. Pero es digno de ver cómo los esfuerzos que lentamente lleva adelante en un diálogo para articular un vocabulario determinado en torno a una cuestión, son ignorados por completo en el diálogo siguiente para volver a ser recuperados en otro, más adelante, pero desde otra perspectiva.
Platón sabía:
1) Que el rey va desnudo.
2) Que sin la convicción de que va vestido, no hay ciudad.
3) Que el hombre necesita la ciudad porque es su ecosistema de crecimiento natural
4) Que la teoría completa de todo esto es la filosofía. El filósofo, como filósofo, no respeta nada.
5) Que la expresión, necesariamente prudente de esto, es la filosofía política. El filósofo como persona sensata necesita fortalecer los lazos de la copertenencia.