La tentación de Santo Tomás de Aquino, Velázquez, 1632-1633
I
Tomás de Aquino manifestó desde muy niño una inteligencia extraordinaria. Lo que menos se podían imaginar sus padres, Landolfo, Conde de Aquino, y Teodora, Condesa de Teano, es que quisiera ser fraile dominico. Por eso su decepción fue mayúscula cuando decidió tomar los hábitos. Como a grandes males, grandes remedios, lo raptaron en las proximidades de Aquependente y lo recluyeron durante dos años en la fortaleza de San Juan de Rocca Secca. Corría el año 1240. ¿Qué joven con sangre en las venas podría resistir un periodo tan prolongado de aislamiento? Por si aún quedaba en él algún resquicio de voluntad frailil, intentaron domeñarla introduciendo en su cuarto una bella muchacha completamente desnuda. Tomás se desembarazó de ella amenazándola con destrozarle la cara con un tizón de la chimenea. Después se arrodilló e imploró a Dios que le concediera la integridad de mente y cuerpo. Dos ángeles se le aparecieron para asegurarle que había sido escuchado, y lo ciñeron con el cinturón de la virginidad perpetua. A partir de ese momento no volvió a experimentar la más mínima inquietud de la carne.
II
Alberto Magno El secreto de los filósofos
III
Hay unanimidad en considerar a Alberto Magno, el maestro de Tomás de Aquino, como el hombre más sabio del siglo XIII. Era conocido como “Doctor universalis” y se lo tenía por “Magnus in magia, maior in philosophia, máximus in teología”. Una de las pruebas más asombrosas de su saber fue el autómata que construyó tras treinta años de sutiles trabajos y que sabía andar y hablar con tanta ciencia que era capaz de responder a todo tipo de preguntas. Dicen que Tomás de Aquino lo destruyó al tenerlo por obra del diablo.
IV
El filósofo franciscano Roger Bacon construyó una cabeza parlante con la intención de que le ayudase a resolver los grandes misterios de la ciencia. Pero cuando este autómata finalmente habló, sólo dijo una frase: "El tiempo pasa". Y a continuación se autodestruyó. William Godwin, el padre de Mary Shelley, la autora de Frankenstein o el Moderno Prometeo, estuvo fascinado por esta historia.
V
Acabo de leer La Venus mecánica, una novela de José Díaz Fernández (1898-1941) que fue tan completamente ignorada en su época como en la nuestra y no sin razón. El autor la dedica “A mi hija que tiene quince meses”.
VI
Escribe Rousseau en una nota a pie de la Profesión de fe del vicario saboyardo: “Amato Lusitano afirmaba que había visto metido en un vaso a un hombrecillo de una pulgada de alto, que, cual otro Prometeo, había hecho Julio Camilo con la ciencia alquímica".
VII
Paracelso, en De Natura Rerum, enseña el modo de producir homúnculos, y sostiene que los pigmeos, los faunos, los tiros y las ninfas fueron engendrados por la química.
VIII
La Rachel de Blade Runner es el único replicante que posee aquella propiedad que, según el Prometeo de Esquilo, era el regalo más precioso que habían recibido los humanos: la esperanza ciega. Es la única que desconoce la hora de su muerte, su fecha de caducidad. La esperanza ciega es manifestación de nuestra miseria, porque nunca tenemos la certeza de poder recolectar las ilusiones que sembramos en el presente. Pero, pero por otra parte es la causa de la agridulce singularidad de nuestra vida. Por eso a veces los dioses descienden del Olimpo y se pierden entre las viñas, que son siempre nuevas, recisamente porque no son divinas. Solamente como hombre se puede disfrutar del sabor del mundo.
IX
Nathanael, el protagonista de El hombre de arena, de E.T.A. Hoffmann, se hallaba confundido porque tenía que decidirse entre dos mujeres. Una era Clara, su prometida, a la que consideraba "un autómata maldito y sin vida"; la otra, Olimpia, era una auténtica autómata, pero sólo a ella la tenía por un alma gemela. "Sólo en el amor de Olimpia -le dice a un amigo- me reencuentro a mí mismo".
X
Ese gran lector de Hegel que fue Jean Marie Villiers de l’Isle Adam escribió La Eva futura en 1885. En ella un gran científico, Edison, crea la mujer autómata perfecta para su amigo, el joven millonario Lord Ewald.
- ¿Sabrá ella quién es? –le pregunta Lord Ewald a Edison.
- Sabemos nosotros quiénes somos y lo que somos? ¿Vas a exigir de la copia lo que Dios no ha querido del original?
- Pregunto si esa criatura llegará a tener sentido de sí misma.
- Sin duda.
- ¿Decís…?
- He dicho: “sin duda”, porque es cosa que depende de usted, y sólo de usted, el que se cumpla esa fase del milagro.
Eva Futura, la mujer eléctrica, también necesita ser reconocida por un humano para ser completamente humana. La Galatea del Pigmalión de Rousseau exclama cuando su creador la acepta como humana: "¡Al fin he nacido!".
Lord Ewald se embarcó con Eva en el vapor The Wonderful con destino al Nuevo Mundo. Pero no tenían futuro. Un incendio incontrolado provocó el desastre. ¿Cóno no recordar a Descartes y a su autómata Francine? La Eva Futura tendrá que esperar a Thea von Harbour y a Fritz Lang para resucitar en Metrópolis.
XI
Le Désir d’être un homme Jean Marie Villiers de l’Isle Adam es la biografía de un actor que, tras una vida dedicada a la representación de lo ajeno, olvidó quién era él.