I
Aquello de san Agustín: Nadie me conoce tan bien como yo mismo y, sin embargo, no estoy seguro de lo que haré el día de mañana.
II
Actuamos, creyéndonos los protagonistas de nuestras vidas, sobre estados de ánimo que van y vienen a su antojo. Son lo más libre de nosotros mismos. Y lo más impertinente. Suelen presentarse sin avisar y te okupan la casa.
III
A veces me dejo llevar por un estado de ánimo inoperante, perezoso y muelle. Es lo que me pasó ayer. Fue un día improductivo en todo... excepto en la experiencia de la dulce pereza. Todo lo que tengo que hacer puede esperar un día más, me dije, y lo aparté de mí.
IV
Por la mañana me llamó Olga Pereda, periodista de El periódico, y le expliqué por qué las dificultades de un niño con la mecánica de la lectura le lastran gravemente la comprensión de un texto. Cuanto más te cuesta leer "antepenúltimo", por ejemplo, más tienes que concentrarte en cada grafía para convertirla en fonema y, mientras tanto, el sentido de la frase se te escapa. De ahí la importancia de tercero de primaria, que es cuando los niños han de pasar de aprender a leer a aprender leyendo. Parece que esta expresión, que comencé a usar hace unos años, se ha convertido en popular. Pero nada se convierte en popular sin que pierda algo en la mudanza.
V
Lorena Heras me anuncio que tengo cena el miércoles que viene en Madrid y me dio los nombres de los invitados. Ya contaré aquí lo que pueda contarse.
VI
El resto del día lo pasé mascando la nada, que tenía un buen sabor, sin ningún retrogusto de mala conciencia,
Esa expresión, como bien dice, se ha hecho popular. Al menos yo, indicando siempre el origen, claro está, la utilizo bastante y sigue siendo de impacto.
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