jueves, 4 de enero de 2024

La tabarra de los móviles

I

¿Recuerdan cuando los juegos de rol eran motivo de escándalo porque se suponía que fomentaban todo tipo de violencias entre los adolescentes? ¿Y de cuando el motivo de escándalo pasó a ser el videojuego? Pues posiblemente dentro de unos años tampoco recordarán cuando el motivo de escándalo era el teléfono móvil. 

Si un aparato como el móvil despierta tanto interés entre los adultos, ¿por qué no debiera despertarlo entre los niños?

La tecnología más peligrosa para los niños que he conocido en mi vida ha sido la azada. Pero curiosamente a nadie le molestaba ver a niños trabajando de sol a sol en el campo, desriñonados,  expuestos al sol y al frío.

No hay tecnología que no pueda usarse para el bien o para el mal y cuanto más poderosa sea, más bien y más mal podrá producir. Lo sabemos desde Sócrates. El mejor médico, que es el que mejor sabe curar, también es el que más sabe cómo matar.

Las tecnologías no son más que prótesis antropológicas que amplifican lo que somos. Lo importante, por tanto, no es su capacidad amplificadora, sino lo que amplifican, esto es, lo que somos, que es lo que debe ser educado.

Sospecho que en el escándalo con los móviles lo que realmente ocurre es que los padres no quieren ejercer su deber de dar la tabarra a sus hijos. Preferirían ser obedecidos sin necesidad de mandar, porque mandar cansa y causa problemas. Y si no puede ser, que los prohiban. Pero que los prohiban otros. 

En el último informe PISA se dice algo llamativo sobre los móviles: que aquellos adolescentes a los que se prohibe el uso del móvil en la escuela son los que más lo usan cuando se van a dormir. Pero la solución es fácil. Bastaría con que los padres se opusieran a que por las noches se llevaran los móviles a su habitación. ¿O no?

II

Una sorpresa muy, muy agradable:





1 comentario:

  1. Enhorabuena por el éxito de Rosamerón. Y en cuanto a lo de los teléfonos móviles, ¿Qué puedo oponer a lo que dice?

    ResponderEliminar

Mazarino

Un librazo. Mazarino muestra la cara desnuda del poder con más cinismo que Maquiavelo. María Blanco lo ha entendido perfectamente. Es un li...