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jueves, 25 de enero de 2024

Un taxista polaco

I

Me levanto pronto y me pongo inmediatamente a escribir. Tengo la cabeza hirviendo de ideas que, por lo visto, han estado a remojo durante la noche. Sin darme cuenta me dan las 9:00. Me ducho y bajo a desayunar. Sigo escribiendo y a las 11:00 voy para la estación María Zambrano. Una pareja joven con un niño autista van delante de mí. El padre se desvive por la criatura y esta no deja de estirar los brazos hacia su padre.

II

El viaje, rápido, tranquilo y productivo. El tren se ha convertido para mí en un lugar en el que pululan las musas. 

III

Me llaman de un periódico para que les escriba un artículo. La persona que habla conmigo no deja de darme coba. Finalmente le digo que sí.

A los pocos minutos me envía un mail: "Para ser totalmente claro, este tipo de colaboración que pedimos de vez en cuando es sin retribución. Lo digo por si puede suponer algún inconveniente.

¿Cuándo voy a aprender a preguntar en el moemtno oportuno a ver cuánto pagan?

Le contesto: "Como somos adultos y tenemos el privilegio de poder hablar con claridad, permíteme que te haga una observación: ¿No crees que hay algo contradictorio entre las grandes alabanzas que me has dedicado por teléfono y vuestra tacañería? Contribuimos muy poco a valorar las humanidades si lo que no nos atreveríamos a pedirle a un mecánico, a un fontanero, a un dentista o a un churrero, se lo pedimos a quien se dedica a trastear con las cosas humanas.

IV

En Madrid me lleva a la Fundación Tatiana un taxista polaco que suelta, en perfecto español,  tacos enormes, estentóreos, a todos los conductores que no se comportan como él cree que deberían (o sea, casi todos). Lanza unos "¡Coño!" que parecen granadas. Me asegura que es más español que muchos españoles y que solo volvería a Polonia para comprar un terreno en un lugar que no puede olvidar y hacerse allí una barbacoa "Para usarla a mí gusto cuando me salga de allí!" Después me habla de los malos y me asegura que hay que matarlos a todos.

- No se dé usted prisa, que se mueren solos -le digo.

- Pero yo quiero verlos morir -me contesta, muy serio.

V

Mi nieto Bruno se ha roto la mano y me duele la mía.

VI

En la Tatiana planificamos un ciclo de filosofía al que me gustaría mucho traer al farero de la isla de Ons. Se lo he pedido y me ha dicho que no. Le doy su dirección a A., cuyo don de gentes es mucho más convincente que el mío. A ver qué.

VII

Duermo en Pozuelo.

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