sábado, 2 de mayo de 2020

Días de coronavirus, 68. La ciencia, de nuevo.


Resulta que hay una palabra en japonés para nombrar mi torre de Pisa de libros por leer, "tsundoku". La he encontrado en uno de esos libros que tengo a medio leer.
Mary Beard escribe en el TLS sobre el cliché-mantra de "los científicos" a los que el gobierno dice seguir. Asegura que cada semana le resulta más difícil de soportar. 

No existe una cosa llamada "la ciencia" de la que cada científico sea un portavoz fiel. Lo que existe es una variedad de hipótesis científicas en pugna. Pero, aunque existiera, "la ciencia" sólo podría proporcionarle al político un elemento para su toma de decisiones. El político es político porque hace política, es decir, porque elige entre alternativas en pugna que benefician a unos ciudadanos y perjudican a otros. Sí, la política es también el arte de elegir perjudicados, como en estos días estamos viendo muy bien.

No hay líder político en el mundo que no se jacte de seguir la senda de la ciencia y, sin embargo, sus políticas siguien diferentes caminos. Distan mucho de ser homogéneas. 

En política, el recurso a los científicos tiene algo de falacia, porque se convierte en un arma arrojadiza contra el que te quiera objetar la convenencia de una decisión: "¿Y tú, qué científicos tienes detrás?" 

La ciencia no nos va a decir cómo actuar para que el cuidado riguroso de la salud no nos condene a la miseria por el hundimiento de la economía. 

Sospecho que cuando necesitas blindarte con tanto afán tras la ciencia, eres poco sensible a los matices de la realidad y, si actúas honestamente, propenso a una fe que tiene poco de científica. Si no actúas honestamente, eres un tramposo que está utilizando a la ciencia para impedir el debate honesto.

La ciencia aún no sabe muy bien hasta qué punto compartimos lo que exhalamos.

3 comentarios:

  1. ...La pandemia vírica es al pneuma, lo que la normalidad sana y saludable al ánimus.

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    1. Y no sé si la psyché, fuera el estado de confinamiento, que media entre el pneuma y el ánimus....
      H.Lehnri

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  2. Apelar a la ciencia es lo más sencillo. Un beso

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