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miércoles, 27 de mayo de 2020

Peleando con Heidegger


Estás peleando con Heidegger
a brazo partido
y justo cuando tras dejarte los nudillos
la puerta se entreabre
para entregarte la luz
de la nada del ser y su trascendencia,
aparece tu nieto compungido
para enseñarte la tirita que tapona 
la hemorragia del cosmos en su dedo.

Vuelves a abrir el libro
tras expulsar al caos y reinstaurar el orden
y justo cuando llegas
a la plenitud y pobreza del significado del “es”
tu mujer te interrumpe 
con un consejo sobre la compra del día.

Reinicias
recuperas la senda perdida
porque el ser se manifiesta en todo caso como abismo
y suena el teléfono
o un pechirrojo se posa en el alféizar
o tienes sed
o asientes a la conveniencia 
de cambiar el color de las paredes
un azul un poco más marino
y el techo, claro, blanco.

Y Heidegger queda desplazado
porque hay cosas más urgentes
que el drama del ser y el tiempo.

Es más esencial 
la ironía de lo cotidiano
que reclama sus derechos sobre 
las gigantomaquias de la filosofía.

Y Heidegger se cabrea 
-pobre, no sabe reír
y por no saber reír 
una parte de la verdad del insondable ser
se le escapa
como una lágrima en una carcajada.

1 comentario:

  1. Como decía el Guerrita, que plantado delante de un toro entendía mejor que Heidegger qué es eso de estar a la muerte, lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. Metafísica pura raza.

    Con la familia pululando por la casa no hay quien pastorée un texto tan intrincado; por algo Martin se largaba a la cabaña.

    Un fuerte abrazo de alguien que rabia con la prosa de Heidegger incluso en la soledad de estos muros.

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