Pensando que el furor por hacer deporte que nos ha entrado a todos tras el confinamiento se habría calmado un poco, me he atrevido a dejar mis viñas y bajar hasta el paseo de la playa, el mismo que me he hecho tantas veces en solitario con mis auriculartes, siguiendo con el ritmo de los pasos el de la música. Además me he seleccionado algo especial: la música pura de los últimos cuartetos de cuerda de Beethoven.
Pues bien, la experiencia ha sido deprimente.
Todo el mundo tiene derecho a salir a pasear, pero mi paseo estaba irreconocible. Parecía las Ramblas. Había que caminar regateando para no chocar con nadie y en algunos tramos casi te daban ganas de abrirte paso a codazos. Así que, en cuanto he opodido me he alejado de allí y he vuelto a las viñas. Lo floración ha cambiado. Ahora dominan los amarillos en las flores silvestres.
Ayer, leyendo a Rousseau tras haber pasado unos días con Foucault, se me ocurrió que hay unos cuantos filósofos que no aman la vida, que huyen de la vida o se dedican a jugar con ella a la ruleta rusa. A los dos citados podríamos añadir al incomprensible Agamben, a Deleuze, a Althusser...
Es mucha gente a la misma hora. Un beso
ResponderEliminarEs el rechazo de la realidad lo que ha llevado a tantos "filósofos" a intentar construir una segunda realidad, esta es una de las bases de la argumentación de Voegelin
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