Ayer, al atardecer, tomamos de nuevo el camino de las viñas.
Por algún sitio cuenta Pavese que, de vez en cuando, los dioses olímpicos, aburridos de tanta previsible felicidad como la que están condenados a disfrutar eternamente, bajan a las viñas de los hombres, a sentir la belleza de lo que la muerte ha tocado. Caminando entre ellas sienten lo que sólo entre los hombres se siente: las sorpresas de la fragilidad.
Ahí están las uvas nuevas.
Yo siempre he sido de ciudad pero últimamente sueño con pasear por caminos como los que tú describes. Muy bonito.
ResponderEliminarSAludos
Siendo de ciudad me atrae más la Naturaleza, campo y mar. Siempre que puedo, voy hacia ella...Bonitas imágenes.
ResponderEliminarSaludos.