Cuando la fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno me invitó a dar una conferencia por zoom, pensé en lo que estaba escribiendo en aquel momento y les propuse el título "¿Merece la pena tener alma?" Cuando me añadieron que eran conferencias con bastante asistencia, que habitualmente superaba las 200 personas, me temí que el título asustase. Pero decidí mantenerlo.
A medida que iba escribiendo su contenido, me decía que debía rebajar el nivel, hacerlo más asequible. Pero no tenía ni idea de cómo sería el público que pudiera estar estar escuchándome y creí que debía tratarlos como adultos.
Los días previos a la conferencia comencé a recibir mensajes de amigos de México, Colombia, Argentina, Chile... que me decían que se habían apuntado y comencé a sospechar que podrímos llegar a los 200. Lo que no me esperaba, de ninguna manera, era que en zoom superásemos las 500 personas y que hubira no sé cuantas más conectados por otros medios.
Por supuesto, mi ego se sintió perfectamente complacido con el eco de mis palabras, pero hay algunas cosas que me interesan más que mi vanidad:
- En primer lugar, el hecho de que estuvieramos reunidos tantos para hablar del alma.
- En segundo lugar, la capacidad de nuestra lengua para congregar a personas de lugares muy distantes.
- En tercer lugar, que no hay que hablar de lo que te interesa, sino solo de lo que te apasiona.
- En cuarto lugar, que tiene razón Nietzsche: donde no puedas amar, pasa de largo; pero donde puedas amar, trata a los adultos como adultos.
- En quinto lugar, que hay otra puerta abierta en mi vida. No sé lo que encontraré más allá de su umbral, pero estoy decidido a cruzarlo.
Enhorabuena. Un saludo
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