miércoles, 1 de agosto de 2012

Gore Vidal



En mi opinión se ha muerto uno de los más grandes. Para muestra, un botón:

For some years I have been haunted by a story of Howells and that most civilized of all our presidents, James A. Garfield. In the early 1870s Howells and his father paid a visit to Garfield. As they sat on Garfield’s veranda, young Howells began to talk about poetry and about the poets that he had met in Boston and New York. Suddenly, Garfield told him to stop. Then Garfield went to the edge of the veranda and shouted to his Ohio neighbors, ‘Come over here! He’s telling about Holmes, and Longfellow, and Lowell, and Whittier!’ So the neighbors gathered around in the dusk; then Garfield said to Howells, ‘Now go on.’
Today we take it for granted that no living president will ever have heard the name of any living poet. This is not, necessarily, an unbearable loss. But it is unbearable to have lost those Ohio neighbors who actually read books of poetry and wanted to know about the poets.

Algunas necrológicas: Las de Elaine Woo, Bill Kauffman y Justin Raimondo.

4 comentarios:

  1. Una inteligencia afiladísima. Sólo he leído su autobiografía, que me impactó. Tiene mucho de cotilleo emponzoñado y no se permite el más mínimo respiro sentimental; o sea, en ningún momento sus recuerdos le dominan a él. Era grande, sí.

    ResponderEliminar
  2. Uno no sabe nunca muy bien por qué hay escritores que lo atrapan desde la primera línea. Pero en el primer párrafo de "Duluth" (1983) supe que Vidal era uno de los míos. Nunca me ha decepcionado. Digamos que es bueno hasta para utilizar el cotilleo emponzoñado con elegancia.

    ResponderEliminar
  3. Tras el responso por don G. pensaba poner un @ a GL... imposible: Movistar me lo prohíbe... Como Q. no ha cambiado de @ ¿podría el G más vivo y filosofante me @..?

    Abrazos,

    Q.-

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Don Q, sé que ya está usted por el Maresme. El verano maresmenc no valdría nada sin una tarde en su compañía.

      Eliminar

El guionista caprichoso

 I A eso de las cuatro de la tarde ha sonado el teléfono. Era una de esas llamadas que esperas que nunca lleguen y que cuando llegan, siempr...