Siruela acaba de publicar un hermoso y renqueante libro de Helmuth Plessner titulado Límites de la comunidad y subtitulado Crítica al radicalismo social. El radicalismo del que trata Plessner es el del intento fanático de hacer de la sociedad una gran familia en la que nos tratemos unos a otros sin máscaras, diáfanos y precisos. Un infierno, claro. La alternativa que propugna es la defensa de una cotidiana e higiénica sociabilidad que sepa mantener las distancias entre los hombres educados para ponerse la máscara (ese artificio cultural que antes se llamaba "buenas maneras") antes de salir de casa. El libro cojea un poco porque Plessner no se atreve a ser completamente coherente y dar a la máscara su nombre exacto, el de hipocresía. La Rochefoucauld, que era un moralista sensato, no se avergonzaba al proclamar que la hipocresía es el tributo que el vicio rinde a la virtud. Los beatos -que no deberían leer a La Rochefoucauld- se escandalizan porque creen en la virtud sin saber cuánto hay enmascarado en su creencia. Pero gracias a que antes de salir de casa nos ponemos la máscara podemos alejarnos colectivamente de la naturaleza (que es un mundo fieramente desenmascarado) y defender públicamente la virtud mientras nos acercamos a ella del único modo humanamente posible, por medio de la hipocresía. Efectivamente, la hipocresía es la virtud social más imprescindible. La hipocresía práctica y la defensa retórica de la virtud hacen llevadera la convivencia al permitirnos olvidar las relaciones que suele establecer el pez grande con el chico.
Como Plessner es grande, cada dos páginas nos ofrece una joya, cada una de las cuales dignifica por sí misma cualquier libro.
Un ejemplo que nos viene como anillo al dedo: "Mientras un pueblo lleve a cabo sus políticas con mala conciencia, mientras a la buena negociación se asocie, eo ipso, un alma dividida, por llamarla así, no puede sorprender que las personas decentes no quieran tener nada que ver con la política y que paulatinamente ésta se revele digna del carácter deprimente de los hombres de Estado y diplomáticos. Primero se llora por la política, porque es buena, y después por su culpa, porque es mala."
Añado esta cita de Bismarck: "Lo imponente y conmovedor que se halla en esta tierra y que en general puede representarse a través de medios humanos, siempre tiene una afinidad con el ángel caído, bello pero sin paz, grande en sus proyectos y en sus esfuerzos, pero sin éxito, orgulloso y triste".
Otro ejemplo de buenas maneras:
ResponderEliminarWe must respect the other fellow's religion but only in the sense and to the extent that we respect his theory that his wife is beautiful and his children smart.
— H.L. Mencken
Efectivamente. Mencken es grande.
EliminarEn 1996 los conservadores británicos sacaron al mercado un juego de mesa llamado "Hypocrisy" para ridiculizar a los líderes de la izquierda laborista, se ganaban tres puntos por enviar a un hijo a un colegio privado que seleccionaba por méritos... cosas así.
ResponderEliminarPor supuesto los conservadores entendían - supongo - que el problema estaba en los "principios", no en la incoherencia del comportamiento, o quizá que la incoherencia era fruto de un reconocimiento tácito de la inadecuación o perversidad de los dichos "principios". Esto es secundario aquí...Sin embargo...
El otro día un amigo me decía muy indignado, contemplando una protesta del personal laboral de la Administracón : "Cuántos de esos pedirán facturas sin IVA..."
Y entonces me acordé de aquello de Ulises y las sirenas y de una palabra griega "akrasia" y de un ensayo de Gerald A.Cohen titulado "Filosofía política y comportamiento personal.Si eres igualitarista, ¿cómo es que eres tan rico?" .
La tesis de Cohen, el marxista que sustituyó a Berlin en el All Souls College, aplicada a este asunto nos conduciría a la siguiente conclusión : No es que la hipocresía sea recomendable como virtud social necesaria en algún grado en toda sociedad, lo que Luri subraya y yo estoy de acuerdo, es que en relación con comportamientos sociales concretos buena parte de lo que llamamos "hipocresía" de hecho es perfectamente racional como cobertura - o máscara- de un comportamiento estratégico. Allí donde surge lo que él llama "el problema de la desventaja relativa" se muestra que lo que funciona en el dominio público no tiene porque funcionar en el privado y esto por razones de seguridad.
Por cierto lo de Bismarck es precioso.
Don Karl: Sólo puedo mostrarle mi asentimiento.
ResponderEliminarQuizás la hipocresía está inevitablemente ligada a la política. Ésta,nacida en oposición al despotismo, sería el modo de sostener un 'mundo común', en el que podemos hablar unos con otros, sin llegar a ponernos nunca de acuerdo. Un mundo que necesita, por tanto, de los buenos modales.
ResponderEliminarPero la tentación y la posibilidad del despotismo siempre están presentes. Una de las forma en que aquél se presenta son las ideologías que se pretenden post-políticas (fascismo, comunismo, nacionalismo), en las que se pretende regresar a una relación sincera, natural y pre-política. Un mundo fraternal y, supuéstamente, sin hipocresia. Tal vez, otra amenaza a ese mundo político provisional, de medias verdades, venga de los filósofos.
También está la forma más cotidiana, del que dice: 'le voy a ser sicero...'. No, por favor, miéntame.
¡Y tanto que está ligada a la política! Comenzando por el hecho de que el político que no pueda representar unas convicciones de las que con frecuencia carece, no se come un rosco electoral. Podemos seguir, como apuntas, de que con frecuencia la necesidad de hablar es m´ças importante que la decir cosas.
Eliminar¿Qué es eso de que caigan las máscaras? Un hombre, sin su máscara, no es nada. Además, solo a través de ella puede ser sincero:"Dad una máscara al hombre y os dirá la verdad" O. W.
ResponderEliminarPor este café ya hemos hablado de la mutación moderna de la sinceridad en autenticidad. La sinceridad es el arte de llevar con dignidad una máscara; la autenticidad es la exigencia de no llevar ninguna. Unos pelmazos, los auténticos.
EliminarEn efecto, unos pelmazos.Cuando oigáis a alguien decir "Yo siempre digo lo que pienso" o "Yo soy de los que llaman al pan pan y al vino vino", huid de él como de la peste...
EliminarO "yo voy con la verdad por delante"... que normalmente quiere decir: "Tengo bula para decir cualquier impertinencia".
EliminarMe permito, mi amigo, republicar sus dos post sobre Plessner para la comunidad plessneriana (de nuestro querido profesor J. Fischer de la Plessner-Gesellschaft) y, claro, también para la anti-plessneriana (los amigos de Arnold Gehlen, en Brasil en particular). Un abrazo, G.
ResponderEliminarLe aseguro, querido amigo, que es para mí un honor aparecer en su blog, tan admirado. De hecho, si algún día me da la inteligencia para poder aspirar a ello, querré tener un blog como el suyo.
EliminarAnimo a todos los clientes de El café de Ocata a tomarse un cocktail en Im geviert